"Podrás devorar la luz con tu oscuridad, pero nunca apagarás su brillo. Podrás crear la vasija perfecta, un contenedor de oscuridad absoluta, pero hay algo que nunca podrás crear. Un contenedor vacío. Pues todo lo que se arrastre, vuele o camina, si...
A Quirrel se le contrajo cada fibra de su ser. Incluso los centinelas, expertos en el combate, se sentían impotentes ante la horda de salvajes que se acercaba a gran velocidad. Mina y las polillas entraron en pánico, uno sordo y escalofriantes, pues ninguna de ellas estaba tenía posibilidades de sobrevivir. Eso era todo. Si el capullo de sabiavida colapsaba, el Resplandor sería liberado, y todo Hallownest estaría condenado.
Quirrel lo sabía, aún así, sus dudas no permitieron que su voluntad se consumiese. Se posicionó de frente, aguijón en mano, listo para enfrentar un mar da fauces que no podría derrotar. Llamadlo loco si queréis, pero él no iba a dar un paso atrás. Y estaba dispuesta a sacrificar su cascarón si al menos podría acabar con dos o tres salvajes de la horda de más de cientos. Incluso los centinelas eran incapaces de moverse por el miedo. Pero ahí estaba Quirrel. Un simple aventurero e investigados, no un guerrero, pero sin miedo a mirar a la muerte a sus ojos.
Estaba listo para aceptar su destino, cuando un fuerte estruendo sacudió la caverna. La piedra bajo sus pies se rajó de golpe, y una nueva horda de insectos tan desquiciados como los anteriores llegó al campo de batalla. Pero había algo diferentes. Estos no eran salvajes. ¡Estos eran los habitantes de nido profundo!
Decenas de garpiés salieron de la nada, agarrando con sus afiladas mandíbulas al primer bicho que se encontrasen, triturando con sus afiladas patas a cualquiera sobre el cual se parasen encima.
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Tras ellos, ascendieron cientos de necrocías, necrocazadores y cavasuelos, acompañados por decenas de minitejedoras. Junto al enjambre del nido profundo, al menos una docena de devotos acechadores se unieron a la batalla, guiados por un ente muy singular.
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Ese alguien que mucho pensaban que había muerto hace mucho. Un cienpies enorme, dama de confianza de la antigua reina Herrah, la bestia. Y su mejor vasallo. Se trataba de nada menos que de la Matrona.
