Capítulo 3 - La Bestia

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David MacMillan se dio prisa en subir al lujoso Mercedes Benz negro que le aguardaba a la salida del moderno edificio que se erigía majestuoso a sus espaldas. El chofer cerró la puerta y se apresuró en poner en marcha el vehículo, que se deslizó velozmente y sin hacer ruido por la atestada avenida. Si se daba prisa, no los agarraría el horario pico con sus endemoniados embotellamientos.

Con una actitud bastante ruda, arrojó a un lado del asiento la valija y se aflojó el nudo de la corbata que le resultaba una especie de cuerda que acabaría por estrangularlo de un momento a otro. Casi se la arrancó del cuello a la vez que una maldición entre dientes brotaba de sus labios fruncidos. El chofer le echó una mirada furtiva a través del espejo retrovisor pero siguió conduciendo tranquilamente. David se llevó ambas manos a la frente mientras se despatarraba sobre el cómodo asiento y dejó que sus ojos verdes se perdieran por la ventanilla de cristales ahumados. Frotándose las sienes, soltó un bufido y descargó una patada rabiosa en el espaldar del asiento delantero. Esta vez, el chofer, tras clavar nuevamente la mirada en el hombre por el espejo retrovisor, se atrevió a preguntar con voz cautelosa:

_ ¿Todo bien allí detrás, señor?

Por respuesta, David, con todos los músculos del rostro tensos, masculló con un gruñido ronco:

_ ¡No te importa! Sigue conduciendo y olvídate que voy sentado aquí.

Frank Castle, el viejo chofer de la familia MacMillan desde hacía poco más de cuatro décadas, no pareció inmutarse ante aquel grosero ladrido que había recibido en respuesta. Tampoco es que le sorprendiera tamaña reacción. Siguió conduciendo en silencio mientras los labios se le curvaban en algo que recordaba de forma muy lejana una sonrisa. Definitivamente el joven señor MacMillan había tenido un día malo, aunque, después de cinco años a su servicio, no era que se tratase de algo fuera de lo común. Para el joven señor MacMillan, todos los días parecían ser malos. No por gusto, entre la servidumbre lo apodaban LA BESTIA:

_ ¿Cómo está el ánimo de La Bestia esta mañana?

_ Cuidado, La Bestia hoy está peor que nunca.

_ ¡Esa Bestia me arrojó la charola del desayuno por la cabeza porque dice que el café estaba frío!

_ La Bestia debería irse de vacaciones a Australia por seis meses.

Claro, todas estas pláticas tenían lugar con la más absoluta discreción y secretismo posible. A nadie de la servidumbre en su sano juicio, jamás se le ocurriría incurrir en semejante falta de respeto hacia el amo y señor de la casa, a quien no le temblaba la voz para despedir a cualquiera, y, a saber de qué forma, se las arreglaba para ensuciar de tal manera la imagen de la persona que echaba a la calle, que esta veía casi imposible el volver a encontrar trabajo nuevamente.

Pero al viejo Frank Castle ya le daba lo mismo. Aquel sería su último día de trabajo en la mansión MacMillan. Se retiraba con su amada esposa a vivir en una modesta casa de descanso y para él se acabaría el tener que aguantar los constantes y desagradables exabruptos de su patrón. No odiaba al joven señor MacMillan. En el fondo, muy en el fondo, Frank estaba consciente de que se trataba de un muchacho para con el que la vida no había sido muy justa y amable que digamos. Pero eso no le daba el derecho de maltratar a todas las personas que le rodeaban, y mucho menos, de ser cruel.

Pero, una vez más, aquello era algo de lo que ya no tendría que preocuparse. Solo deseaba recibir su liquidación y marcharse a gozar de una vida tranquila y feliz. Esperaba habérselo recordado al señor MacMillan, pero con el humor de perros que se estaba gastando esa tarde, era preferible aguardar a otro momento, aunque igual podía pedirle a la señora Davis, el ama de llaves de la mansión, o a Stephen, el mayordomo, que se encargaran del asunto. Para nadie era un secreto que la señora Davis era la única persona en todo el universo capaz de soportar valerosamente los desplantes del joven señor MacMillan, y no solo de soportarlos, sino también de hacerles frente.

EN LOS BRAZOS DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora