20.- Ours

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"Seems like there's always someone who disapproves"

9 años antes

Conforme Betty se acercaba más a la puerta a enfrentar a quien sea que estuviera dentro provocaba que su corazón latiera con más rapidez y que tuviera menos control sobre su cuerpo y la manera en la que temblaba. Pero estaba decidida y sabía que era algo que tenía que enfrentar tarde o temprano.

Tomó el picaporte de la puerta y lo giró. Entró al recibidor que estaba oscuro a excepción de la parte izquierda que daba a la sala de estar la cual estaba encendida. Cerró la puerta silenciosamente. Temía asomarse a la sala porque estaba segura que una vez que su madre la viera no tendría escapatoria.

Se paró frente a la luz y pudo ver a su madre. Lady Berenice parecía adormecida, pero su mirada era severa y dura en cuanto vio a su hija. Aún tenía puesto su bata de seda con la que dormía todas las noches.

¿Cuánto tiempo llevaba esperando a Betty? ¿Desde cuándo notó su ausencia? ¿Por qué no había esperado hasta la mañana? ¿Qué era lo que estaba a punto de ocurrir?

— Madre —susurró la castaña con voz temblorosa.

— Elizabeth. He visto que tu amigo se ha ido. ¿Hay algo que debas decirme?

Un escalofrío le recorrió por la espalda a la chica al escuchar a su madre. Tenía que decirle que no era sólo su amigo. Tenía que decir algo, pero el nudo en su garganta no la dejaba. Toda la valentía que había sido capaz de reunir se esfumó en cuanto vio a su madre.

— No te quiero cerca de ese muchacho. ¿Me escuchaste, Elizabeth?

La mujer se levantó del sofá segura de que su hija no diría nada y ella saldría triunfante como siempre. Pero para su sorpresa por primera vez eso no sucedió.

— No.

— ¿Disculpa? 

— Ya me escuchaste —reafirmó la castaña intentado tomar control de su voz para que no se cortara. — No dejaré de ver a James simplemente porque tu así lo deseas.

— ¿Te estás escuchando, Elizabeth? Ese muchacho no puede traer nada bueno.

— Y ese es un riesgo que estoy dispuesta a tomar.

— No lo harás, no te dejaré hacerlo —Lady Berenice se acercaba lentamente a su hija esperando a que nuevamente desistiera y obedeciera.

— Lo haré porque es una decisión que me pertenece

— Betty —la castaña no pudo evitar abrir un poco los ojos por la sorpresa de que su madre la llamara así. — Esto lo hago por tu bien, no me gustaría que él te rompiera el corazón —respondió la mujer en un tono más suave que casi hizo que Betty dejara de mirarla severamente.

Lady Berenice sabía lo que hacía y lo que esas palabras y ese tono provocarían en su hija, pero era su última oportunidad para que Betty entrara en razón. La chica casi lo creyó, casi caía porque por un instante pensó que era cierto y su madre estaba preocupada por ella. Se le formó un nudo en la garganta de sólo pensar que lo que había dicho era verdad.

— No lo dejaré, quiero estar con él y no puedes hacer nada. Si intentas luchar contra esto yo lucharé con más fuerza. No te queda más que aceptarlo porque sino me alejaré de ti y la gente se dará cuenta y hablarán de nosotros —la mujer estaba completamente atónita. ¿Cómo era posible que su hija le hablara de esa manera? — Tu me dejarás estar con James y yo haré todo lo que quieras. ¿Tenemos un acuerdo o no?

Lady Berenice no fue capaz de contestar debido al asombro que le causaba ver a su hija hablándole de esa manera. Estaba sin palabras incluso cuando su hija salió de la habitación, no podía protestar. Sin embargo, no la dejaría ir tan fácil.

Betty subió las escaleras lo más rápido que pudo sino sabía que se tiraría ahí a llorar, nuevamente agradeció que su alcoba estuviera en el segundo piso. Estaba aterrada ya que nunca había sido capaz de enfrentar a su madre de la manera en la que lo había hecho. Pero por otro lado, se sentía orgullosa de finalmente ponerle límites. Ahora sólo le quedaba esperar a que su madre pudiera ser capaz de respetar esos límites.

Cuando llegó a su habitación cerró su puerta de golpe, se recargó en ella y se dejó caer al suelo. Su respiración era agitada y poco a poco recuperaba el control sobre sus manos para dejar de temblar.

Inesperadamente soltó una risa que después se convirtió en una carcajada. Sabía que parecía una loca mientras se reía en la oscuridad de su alcoba, pero era su forma de sentirse triunfante. Se fue a dormir con una sonrisa en su rostro.

Por la mañana se levantó completamente feliz. Su cuerpo estaba tan relajado ya que había descansado bien, era la primera vez en meses que se sentía así al despertar. Bajó a desayunar un poco más tarde que de costumbre.

En el comedor incluso sus hermanas se extrañaron de verla tan feliz, pero ninguna preguntó nada. Las chicas Powell desayunaron en silencio, pero era inevitable no darse cuenta de la manera en la que Betty irradiaba una felicidad contagiosa.

Luego del desayuno la castaña se arregló y llamó uno de los carruajes para que la llevara a casa de su mejor amiga, Inés. La pelinegra no sabía que James y Betty estaban juntos ya que esta no le había contado nada. Sin embargo, la chica era bastante lista para por lo menos comenzar a sospechar.

Betty esperó a su amiga en el jardín de los Alarcón. No había dejado de sonreír. Habían pasado varios meses desde que la castaña deseaba contarle a su amiga sobre su situación y luego de lo sucedido en la madrugada con su madre finalmente se sentía libre.

— ¿Betty? —a Inés le pareció un poco extraño encontrarse con su amiga por las mañanas, generalmente se veían por las tardes. — ¿Está todo bien?

— ¡Inés! Todo es perfecto —la chica frunció el ceño al ver a su amiga tan contenta ¿Qué estaba ocurriendo?

La castaña insistió en sentarse sobre el césped, cosa que a Inés no le encantaba, y comenzó a contarle todo. Había una llama dentro de Betty que la hacía brillar cada que mencionaba el nombre de James. A la pelinegra no le quedó otra opción más que hacerse la sorprendida en cuanto su amiga le confesó que estaba con el castaño. Inés sabía que era algo que pasaría eventualmente, siempre lo supo, desde que eran niños y tenían 10 años.

De todas maneras, estaba tan feliz y orgullosa de su amiga quien hablaba tan rápido por la adrenalina que le causaba contar el enfrentamiento que había tenido con Lady Berenice.

— Oh Betty, estoy muy orgullosa de ti —Inés abrazó a la castaña. Aquellas palabras en Betty habían hecho que sus ojos se cristalizaran. Una vez más confirmó que Inés era parte de la familia que ella había formado.

— Debo de irme. Tengo que ver a James y regresar a casa porque hoy llega mi padre para asistir al baile de debutantes —dijo Betty y así tan rápido como llegó se volvió a ir.

Inés sólo vio a su amiga alejarse corriendo, algo muy impropio de Betty, pero sabía que su amiga estaba tan feliz que ni siquiera la llegada de su padre la desanimaba.

La sonrisa de la pelinegra se desvaneció en cuanto recordó que estaba sentada en el pasto. Como odiaba el césped.

Folklore: This LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora