08 - ¿Verdad o broma?

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Travis.
La inconfundible voz de Christina Aguilera se hace escuchar a través del reproductor del auto. A mi lado, Barbra mira por la ventanilla y mueve sus labios expresando lo que dice la canción. Gira su rostro y voltea a mirarme con una sonrisa divertida.
—Candyman. Me gusta esa canción —dice y oprime el botón que está cerca de la puerta. Ahora se escucha más fuerte y Barbra canta con entusiasmo.
Sujetando con ambas manos el volante del auto, miro a frente y curvo los labios al escuchar que canta al mismo ritmo y sin equivocarse en la letra de la canción—que por supuesto yo también me sé al revés y al derecho—. Siempre me gustó Christina Aguilera. Es sexy.
Cuando la canción termina, Barbra baja el volumen y siento que su mirada café se posa sobre mí.
—Travis —pronuncia y siento que tiende su mano y la deja caer sobre mi hombro.
—¿Qué? —pregunto, pero no la miró. Ya que el semáforo está por cambiar a rojo y no quiero detenerme.
—¿La casa? —sin mirarla puedo sentir su voz y mirada pensativa.
—¿Cuál casa?
—Tú sabes cuál casa… —con sus dedos hace pequeños círculos sobre mi camisa, justo en mi hombro.
—Sí, ¿Qué pasa? —dedico una mirada rápida hasta Barbra y después vuelvo a ponerla sobre la carretera.
—¿No has vuelto a ir? ¿No volviste a visitar a esas mujeres? —hace una pausa—, tus ladys… —se inclina y coloca ambas manos sobre mi hombre, para después dejar caer su quijada sobre sus dedos.
—Las dejé por ti —respondo con voz seria.
—Sí, lo sé. Todavía lo recuerdo —comenta—. Pero, después que yo me fui, ¿no las volviste a solicitar? —pregunta esta vez con firmeza. Lo que quiere decir que desea una respuesta sincera.
—No —respondo y cierro mis labios.
—¿Por qué no? —vuelve a preguntar.
—Ya no me interesaban. Es todo —giro el volante con mi otra mano y me detengo frente a un lugar con una fachada que contiene luces Neón en rosa y pared de vidrio transparente que hace ver lo que hay en el interior. Hay mucha gente.
Barbra se aleja de mi hombro y de su regazo agarra su cartera de mano.
La miró enseguida y ya ella lo está haciendo.
—Entiendo… —comenta agitando su cabeza con suavidad—. ¿Pero si sigues yendo?
—Soy uno de los dueños. Por supuesto que voy —comento fruncido el ceño.
Barbra afirma una sola vez.
—Me gusta ¿Por qué no tienes otras casas? —cuestiona interesada.
Parpadeo y miro al frente.
—Bueno, ya que tocas el tema de eso quería hablarte. Mejor lo hacemos mañana —desvío la mirada a la ventanilla que está a su lado—. Tus amigas esperan.
—Sí, es verdad —se acomoda sobre el asiento de cuero.
—Antes de que te vayas. Quiero su sepas que yo estaré reunido con Nora y Jon. Estaré esperando tu llamada—le notifico.
Barbra asiente dos veces mirándome.
—Está bien, amor —sonríe mostrando los dientes y se inclina hasta mí—. Te estaré llamando —refiere, acercándose a mis labios y con su mirada puesta en mis ojos—. Que la pases bien —mueve su mirada a mis labios y con delicadeza deja un delicado y tierno beso en ellos.
—Tu igual —respondo y sujeto su mejilla, también mirando sus labios, y después la besó con suavidad.
Barbra se aleja y mirándome reclamé sus labios.
—Conduce con cuidado —pasa la yema de su dedo pulgar por mi labio, limpiando los restos del labial a causa del beso.
—Y tú no bebas mucho —me le quito el cinturón de seguridad.
—No te preocupes. Estaré bien —esboza una sonrisa juguetona y abre la puerta—. Nos vemos —dice antes de bajar.
Afirmo y después veo como cierra la puerta.
