10.- Sparks Fly

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"Get me with those green eyes, baby, as the lights go down"

11 años antes

James estaba sentado en el jardín esperando a Betty. Había llegado minutos antes y una de las chicas que trabajaba en casa de los Powell le avisaría a su amiga que él estaba ahí.

Le pareció extraño cuando pasaron cinco minutos y su amiga aún no se aparecía, pero creyó que entrar no era la mejor idea. No quería encontrarse con Lady Berenice, no era una sorpresa para nadie que no aprobara la amistad entre Betty y James.

Por un lado James se sentía tan afortunado de tener a Betty. En ocasiones por las noches se preguntaba cómo era posible que la castaña había aceptado su amistad. Él la veía como si fuera su rayo de sol que brindaba calor en el gélido invierno. Le parecía la persona con la luz más brillante que por alguna extraña razón había elegido ser su amiga.

Últimamente a James le parecía que la palabra amiga no era suficiente para describir a Betty. Era algo más porque el sentía algo más. Probablemente siempre se sintió hipnotizado por ella, pero no se había percatado de ello hasta hace poco.

Ahora sentía que no podía parar de mirarla como si intentara memorizar cada centímetro de su piel. Y quería escucharla todos los días como si su voz hiciera desaparecer al mundo entero y sólo estuvieran ellos dos.

Betty finalmente salió al jardín con la mirada baja. James se levantó del césped para saludarla cuando notó las lágrimas correr en las mejillas de su amiga.

— Betty, ¿qué pasó? —el chico parecía preocupado. Sostuvo el rostro de la castaña con ambas manos mientras limpiaba sus lágrimas con el dedo pulgar. Betty no pudo evitar sentir electricidad al contacto de su piel con la de James, pero la decepción y frustración que sentía era mayor.

El chico estaba tan cerca del rostro de su amiga que podía ver las pequeñas arrugas que se le hacían en la frente por llorar. Nunca había visto a Betty así, no desde que eran niños.

James quería acariciar su rostro, seguir limpiando las mejillas de Betty y poner los mechones de cabello detrás de su oreja para despejar su cara. Por un instante pensó en besarla, sintió una fuerza magnética que quería terminar los centímetros de distancia, pero no lo hizo. Y no lo haría. No ahora.

— Betty, sabes que puedes contarme lo que sea. Sabes que puedes confiar en mí —la chica aún sollozaba. En ese exacto momento no estaba lista para hablar.— O puedes no decir nada, pero aquí estoy. No me iré a ningún lado.

Betty asintió y abrazó a su amigo. Sus brazos estaban alrededor del cuello James y los brazos del chico rodeaban la cintura de su amiga. Parecía como el rostro de Betty encajaba perfectamente en el cuello de James.

Estuvieron así por unos minutos. El chico acariciaba el cabello de la castaña intentando tranquilizarla. La chica dejó de llorar y se separó de su amigo.

— Lo siento, no es nada —James la veía escéptico.— Mi padre está en casa.

James levantó las cejas por la sorpresa. El señor Powell nunca estaba presente en la vida de sus hijas. No había estado en ningún cumpleaños ni aniversarios. Su excusa era que debía trabajar fuera de la ciudad y traer dinero para la familia.

— Cuando papá regresa mi madre siempre es más dura conmigo, más estricta. Me exige como si lo que hago nunca fuera suficiente –Betty sentía un nudo en la garganta mientras trataba de explicar la razón de su frustración. Intentó no llorar pero sus ojos se cristalizaron.

Betty sabía que tenía que cumplir con cada una de las expectativas que su madre le imponía. Era su castigo por no haber nacido hombre, su castigo porque su padre no había conseguido un heredero de su propia sangre. Su madre nunca se lo mencionaba, pero Betty sabía que era verdad.

James no supo que responder. Nunca sabía que contestar cuando se trataba del padre de Betty. Había visto a Lord Powell un par de veces, pero no lo conocía realmente. Lo único que sabía de él era lo poco que su amiga le contaba en sus momentos de vulnerabilidad.

— Para mí si eres suficiente, Betty —el chico sonrió y por milésima vez Betty se sintió hipnotizada por aquellos ojos verdes brillantes.— Ven, traje algo.

El castaño tomó la mano de Betty provocándole lo que ella sintió como electricidad. La dirigió y ayudó a subir a la casa del árbol a pesar de que la muchacha ya estaba familiarizada con subir cada una de las tablas de madera clavadas en el tronco del árbol.

Una vez que estuvieran en la cima Betty observaba el atardecer desde la altura en la que se encontraba. Había perdido su miedo a las alturas, además James era quien siempre la acompañaba a subir al árbol.

En ese momento Betty necesitaba escapar de su casa y regresar a su lugar seguro con James. Mientras el chico buscaba algo en su bolsillo ella lo miraba. Aún no lograba deshacerse de sus sentimientos por él y el castaño tampoco se lo hacía más fácil. Temía enamorarse y no ser correspondida y no sólo eso, tenía miedo de perder su amistad con James.

Finalmente el muchacho sacó de su bolsillo un cigarrillo y encendedor. Betty estaba bastante extrañada. Menos mal que se encontraban en la casa del árbol en donde su madre no los vería.

— ¿Por qué trajiste eso, James?

— Veo a mi padre usarlos todo el tiempo. ¿No te da curiosidad? —Betty negó con la cabeza mirándolo un poco alertada.

— ¿De dónde lo sacaste?

— Del estudio de mi padre.

El muchacho encendió el cigarrillo. Iba a probarlo. Si veía a su padre hacerlo no estaba tan mal ¿no? El cigarro estaba entre sus dedos. Dudó una última vez, pero de todas maneras lo hizo. Aspiró y por unos segundos sintió humo dentro de su boca hasta que la garganta comenzó a darle comezón. Inevitablemente tosió dejando salir todo el humo por su boca.

Betty realmente intentó no reír, pero no lo logró. Sabía que iba a salir mal, pero creía que su amigo era el que tenía que descubrirlo.

— Bueno, tal vez no fue buena idea —admitió apagando el cigarro.

— No vuelvas a hacerlo —ambos comenzaron a reír por el rotundo fracaso de James. El ambiente estaba lleno de risas y tranquilidad.

Como siempre regresó el silencio cómodo al que estaban tan acostumbrados. James se acercó a Betty sentándose a un lado de ella para estar más cerca.

Cuando volteó a verla se percató de lo cerca que estaba de su rostro. La distancia que los separaba era mínima, James podía sentir el aliento de Betty, era capaz de ver cada uno de los lunares en su rostro. Por otro lado, Betty observaba las pecas de James esparcidas por su nariz y parte de sus mejillas. Pero se forzó a mirar a otro lado porque sabía que sino lo hacía terminaría besándolo.

— ¿Irás con alguien al baile de tu madre? —la castaña rompió el silencio antes de que el ambiente se tornara incómodo.

— No. No lo sé —James temía hacer la siguiente pregunta.— ¿Y tú?

— James —respondió severamente Betty.— Iré con Dante Bernard —el chico sintió como sus músculos se tensaron, pero trató de ocultarlo.— Me invitó hace unos días. Además, mi madre cree que es un buen chico y una buena opción. Dijo que no era opción que yo fuera sin acompañante y ahí estaba su propuesta así que acepté.

— Oh —fue lo único que James pudo responder. Debió haber pensado antes en eso. Debió ser él quien invitara a Betty primero.

— Puedo decirle a Inés que vaya contigo, si quieres. Ella tampoco tiene pareja para ir.

— Eh, sí, está bien —respondió sin demasiadas ganas, fingiendo una sonrisa.— Creo que se está haciendo tarde, debo ir a casa —Betty simplemente asintió y vio a James irse.

Todo el camino a casa James se reprendió, era él quien debía invitar a Betty al baile. Era él quien debía dar el primer paso.

Folklore: This LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora