Epílogo

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Jonathan se sentía raro en aquella habitación gigantesca y elegante. No podía creer que dormiría esa noche en la mansión MacMillan, y que a solo unas puertas de la suya, estaba la recámara de su jefe. Aquello era tan surrealista que casi tenía deseos de reírse.

Seguía sin comprender cómo las cosas habían llegado a aquel punto. De odiar a David La Bestia MacMillan, ahora no podía estar lejos de él... ¿En qué momento había sufrido tal metamorfosis? Además, no dejaba de cuestionarse el tema de que David no estuviera realmente interesado en él y solo guardara una fijación por el parecido existente con Charlie, su antiguo novio. Debía tener un poco de dignidad y alejarse. Pero estaba demasiado involucrado ya. David se había metido demasiado en sus pensamientos. Era como una maldita droga a la que se había vuelto un adicto. Y desde que se habían besado, todo no había hecho más que empeorar. Jonathan quería más de él. Estaba dispuesto a intentarlo.

Pero tampoco iba a ser tan jodidamente fácil. No era de los que se entregaban al vuelo, sin pensar. No. Establecería su propio ritmo. La historia de ambos marcharía a su modo y conveniencia.

Se hundió en la cama extremadamente cómoda, con aquellas sábanas que olían a lavanda y eran pura suavidad contra su piel. Mierda, estaba tan cansado. Había sido un día intenso, agotador. Quería dormir. Dormir profundamente. Al amanecer podría seguir preocupándose y pensando cómo sería todo en lo adelante ahora que él y David eran... Bueno, no tenía exactamente ni idea de lo que eran. Tomó su teléfono y tecleó un mensaje para su papá. Ese hombre lo adoraba y solo quería su bienestar, y él no deseaba un mejor padre. Se sentía avergonzado de llegar a pensar que Will hubiera podido hacerle daño a él o a los gemelos. Leyó el mensaje antes de enviarlo:

Sonrió satisfecho. Dejó el teléfono sobre la mesilla de noche y apagando la luz de la lamparita se arrebujó bajo la manta y se quedó dormido casi de inmediato. Fuera seguía lloviendo mansamente.

Cerca de la medianoche, abrió los ojos, sobresaltado. Alguien había entrado en la habitación a oscuras. Alguien acababa de meterse en la cama, bajo la manta, pegándose a él y corriéndole un brazo sobre la cintura. Sonrió, todavía medio adormilado y sin levantar la cabeza de la almohada:

_ Pensé que habíamos quedado en que cada uno dormiría en su habitación.

_ ¿Y dejar pasar esta, tu primera noche bajo mi techo? No tienes idea de lo torturante que es saber que estás a solo unos metros de mí.

La respiración de David estaba quemándole en el cuello. Su cuerpo emanaba calor, envolviéndolo y desatando un sinfín de emociones y reacciones en su propio cuerpo. Se apretó involuntariamente contra él, sonriendo y casi ronroneando como un tierno gatito contra su amo protector. Carajo, aquello no podía ser más ridículo y vergonzoso. Su comportamiento era totalmente inadecuado. Pero le importaba un soberano cacahuete.

David lo besó en el cuello, mordisqueándole el lóbulo de la oreja y los hombros, dejando que sus manos recorrieran el cuerpo de Jonathan, que su evidente erección se apretara contra el trasero del muchacho. Jonathan gimió antes de decir con voz firme:

_ Sé por dónde vienes y la respuesta es no.

David soltó un gruñido ronco e insatisfecho. Jonathan se giró sobre sí para poder mirarlo a través de la oscuridad:

_ No soy de esos chicos fáciles que se abren de piernas ante el primero que les ofrece un polvo espectacular. Me encanta el sexo, pero también me gusta el romance, la ilusión... No soy un animal, y por mucho que te desee, no voy a traicionarme a mí mismo haciendo algo de lo que tal vez mañana me arrepienta. Quiero vivir mi propia historia de amor, bien vivida, y no sé si tú serás mi otra mitad. Pero he decidido averiguarlo. Y si vamos a intentarlo, prefiero que sea a mi modo, bajo mis términos.

Sus ojos se habían adaptado a la oscuridad y podía distinguir las hermosas facciones del rostro de David. Sus ojos verdes lo observaban meticulosamente, su respiración era calmada, profunda. Se inclinó entonces y lo besó. Jonathan gimió ante la exigencia de sus labios, disfrutando del cosquilleo de su barba contra su piel sensible:

_ Tú mandas, Johnny._ dijo con una sonrisa suave.

Esta vez fue Jonathan quien lo besó:

_ Hasta mañana, mi bestia.

Se volteó de lado, quedándose muy pegado a él, estrechado por sus fuertes brazos, sintiendo su aliento en la nuca, y volvió a dormirse, plácidamente feliz. Afuera, las gruesas gotas de lluvia seguían azotando los cristales de las ventanas de la mansión MacMillan.

FIN

Sábado 15 de julio del 2023

(Sigue el curso de esta historia apasionante en su continuación... EN LOS OJOS DE LA BESTIA)

EN LOS BRAZOS DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora