Capítulo 10 - Propuestas y decisiones

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Jonathan despertó con un fuerte dolor de cabeza y lo primero que vio, fue el rostro sereno de su padre, observándolo cuidadosamente. Trató de incorporarse pero una punzada en el medio de la frente le hizo volver a recostar mientras dejaba escapar un gemido:

_ Buenos días._ saludó Will con voz neutra.

_ ¿Lo son?_ Jonathan se cubrió los ojos con una mano._ ¿Qué hora es?

_ Cerca de las once de la mañana.

_ ¿QUÉ....????

Sin importarle esta vez el dolor o las punzadas, Jonathan se incorporó de golpe. Lanzó una ojeada rápida al entorno. No estaba en la habitación, sino tirado en el sofá de la sala, cubierto por una manta. Estaba en calzones y todo parecía demasiado luminoso, demasiado limpio, demasiado... demasiado:

_ Tenía clases hoy en la universidad, y después debía trabajar en la cafetería.

Will se dirigió a la cocina y regreso con una taza llena de café:

_ Pues con respecto a las clases, puedes ir olvidándote de ellas por hoy. Tendrás que pedir los apuntes prestados a alguien para ponerte al día. En cuanto a lo de ir a lo de Pepe, no creo que estés en condiciones. Si quieres puedo llamarlo y decirle que estás enfermo.

Jonathan tomó la taza que le entregó su padre y observó el oscuro líquido por unos segundos. Le recordó a Dave, el tipo sexy que le había explicado que el café no curaba la resaca. Sonrió y luego volvió a la realidad. Bebió un trago largo e hizo una mueca:

_ No, no puedo darme el lujo de faltar al trabajo. Menos ahora.

Will se encogió de hombros:

_ Si, ya supe que te despidieron del restaurante.

Jonathan arrugó la frente:

_ ¡No me despidieron! ¡Yo renuncié!... ¡Espera! ¿Cómo sabes que ya no trabajo en el restaurante? ¡Oooh! ¡Y no te imaginas quién fue el culpable de todo!

Will suspiró hondo:

_ El señor MacMillan... Devon y los chicos me contaron todo.

Y entonces Jonathan cayó en la cuenta de lo ocurrido tras su dramática renuncia en Le Roi Soleil. Una vez que abandonó el restaurante, llamó por teléfono a Devon, Calvin y Vivian, y los puso al tanto de lo sucedido sin entrar mucho en detalles:

_ Necesito que nos veamos en el SEXYDANCE. Llegaré en una hora aproximadamente, si logro tomar un bus._ les dijo Jonathan antes de cortar la llamada.

No entendió cómo, pero cuando llegó al club, ya sus amigos lo estaban esperando. Se notaban preocupados e intentaron hacerle sentir mejor:

_ Tranquilos. Sorprendentemente me encuentro muy bien. De verdad, hace mucho tenía que haberme ido de ese lugar, bien lejos de esa bruja presuntuosa afrancesada de monsieur François.

_ Pero siempre dijiste que era uno de tus mejores empleos,_ observó Vivian._ que la paga era muy buena, y sobre todo las propinas.

_ ¿Pero a qué costo? François Dubois es un nazi. Una perra amargada y frustrada cuyos únicos placeres son cocinar y contratar jóvenes guapos para espiarlos mientras se cambian de ropa. Todos en el restaurante coincidimos en que realmente es un genio culinario, pero de igual modo reconocemos que es un abusivo, todo el tiempo insultando, humillando y maltratando a sus empleados como si fuéramos trapos. Y luego ese maldito petulante de MacMillan...

EN LOS BRAZOS DE LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora