3.
Wendy lo tomó de la mano todo el camino escaleras abajo. En la cocina esperaba la mesa servida con 3 platos, junto a esta aguardaba una silla alta de bebé color azul, lo suficientemente grande para que cupiera un chico de su tamaño. Max abrió la boca al verla. Y nuevamente su cara adquirió una tonalidad carmesí de vergüenza, a este paso se desmayaria. Sus progenitores estaban esperándolo sentados. Su madre sonreía y se levantó al verlo entrar para envolverlo en un abrazo cálido que jamás vio venir. Su madre tenía mucho que no lo abrazaba así; las interacciones recientes con ella se limitaban a regaños porque orinaba sobre la tapa del baño, se quejaba su ropa interior que debaja abandonada y porque se comía todo el cereal antes del desayuno.
"Mi nene grandote tuvo un gran día yendo a la feria con el vecino. ¿Te divertiste?"
"S-sí, mamá."
"Ven amor, siéntate en tu sillita para que Wendy te de la cena. La preparé con mucho amor."
"¿Tiene que ser en la silla?"
"Pero por supuesto, cariño. Sé que querías intentar ser niño grande pero mírate. Tu pijama de hoy delata que no te gustó mucho la idea. Lo intentarás de nuevo después. Hoy relájate y come, que ya es muy tarde."
Max se sentó en la silla alta. Su madre puso delante de él un tazón de avena humeante y su hermana ató un babero de patitos a su cuello.
Del otro lado de la mesa, el padre de Max observó este trato que le dieron por encima de sus gruesas gafas. Estaba leyendo el periódico en su celular y no contribuía a la infantilizacion del adolescente.
Cuando Max se propuso a intentar probar un poco de la humeante avena la escupió casi de inmediato, quemándose la lengua en el intento.
El potaje dulzón se le embarró en un viscoso recorrido desde el mentón hasta el babero. Toció por reflejo y se llevó las manos a la boca, embarrandolas sin querer.
"Mi niño, mírate nada más. ¿Te has quemado? Ya lo hablamos ayer, tienes que soplar tu comidita."
Max, por vergüenza y dolor, sintió que se le salían lagrimas amargas.
"Wendy, no seas mala y ayudalo. Anda hija."
La chica puso los ojos en blanco, visiblemente cansada; sin embargo no protestó y empezó a alimetar a su hermano a cucharadas.
"Venga, abre."
"Está bien... yo... yo puedo."
"Ya vimos que no. Te encanta jugar con la comida. Venga, abre la boca."
Wendy enfrió cada cuchara con un soplido antes de darsela. Eso ayudó bastante.
La situación entera lo hizo sentirse patético y miserable. Toda su familia actuaba como si ya estuviera acostumbrada, como si el siempre hubiera sido así. Por un lado era un alivio, pero eso quería decir que toda su vida era muy diferente a como él estaba acostumbrado.
Una vez acabaron de cenar su madre recogió la mesa y Wendy le limpió la cara, para acto seguido dejarlo libre de la silla alta.
Lo único que quería hacer era encerrarse en su recamara y no volver a salir hasta el día siguiente... Ese ridículo pijama que traía lo ponía nervioso.
Antes de que pudiera escapar, su padre lo tomó del brazo.
Max tuvo que mirarlo desde abajo porque era un tipo muy alto. Debía de medir 1.85. Y sus grandes brazos y gruesos hombros le daban apariencia de gigante. Sus anteojos eran lo único que equilibraban su apariencia y la suavizaban.
"Tú vienes conmigo hijo. Es casi hora de nuestro programa. Tiempo padre e hijo, ¿Recuerdas?"
¿Tiempo padre e hijo? No, desde luego que no lo recordaba. Su padre le habia enseñado a pescar. A reparar el auto y la bicicleta. Le habia hablado de cosas Interesantes como cuchillos y los tipos de armas que aprendió a usar en el ejercito pero... no recordaba que a eso lo llamaran tiempo padre e hijo.
El hombreton lo tomó en brazos y se lo llevó como princesa al sofá rojo de la Sala, donde esperaba la tele encendida.

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EL DESEO DE MAX
RandomMax y Billy son mejores amigos. Billy tiene problemas para mantenerse seco durando la noche y Max es todo lo contrario. Sin embargo, están en MiddleTwon. Y en MiddleTwon pasan cosas extrañas una vez al año. Max pedirá un deseo que llenará su vida...