"Podrás devorar la luz con tu oscuridad, pero nunca apagarás su brillo. Podrás crear la vasija perfecta, un contenedor de oscuridad absoluta, pero hay algo que nunca podrás crear. Un contenedor vacío. Pues todo lo que se arrastre, vuele o camina, si...
El primer latido del Resplandor había sido escuchado. Como una tenue voz casi inaudible por aquellos que tenían la mayor inteligencia de todo el reino. Fue un llamado, un presagio. Una advertencia de los tiempo venideros.
Hornet despertó de un salto. Ella lo había sentido. Había sentido aquella escalofriante pulsación. Su cuerpo temblaba, sudoroso, aterrada recordando el pasado. Aquello que le arrebató a su madre, a su padre y a su reino ya una vez se estaba despertando. Sin perder un segundo tomó su capa roja y su afilada aguja y se dirigió lo más rápido que pudo hacia la habitación de la Dama Blanca, corriendo frenéticamente por los pasillos del enorme palacio.
Hornet irrumpió en la habitación sin siquiera tocar a la puerta. El miedo y la desesperación inundaba cada gota de su ser. Aún así, en ves de encontrarse una madrasta en similar estado, solo pudo ver al ser de luz con la mente en calma, mirando tranquilamente por la ventana de su habitación.
Dama Blanca: - ¿También lo has sentido? - Preguntó con su dulce voz.
Hornet: - Si... Lo he sentido... Tenemos que hacer algo... Tenemos que avisar a los otros. -
Dama Blanca: - Tranquila, mi niña. No tiene sentido perder la cabeza en este momento. - Dijo muy calmada.
Hornet: - ¿Cómo puedes estar tan tranquila? Ya sabemos de lo que es capaz esa monstruosidad. Acaso... ¿Ya lo sabías? ¿Sabía que el caballero no podría contenerlo? -
La Dama Blanca suspiró profundamente. Luego se dio la vuelta y miró a la joven reina con profunda tristeza.
Dama Blanca: - Ven. Acompáñame. Hay mucho que aún necesitas saber. -
Hornet no tenía opción, así que siguió a la Dama Blanca hasta las afueras del palacio. Esta portaba un largo velo negro que ocultaba su luz, pues no le gustaba pasar frente a sus súbditos de antaño y deslumbrarlos con su belleza. Ambas se adentraron a la ciudad de lágrimas, timando una de las estrechas calles que daba a una extraño puesto del cual Hornet nunca había odio hablar. Una simple puerta, sobre la cual colgaba un cartel con una letras talladas: Confesor Jiji.
Al entrar, las recibió un peculiar insecto, cubierto con una t{unica con detalles dorados y una exoesqueleto abultado sobre su cabeza. Hornet había escuchado ese nombre, pero nunca antes había tenido un encuentro con ella.
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Jiji: - Ah. Mi señora. Es un placer tenerla aquí de nuevo. '
Dama Blanca: - Veo que aunque cubra mi presencia nunca podré pasar desapercibida por ti. -
