III

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La heredera le miró sin desdén ni discreción, recorrió sus ojos púrpuras sobre el delgado cuerpo de Saera y pronunció unas maldiciones para ella misma. Abandona su lugar en la cama y camina rodeando a la muchachita, mientras por encima de su vientre juega torpemente con sus dedos delgados con aparente nerviosismo. 

—Entonces...

Hubo un eco ante el silencio, Rhaenyra esperaba y Saera no sabía que decir. Visenya, la princesa se encargó de susurrar con burla a uno de sus muñecos "en esta parte los enemigos de mami se inclinan" y prosiguió con el aleteo en el aire del dragón en pequeña escala. 

Saera levantó las cejas de aparente asombro y no tardó en hincar la rodilla y agachar la cabeza ante su reina.

—Mi reina negra —fue lo que murmuró —. Usted me dicha con su presencia y le agradezco. 

Rhaenyra le miró desde arriba, con brazos entrelazados en el vientre y la espalda recta.

—Laventate.

Saera obedeció como un perro. 

—La niña que yace aquí será tu reina si logras vivir para entonces —la reina habló en tono fuerte y de autoridad —. La vida de la princesa está por encima de los sirvientes, de algunas doncellas nobles de Poniente y de la tuya. 

Saera ladeó la cabeza a la chiquilla que peinaba sus muñecas. 

—Pero las guerras traen muerte y los Dioses son crueles —ha dicho la extranjera con tono rancio.

—Si he de morir, esa niña debe estar viva y poder ser compañera de mi heredero. 

La más joven bajó los ojos bicolor que temblaban de incertidumbre y admiró con detalle los hilos y perlas con los que estaba hecho el escote de su vestido. 

—¿Qué pasa si ella muere?

Saera cerró los ojos fijos en el escote para abrirlos mirando a su reina. 

Agudeza y amenaza reflejaba la mirada de Rhaenyra que comía viva a la joven de Saera. Ella nunca bajó el mentón para hablar, por lo que sus palabras amenazantes salieron mirandola desde arriba con la cabeza erguida en lo más alto. 

—Morirás gritando —la amenazó —, tu cabeza en una estaca y tu cuerpo repleto de gusanos, lodo y heces, desamparado en un baldío de poniente e incapaz de tu familia recuperar lo poco que queda de ti. 

La joven tragó saliva seca. Rhaenyra observó de eso cuello desnudo, elevarse y volver a caer. Dio media vuelta sin esperar una respuesta y marchó de este lugar con paso fuerte, dejando atrás a su hija, una extranjera con pensamientos de incertidumbre y temor.

La princesita daba vueltas por su habitación con sus muñecas de trapo acompañandola, y la criada que le cuida a mitad de alcoba observando todavía el rastro invisible que dejó su majestad la reina. Una amenaza en tu propia casa es diferente a una amenaza en casa ajena; su madre jugaba y castigaba algunas veces pero jamás se atrevería a realmente hacerle daño severo, no pasaba más que de una mera advertencia y golpes, pero en poniente y sobre todo con la familia real Targaryen ninguna palabra que salga de sus bocas debe tomarse a la ligera o como un juego. Ellos poseen dragones, los hombres comunes caballos. Los dragones si desean pueden desaparecer de un bocado al animal de cuatro patas y su jinete. Esta fortaleza estaba repleta de ellos, Saera los veía volar desde el ventanal situado en la alcoba de la princesa, construido especialmente para la pequeña que necesitaba del sol después de su nacimiento. Las bestias de alas y cola larga se erguian en lo más alto del cielo y se desvanecían en el mar azul.

Debí pedir un dragón, no un caballo...

Para momentos de arrepentimientos no había tiempo ni lugar, la princesita Visenya -como en varias ocasiones- se levantó de su zona de juego para molestar a su criada. Visenya llamó su atención golpeando las piernas, ocasionando un leve susto en Saera que la sacó de su trance. 

La amante de Reyes [Daemon & Rhaenyra Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora