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2. Mi vida a partir de ahora

Jack acabó viviendo como un cavernícola, como si fuera un animal, ya que lo único que hacía era comer, tener sexo y dormir.

Aunque el abrazo que recibió no fue algo imprevisto, fue algo incómodo. Por lo que, el humano indefenso, intentó alejarlo, pero al darse cuenta de la gran fuerza que tenía el otro, no le quedó más que rendirse.

Por lo general, era amable, salvo por el hecho de que lo penetraba cuando quería. No obstante, quitando eso, el monstruo parecía entender hasta cierto punto sus necesidades, ya que le traía comida en una hora en específico, además de enseñarle donde hacer sus necesidades y donde lavarse el cuerpo.

Por supuesto, toda la comunicación era en base a gestos, en su mayoría.

En varias oportunidades estaba a punto de perder la cordura, pero cuando eso sucedía, siempre se recordaba a sí mismo que no debía de olvidar sus principios y que tenía que acostumbrarse a su nueva vida. Por eso, agradeció haber soportado durante mucho tiempo la escuela militar y sus días de veterano, ya que en estos momentos le eran de gran ayuda.

Aunque, eso también era un problema porque se estaba acostumbrando tanto; que a veces su mente flaqueaba y bloqueaba sus pensamientos.

Durante unos días tuvo dolor de estómago, lo que hizo que estuviera pasando un largo tiempo en cama, por lo que llegó a la conclusión que el clima y la comida del planeta no eran muy adecuados para él. Pero a pesar de eso, agradeció que su cuerpo se adaptara al cambio rotundo de condiciones de vida climáticas que provocaba el planeta, puesto que, esto hacía que sus mareos disminuyeran y que la comida no tuviera ningún efecto sobre él.

Cuando pisaba un nuevo planeta, no podía evitar sufrir enfermedades, ya sean graves o leves, a causa de su débil cuerpo, y lastimosamente este caso no fue la excepción. Sin embargo, sabía que él podía sentirse mejor si tomaba un descanso, aun así, sabía que eso era imposible, dado que, el alienígena usaba su cuerpo como quería para complacerse de manera sexual.

Generalmente, cuando un humano aterrizaba en un nuevo planeta, era aislado durante unos días o semanas para que las bacterias de su cuerpo no dañaran el ecosistema de ese lugar. Por lo tanto, no estaba seguro de que en qué momento su misión salió mal.

Todo era un desastre.

Todo estaba mal, por lo que se quejó en secreto diciendo que pagaría una multa si pudiera, aún si eso bajara su puntuación como cadete.

No importaba si estaba enfermo o no, el thermo siempre lo cuidaba y le enseñaba a sobrevivir en su planeta. Cuanto más tiempo pasaba despierto, aumentaban las posibilidades de verlo cara a cara.

Al notar como se acercaba a la cueva para sumergirse a un pozo de fuego caliente, Jack se vio en la obligación de acortar la distancia entre ambos para pararse frente a él. Este se estiraba tranquilamente, como si estuviera disfrutando un baño.

Cuando el alienígena se dio cuenta de su presencia, lo miró fijamente para invitarlo a unírsele, pero él sacudió su cabeza en señal de rechazo, diciendo que no podía.

Junto al monstruo había una fuente de agua hirviendo bajo la influencia de un pozo de fuego. La fuente termal estaba lo suficientemente caliente como para cocinarlo ni bien entrara a ella, por eso cuando se tenía que dar un baño, tenía que escoger cuidadosamente la temperatura del agua. Y esto era posible gracias a que utilizaban herramientas.

Cuando encontró cuencos, picos y lanzas almacenadas en la cueva, le preguntó si podía tocarlas y usarlas. Por ello, al recibir una respuesta silenciosa, decidió que iba a usarlas para crear cosas que lo ayudaran a sobrevivir.

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