Crecí en una familia que me dio todas las oportunidades y herramientas para poder ser quien yo quisiera en este mundo tan desigual, sin embargo hay muchas cosas que la posición o el bolsillo no pueden comprar. Quizás tenga que contar el hecho de que siempre tuve a donde volver, o que alguien siempre me esperaba en casa para preguntarme como pase el día, pero a veces no es la acción, sino quien la hace.
Muchas veces la acción de alguien que realmente queremos vale mucho más que mil palabras de una persona que no apreciamos, y de esas situaciones mi día a día construyeron mi vida. Mi rutina, mi desarrollo y casi la forma en que me expresaba al mundo, fueron a causa de personas que me rodearon por petición de otros, en especial a palabra de mis padres.
Me especialice en las áreas económicas durante mis momentos de estudio, ya que como era de esperarse, debería de llevar la compañía de mi padre cuando llegase el momento. Al principio, cada cosa que se me solicitaba la hacía sin rechistar, sin embargo, a medida que crecía buscaba los pequeños detalles que me hacían sentir bien, más que las cosas mundanas que todos a veces aprecian.
Mi mejor amiga, Juliet, era una ventana para escapar de esta realidad que nunca me llamo la atención. Desde pequeños nos juntábamos ya que nuestros padres compartían intereses en común, incluso se habló en un momento de que nos casaríamos en algún momento, pero entre planes personales de ambos, eso no estaba en la lista. Oculte este tipo de cosas lo mejor posible, pero a veces discutir con mi familia era inevitable.
Cuando comencé a desafías las peticiones de mi padre, entendí que en determinados momentos podría aprovechar la cantidad de herramientas y recursos a mano, a mi favor. Entre mis cartas comencé a barajar la idea de que al cumplir la mayoría de edad, tomaría las pocas cosas que pudiera, y me iría lejos de este mundo para hacer valer mi propia voluntad.
Siempre me llamo la atención la vida que se llevaba en el continente asiático, sus costumbres, la forma de vivir y su gente. Obviamente, muchas de sus cotidianidades me parecían sumamente extrañas, y seguramente me costaría adoptarme si alguna vez tuviera que ponerlas en práctica, pero cada vez estaba más convencido de que algún lugar de esa masa de tierra, sería mi hogar algún día.
-Marcus: No entiendo porque insistes en que mi destino sea ese.
-Juliet: En cuatro años cumplirás la mayoría de edad Marcus.
-Marcus: ¿A qué viene eso en todo esto?
-Juliet: Por si no lo sabías, además de tener una vida completamente distinta, hablan en otro idioma, incluso dependiendo del país que decidas ir, vivirían de forma muy distinta. Tienes que tener claro a donde quieres ir y prepararte, lo que conlleva estudiar su idioma también.
-Marcus: Entiendo lo que quieres decir. Pero, ¿Por qué Bangkok?
-Juliet: (Mientras escribe en su Laptop, gira la cabeza para mirar a su amigo con una sonrisa en el rostro) Créeme, he visto muchas series, películas e informes que me dicen que es el lugar indicado.
-Marcus: Si dependo de las cosas que miras Juliet, es posible que me mandes a la boca de un lobo.
-Juliet: Sabes que no es cierto. Confía en mí, no es un mal lugar.
-Marcus: Hipotéticamente si fuese a ir a ese lugar, ¿Cómo debería prepararme?
-Juliet: Primero que nada, si vas a continuar los estudios ahí, vas a necesitar aprender Tailandés, además de algúna que otra costumbre.
-Marcus: (La mira seriamente esperando que le informe el cómo hará eso)
-Juliet: Deberás buscar algún profesor particular, no creo que quieras informarles a tus padres de que de repente quieres aprender a hablar Tailandés.
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El Apartamento Deseado
Teen FictionA veces el hecho de tenerlo todo no es sinónimo de ser feliz. Los caminos del día a día en muchos casos son trazados por otras personas, amigos, familiares... Y no siempre coinciden con nuestras ambiciones. La historia de Marcus surge en el sen...