Me quedo allí a esperar que entre al bar y cruza por la puerta, decido acelerar camino a la casa de Nora. En el trascurso del camino continuo escuchando canciones de Christina Aguilera. Para cuándo llego a la casa de Nora me estaciono frente a la puerta principal y bajo. No hace falta que toque la puerta o que avise que acabo de llegar. Cuando entro me voy camino a la sala de juegos. Es un lugar que Nora hizo para hacer reuniones con amigos y conocidos. A ella le gusta mucho hacer fiestas, así que ese lugar lo ambientó  para hacer reuniones con sus conocidos. Al entrar escucho una música suave, algo movida. Las luces blancas iluminan el sitio con claridad y deja ver a la perfección la tarima, las mesas de juego y la barra de alcohol. Es una bonita combinación de caoba y piso de alfombra verde oscuro.
—¡Travis! —exclama Nora en cuanto me ve y de inmediato se acercan. Se encuentra con Preston, Jon y otras dos mujeres que me parecen rostros nuevos. Nunca las había visto. Una rubia voluminosa y otra de cabello oscuro, alta y delgada.
—Hola, Norita —respondo y miro que se detiene frente a mi sostenido una copa de Champagne por la mitad.
—Que bueno que viniste —sonríe ampliamente y deja caer su mano sobre mi hombro—. Tenía unas cuantas semanas sin verte, amigo —expresa.
Mirándola le dedico una sonrisa de labios apretados.
—Digo lo mismo, Norita.
Nora sonríe con más emoción y después ambos nos acercamos para darnos un fuerte y acogedor abrazo de oso.
—¿Y Amelie? —es lo primero que pregunto.
—Está dormida. Tracy está con ella.
—Entonces está bien.
—¿Cómo estuvo el viaje?
Nos alejamos con suavidad y volvemos a mirarnos.
—Estuvo bien. No me quejo —me encojo de hombros—. Tuve compañía, así que estuvo más que bien.
—¿En serio? —Nora toma un sorbo de su copa y me mira curiosa—. ¿Quién te acompañó?
—¿Te acuerdas de aquella mujer por la cual casi me volví alcohólico?
Nora eleva sus cejas y separa sus labios.
—¿Barbra? —pestañea—. Digo, es la única de quien aún sigues enamorado. Todavia no olvidas a esa mujer.
Le quito la copa de la mano y afirmo.
—Sí, esa misma —miro la copa y la acerco a mis labios para beber un largo trago—. ¿Quiénes son esas? —pregunto curioso y dándome cuenta como me mira la rubia.
—Son unas amigas.
Afirmo y le entrego la copa.
—Me imagino. Es la primera vez que las veo —comento mirándola.
—¿Realmente te encontraste con Barbra, Travis?
—Sí, nos encontramos en Francia. Ella tiene un restaurante allá. En realidad, Barbra vive en Francia también —le explico.
Nora esboza una sonrisa de felicidad en su rostro.
—¿Entonces ahora están saliendo? —pregunta curiosa.
—Sí.
—Me alegro, amigo —dice dulce—. Después me encantaría que vengan, los dos. Podemos hacer alguna comida y así conocerla mejor. Yo solo me acercaba a Barbra cuando trabajaba en mi club. Me encantará conocerla más a fondo.
—Sí, está bien.
—Ven, bebamos y hablamos un rato —propone y se pone a mi lado mirando en dirección a los invitados, quienes están sentados en los cómodos sofás largos de terciopelo negro y comiendo de la comida que hay en la mesa cuadrada también negra rodeada por ellos.
—Claro, vamos.
Cuando llegamos a la mesa, Jon se levanta y me dedica una expresión simpática.
—¿Cómo estás? ¿Qué tal el viaje? —estira su mano hasta mí.
La sujeto y la estrecho.
—Su vieja estuvo muy bien… —refiere Nora, sentándose el lado de Preston y dejando salir una sonrisa pícara.
Niego sonriendo al ver que Jon capta lo que Nora dice.
—Eso está bien —ladea sus labios con una media sonrisa.
—Hola, amigo. Que bueno verte —saluda Preston acercándose y ambos nos damos un corto abrazo.
—Lo mismo digo, amiga.
—Te presento a unas amigas —dice Preston mirando a las dos mujeres que están sentadas en el otro sofá—. Ella es; Madison Cold —señala a la rubia—. Y ella Penélope Lin —las presenta Preston—. Chicas él es Travis Masson. Ya deben conocerlo. Es un gran amigo.
—Un gusto conocerlas —refiero mirándolas.
—Para nosotras también, Travis —responde la rubia con suavidad y dedicándome una sonrisa coqueta.
Dejo de mirarla y tomo asiento al lado de Jon.
—¿Dónde dejaste a Barbra? —pregunta mirándome—. ¿En dónde se está quedando?
Lo miro por un momento y luego me acomodo en el sofá.
—Barbra se está quedando conmigo —agrego.
Jon levanta sus cejas y afirma una sola vez.
—Entonces tú y ella…?
Afirmo de inmediato sin apartar la mirada de él. No soy estúpido, sé que él está interesado en ella desde que la vio en el club.
—Ella y yo. Sí —confirmo con seriedad.
—¡Oh! Genial. Es una buena chica —responde y afirma mirando a otra parte. Tratando de disimular la sorpresa en su expresión—¿O el mal gusto? —se nota que la noticia no le sienta bien.
Me tardo en responder y sigo mirándolo.
—Eres mi amigo —lo observo y elevo mi mano para darle una palmada en la espalda—. Creo que deberías quitarle los ojos de encima —comento con voz severa—. Eso no está bien.
Jon curva sus labios.
—No te preocupes, amigo. —él también me da una palmada suave en el hombro—. ¿Quieres algo de beber? —pregunta mostrando su copa llena de Champagne.
Niego.
—No quiero beber mucho —comento y me levanto del sofá—. Solo me tomaré un RedBull.
Me voy al otro lado y luego a la barra. Por supuesto allí hay de todo tipo de bebidas, pero yo decido abrir la nevera y saco un RedBull frío.
—¿Solo beberás eso, guapo? —escucho una voz desconocida detrás de mí y un suave olor a perfume de mujer.
Me giro y puedo ver a la rubia, mírame con sus ojos azules y una media sonrisa en sus labios.
—Sí —respondo y bajo la mirada hasta la lata para abrirla—. Solo esto —comento y vuelvo a dedicarle una mirada.
—¿Por qué no pruebas algo más fuerte? —pregunta y sin quitarme la mirada de encima pasa lentamente rozando mi hombro, para agarrar una botella de tequila y un limón.
Me quedo callado y bebo un trago de mi bebida mientras ella pica el limón, obteniendo dos rodajas, de pie justo a mi lado.
—En estos momentos no —miro con atención como verte tequila en un shot pequeño de vidrio.
—Entiendo —responde y me dedica una mirada acompañada de una sonrisa—. Te lo vas a perder, Travis —mirándome agarra el shot y toma el poco de tequila que sirvió minutos atrás.
—Así estoy bien, Madison. Gracias —refiero con educación.
Madison simplemente sigue manteniendo esa sonrisita en sus labios y su mirada interesada puesta sobre mí. Algo a lo que ya estoy acostumbrado.
—Que disfrutes —digo y después doy el primer paso para irme.
—Te he visto antes, Travis —comenta y bloqueo mi paso quedando frente mi, así que me detengo. Ella con una pequeña sonrisa me mira detalladamente—. En alguna parte —comenta pensativa y da otro paso cerca de mí.
Frunzo el ceño y la observo. La verdad es que no me interesa saberlo en lo absoluto. Pero seré educado. No voy a caer en su juego de coqueteo. Antes si lo hubiera hecho, pero ya no.
—Sí, todos me conocen y he salido en la televisión algunas veces, quizás por eso —comento y vuelvo a beber otro sorbo de RedBull.
—Si… Ya lo recuerdo. Eres chef, ¿no? He ido a tus restaurantes. Muy buena comida, por cierto —vuelve a sonreír—. Me encanta ir —pronuncia con una voz que puedo confirmar que fue seductora.
Asiento una sola vez.
—Sí —respondo mirándola y con pasos tranquilos me comienzo a alejar de ella.
—Podríamos intercambiar números y hablar mejor —dice detrás de mí.
Me detengo y me doy la vuelta para volver a observar a sus ojos.
—No estaría mal que nos conozcamos, Travis Masson —esboza una sonrisa pícara.
Mirándola me acerco y al detenerme cerca de ella, meto una mano en mi bolsillo y entreabro mis labios para hablar.
—Madison, ¿no?
Afirma.
—Sí.
—No estoy interesado —informo—. Pero podrías conocer a mi amigo. Está totalmente libre. Que tengas buenas noches.
Puedo ver que su rostro se suaviza lentamente.
—¿Tú no lo estás? —frunce el ceño.
—No —digo por último y me giro para volver a dónde están los demás.
Al llegar tomó asiento al lado de Nora, quien se encuentra sonriendo y hablando con la otra chica, pero en cuanto ve que me acomodo a su lado, de inmediato voltea a mirarme.
—¿Cuándo te irás? —pregunta y se acomoda en el asiento cruzando las piernas y sosteniendo en sus manos la copa.
—No lo sé… Creo que en unos días. Solo regresé porque debía terminar un negocio —le informo.
Nora afirma.
—Entiendo, me avisas.
—Sí, por supuesto. Me gustaría ver a Amelie —comento—. Le traeré un regalo.
Nora rueda los ojos y deja caer sus hombros.
—Sí, ahora todos le traen regalos a mi hija —niega divertida—. No te olvides de mí, amigo.
Lentamente tuerzo mis labios.
—Jamás, Norita —la miro y tomó un trago de la bebida.
Nora también me sonríe y da dos palmadas en mi pierna.
—A ella le dará gusto verte, pero, Travis. Es una bebé, debes venir en la mañana, no a esta hora. Los bebés se duermen temprano —comenta—. Llegaste a las 21 h. Ami, se duerme a las ocho.
Afirmo.
—No sé nada de bebés, gracia por la información.
—De nada —Nora sonríe y eleva su copa para tomar otra trago.
—¿Y tus padres? —pregunto y frunzo el ceño.
Nora mira al frente y su expresión se endurece.
—Hablo un poco más con mi padre —comenta y voltea a mirarme—. De mi madre no sé nada. Solo sé que se mudó de la ciudad. Creo que se está encargando de sus negocios, después del divorcio con mi papá a ella le tocó hacerse cargo de todo lo que por derecho le pertenece —hace una pausa y sonríe con tristeza—. Si hubiera aceptado lo que soy, no le haría falta trabajar, yo le hubiese dado todo y también me hubiera encantado que compartiera con Ami. Pero así es esto.
La miro con una sonrisa comprensiva y tiendo mi mano hasta su espalda para darle una suave caricia.
—Está bien. Ella tomó su decisión.
Nora asiente lentamente.
—Sí, así es, amigo. Pero, olvidemos todo lo malo y juguemos billar, sé que te gusta y a mí también —se levanta del sofá y me ofrece su mano.
También me levanto y la sujeto.
—¿Sin apuesta? —inquiero y comienzo a caminar a su lado en dirección a la mesa.
—No estaría mal —dice entre sonrisas.
Los dos comenzamos a jugar billar entra plática de todo tipo. Nora me mantuvo al tanto de todo lo que ha ocurrido en Boston y nuestros conocidos más cercanos. Escándalos que por ahora vivir en Francia me he perdido. Pero la verdad me alegro. Las personas de nuestro círculo y nivel social siempre están pendiente de un escándalo y hablando a espaldas de los demás, o mejor dicho. Descuartizando. No me quedo mucho rato con Nora, además la reunión no duró mucho debido a que el ahora nuevo estilo de vida de mi amiga, se resume en ser madre.
A las 01h39 de la madrugada el sonido de mi teléfono me despierta. Estiro mi mano hasta la mesa de noche y agarro el teléfono para colocarlo en mi oreja.
—¿Quién? —pregunto.
—Ven por mí, amorcito —escucho la enredada voz de Barbra a través de la línea.
Suelto un suspiro suave.
—Voy a buscarte —respondo y luego cuelgo.
Abro los ojos y me levanto de la cama, me pongo mis pantuflas y luego agarro las llaves del auto y mi teléfono. Sin perder tiempo decido irme. Luego de subir al auto encenderlo y acelerar en dirección al bar donde probablemente Barbra me está esperando. Me tomo mi tiempo y conduzco con cuidado, ya que no acostumbro a conducir entre dormido y despierto. Después de unos largos minutos logro llegar y detenerme frente al bar donde posiblemente esta Barbra. Miro en esa dirección y antes de que baje y me vaya en busca de ella. Veo que con una sonrisa en su rostro, se comienza acercar al auto. Lo que me da alivio es que no se tambalea y que pueda caminar por sí sola. Lo que quiere decir que quizás no ha bebido mucho. Aunque por esa sonrisa estúpida que trae en su boca, creo que retractaré lo que acabo de pensar.
Me inclinó y abro la puerta antes que ella llegue. Barbra de inmediato sube y toma asiento. A lo lejos puedo ver a Scarlett, una de sus amigas y un rostro por supuesto familia para mí.
—¡Nos vemos amiga! —dice Barbra agitando la mano para ella.
Scarlett con una sonrisa también se despide.
—¿Todo bien? —cierro la puerta del lado de Barbra y después le abrocho el cinturón de seguridad, ya que no le veo en sus cabales para que lo haga ella sola. No sé cómo se mantuvo de pie del bar al auto.
Barbra voltea a mirarme y sonríe mostrando tus dientes.
—Sí, solo tomé un poquito —asegura con voz divertida y dejando caer su cabeza hacia atrás—. Bueno, no tan… Poquito —arrastra sus palabras sin dejar de sonreír.
La miro fijamente, pero no le respondo al ver que en realidad sí bebió un poco más de lo debido.
—¿Qué….? —pregunta.
—Nada, cariño. Vamos a casa —contesto y desvío la mirada al frente, enciendo el auto y empiezo a conducir en dirección a la casa.
—Sí, vamos a casa —refiere soltando un suspiro y mirando al frente.
En silencio conduzco camino a casa. Barbra el resto del caminó permanece en silencio mirando por la ventanilla, pero después de unos largos minutos me percató que en realidad está rendida en un profundo sueño. No la molesto y me enfoco en llegar a casa lo más rápido posible, ya que yo también quiero retomar mi sueño.  Al estacionar el auto frente a la puerta principal, volteo a mirar a Barbra, quien continúa durmiendo. Al dejar todo en su lugar, bajo y rodeó el auto, abro la puerta del copiloto y me adentro para quitar el cinturón de seguridad.
—Barbra, ya estamos en casa —aviso con suavidad y salgo del auto.
—¿Llegamos? —pregunta y con algo de dificultad, baja. 
—Sí. Debemos entrar —le informo.
Junta sus cejas y da un paso torpe que ocasiona que se vaya de lado.
—Me siento mal —dice con disgusto y se agarra de la puerta del auto para no caerse—. Todo me da vueltas.
Me acerco y la sujeto de la cintura.
—Te ayudaré —comento y con fuerza la agarro.
—Gracias, Travis —dice arrastrando las palabras y rodeando mi hombro con su brazo.
No le respondo. Cierro la puerta del auto y comienzo a caminar junto con ella, caminó a la puerta.
—¿Te sientes muy mareada? —pregunto a su lado.
Asiente con torpeza y hace pucheros.
—Todo me da vueltas, hasta mi estómago. Y veo dos tú.
Curvo mis labios.
—Eso no está bien —agrego y la ayuda a subir los escalones—. Creo que ahora sí se te subió el alcohol.
—No, no está bien. Creo que comí mucho y el aire acondicionado del auto me afectó. Eso creo —comenta mirando al frente y los dos terminando de subir los escalones.
—Está bien que hayas comido algo, Bri. No es buena idea beber alcohol con el estómago vacío —me detengo y giro la manilla de la puerta para entrar.
—Tú cocinas rico, ¿lo sabías? —voltea a mirarme con una sonrisa ladina.
—¿Eso piensas?
Entró junto a ella y empujando la puerta con el pie, esta se cierra detrás de nosotros.
—Lo confirmo —refiere—. Quiero que me hagas una sopa —comenta—. Con papas, pollo, zanahoria muy bien condimentada, ¿sí? —gira su rostro y me observa.
—Me dijiste que acabas de comer, Bri —comento mirando al frente.
Barbra mira al frente y agacha su rostro.
—Cierto… Pero entra más comida.
Junto con ella me detengo frente a las escaleras y suelto un suspiro al pensar que debo ayudarla a subir escalón por escalón. Entonces decido ahorrarme el viaje largo y me voy por el rápido.
