Se duchó largamente. Cuando salió del baño, vio encima de la cama algunas cosas que llamaron su atención. Había ropa nueva, una rosa roja de largo tallo sin espinas y una nota. Buscó con la mirada, pero no había señales de su jefe. Tomó la nota y leyó las elegantes líneas de David MacMillan:
Estaremos en el restaurante esperándote para almorzar.
Me tomé la molestia de traerte ropa de la que tienes guardada en la mansión.
Intenta no llegar tarde y no perderte.
David
Se mordió el labio inferior, y tomó la rosa. Era hermosa. Se la llevó a la nariz y a medio camino se detuvo de golpe. Un momento... reconocía ese tipo de flor. Era idéntica a la que recibía diariamente en la oficina desde hacía aproximadamente quince días. Entonces... ¿Era él quien se las dejaba? ¿Pero por qué nadie lo había visto? Más importante aún... ¿A qué estaba jugando?
La conversación con Amanda, luego del partido de tenis, había sido muy productiva. Había comprendido algunos detalles con respecto a la actitud de David que explicaban de cierto modo por qué se comportaba de la manera en que lo hacía. Pero igualmente, Amanda no quiso ahondar mucho, ya que consideraba que no tenía autorización para mencionar aspectos de la historia de David. Sobre todo en lo concerniente a un tal Charlie, del cual, lo único que había podido conseguir saber, era que fue el gran amor de la vida del señor MacMillan en su etapa de estudiante.
Ahora sentía una picosa curiosidad por saber más de ese Charlie... ¿Quién era? ¿Por qué se había terminado la relación de ellos? ¿Acaso le había roto el corazón al señor MacMillan? ¿Tenía miedo de salir del closet y enfrentar al mundo? Tenía tantas preguntas, y aunque sabía dónde hallar las respuestas, temía enfrentarlo. Estaba claro que Alan y su novia no abrirían la boca por lealtad. Ella ya se había arriesgado mucho dándole algunas pistas. Si quería saciar su curiosidad, tendría que arriesgarse e ir a la única fuente segura de información.
Mientras se dirigía al restaurante, no podía dejar de sentirse incómodo por las miradas que recibía de todos los que se cruzaban en su camino, tanto miembros del club, como del personal de servicio. Por supuesto, todo era debido a su ropa... ¿En qué estaba pensando el señor MacMillan cuando escogió esa clase de prendas de vestir? Llevaba unos shorts chinos de color gris, y una sudadera blanca con capucha. Calzaba unas zapatillas deportivas blancas con calcetines de igual color. Si, muy casual, y toda la ropa obviamente de marca, pero inapropiada para aquel sitio, y menos para presentarse a almorzar en aquel restaurante donde todos los presentes iban muy correctos; los hombres con sus trajes a medida y las mujeres con sus vestidos de coctel. Apretó la rosa entre las manos y se mordió los labios. Cielos santo, quería salir corriendo. Pero al ver la imponente figura de David levantarse, respiró profundo y se dirigió a una de las mesas más céntricas. Se sintió menos ridículo cuando reparó en la vestimenta de su jefe. Llevaba unos shorts chinos de color gris, y una sudadera negra con capucha. Calzaba unas zapatillas deportivas blancas y no se había puesto calcetines. Hizo un esfuerzo supremo para no sonreír, y para no repetirse una y otra vez lo guapísimo que se veía con aquella ropa informal, y el cabello castaño medio despeinado. Por suerte, Alan Clancy y Amanda sí habían seguido las normas de etiqueta y se habían vestido apropiadamente. Dios. El juego de chaqueta y pantalón de Christian Dior de ella era un sueño, y ni qué decir de sus zapatos de tacón altísimo:
_ Perdón por la tardanza._ intentó sonreír Jonathan tomando asiento.
_ Déjame adivinar..._ comenzó a decir David._ Te perdiste de nuevo.
_ Se requiere un mapa para recorrer este lugar. Es inmenso._ se justificó Jonathan taladrándolo con la mirada.
_ Bonita selección de ropa._ opinó Alan bebiendo un sorbo de vino de su copa.
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EN LOS BRAZOS DE LA BESTIA
RomansaJonathan Doyle soñaba con enamorarse de un hombre que fuera capaz de amarlo también, aunque ya hubiese perdido la ilusión y las esperanzas en el amor luego de que su ex lo abandonara. Por supuesto que David MacMillan, el multimillonario más joven de...