—Agárrate fuerte —le pido.
—Sí, señor —rodea mi hombre con su otro brazo.
Al ver que ya se sujeta, aprovecho para sujetarla con fuerza y cargarla entre mis brazos.
—¡UA! —chilla—. ¡Qué divertido! —exclama y suelta una carcajada graciosa al sentir como la levanto y cargo entre mis brazos. Empiezo a subir las escaleras con cuidado.
—Eres fuerte —dice sonriendo y con suavidad aprieta mi hombro —. Me gustan los hombres fuertes —muerde su labio.
No le respondo y me limito a sonreír en silencio por sus ocurrencias.
—¿Me harás la sopa? —preguntar y vuelve abrazarme.
—No, tú solo vas a dormir —al llegar frente a la puerta de la habitación me detengo y la bajo. Barbra se tambalea, pero aun sujetándome se mantiene de pie.
—No quiero dormir. Todavía —niega y me señala con su dedo—. Tú no me das órdenes, Travis Masson. Te equivocas —dice firme.
—Lo sé.
Se queda callada y la ayudo a entrar en la habitación, y con lentitud la llevo hasta la cama.
—Hora de dormir, parlanchina —aviso y la ayudo a sentarse en la cama.
—Ay no… —veo que se queja y se levanta nuevamente, agarrándome de los brazos—. Creo que… —no dije lo demás al ser interrumpida por una arcada.
—¿Quieres vomitar?
Me mira y asiente apresuradamente.
—Sí —vuelvo a tener otra arcada.
No lo pienso dos veces y la llevo al baño. No quiero un desastre en la habitación y mucho menos que hieda a vómito. En cuanto llegamos al baño, Barbra se arrodilla frente al inodoro y comienza a vomitar. Lo único que hago es sujetar su cabello y darle todo el tiempo que necesite.
—Eso es, cariño. Expulsarlo todo —comento frustrado y mirando en otra dirección.
Luego de unos minutos termina y aprovecho a tirar el inodoro.
—No tomaré más. Lo prometo —niega todavía frente al inodoro—. Odio vomitar… Es asqueroso —se agarra de los bordes del inodoro y toma impulso sobre para ponerse de pie—. La última vez que vomité tanto en mi vida, creí que estaba enferma por el cambio de clima en Francia. Ya sabes esa cosa que dicen de los viajeros.
Sonrío mirando su expresión irritada, sus ojos rojos y su rostro pálido.
—Ya me imagino el poquito de alcohol que tomaste, Barbra. Por festejar que estabas en Francia.
Rueda los ojos y resopla.
—No —responde y se gira para caminar lentamente hasta el lavamanos—. Estaba embarazada. No enferma —abre el grifo y sonríe—. Qué locura, ¿no?
Lentamente, suavizo mi rostro y junto mis cejas.
—¿Qué? —la observo desde mi lugar.
—Si… —responde luego de secar su rostro—. Cuando estás embarazada vomitas mucho —refiere lentamente y con torpeza.
Me quedó callado asimilando lo que acaba de decir y solo la miro.
¿Es una broma?
Barbra se gira y se tira sobre mí rodeándome del cuello con sus brazos.
—Llévame a la cama —pide mirándome y acuesta su cabeza sobre mi pecho.
La sujeto de la cintura y la levanto agarrándola entre mis brazos.
—Está bien, te llevaré a la cama —musito suavemente.
—Gracias —me da dos suaves palmadas en mi mejilla.
No le respondo y en silencio la llevo hasta la cama. Al llegar la acuesto con cuidado y después cubro su cuerpo con el cubrecamas.
—No debí beber mucho… —dice acurrucándose en la cama y cerrando sus ojos.
—Está bien —le acaricio el cabello y la observo con seriedad—. Solo te estabas divirtiendo.
Asiente lentamente.
—Si… —dice por último y no agrega nada más.
Me alejo de la cama y miro como duerme. Por supuesto, es imposible que no recuerde lo que acaba de decir. Sé que está ebria. Pero, ¿y si es cierto? Además, al decir Francia me lleva a pensar que es algo reciente. Por otro lado, ¿Por qué Barbra Evans bromearía con algo como un embarazo?







Pasión Y Deseo [02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora