La vida cambia día a día. Pasa, cambia, a bien o a mal, muchas veces a mal, muchísimas. Personas a las que quieres se van, te dejan solo y me siento egoista por decirlo, pero es la verdad, crean un vacío en ti que jamás lograrás ocuparlo. Echaras de menos, lloraras por ellos, pero jamás volverán, querida triste y cruel realidad. Puedes pasarte las horas, días, vidas, da igual el tiempo en que lo midas, pensando en ellos, imaginandote entrelazados en un abrazo, llorando de la risa, una acaricia en la sien de buenas noches junto a un leve beso el cual se hace monótono y sin el un día se te hace imposible dormir, discutiendo, soplando las velas de su tarta favorita, el sonido de su voz, un ten cuidado antes de salir por la puerta...cosas que jamás volverás a tener o nunca has tenido pero llegas a imaginar. Y todo esto duele, ¿sabes? Sobre todo, la maldita pregunta que te estará rebotando durante toda tu existencia de por qué el o ella y no a otra persona, o a ti.
Como hubieran sido sus cafés, si hubieras podido escucharle cantar en la ducha, el tacto de sus besos y te quieros, si hubieras podido contarle todo a pesar de las consecuencias, como hubieran sido sus regalos de cumpleaños, sus gustos, defectos y manías, si sería de esas personas que se levantan a mitad de la noche a por un vasito de agua o si simplemente hubiera roncado, si hubiera ido descalza o descalzo por el pasillo de casa, si hubieráis viajado juntos, como sería su postura al dormir, el como apoyaría su cabeza sobre, crees, fina mano, su olor, su risa, como hubieran sido sus gritos, como insultaría o como se cagaría en todo, su té favorito o marca de tabaco.
Llegas a imaginar tanto, a crear escenas del pasado o futuro, existentes o inexsistentes, confundes la realidad, la mezclas con tus sueños a mitad, creas nuevos gestos, lugares, expresiones, creas, maldiciendote por qué no puede ser nada de eso real, por qué te han tenido que dejar a ti, por qué iba todo tan bien, crees, y de pronto todo se volvió gris, bueno, ¡Y PARA QUÉ MENTIR!, todo se volvió tremendamente negro carbón. Te dormiste en una pesadilla de la cual jamás despertarás, nuna levantarás cabeza, jamás terminará de sanar, la llaga estará siempre ahí, recordandotelo todos los días, por cada palabra que puedas asociar, cualquier palabra dicha a otra persona similar a ella ya no sea simplemente fisicamente.
Y soy tan débil ahora, después de tu despedida, desde siempre, qué duele, me hace romperme en millones de pedazos incapaces de volverse a unir, y creer o pensar o saber, que después de ti, sin ti, no soy capaz de absolutamente nada, ni de hacer feliz a la gente que me quiere, a sentirme inútil respecto a todo, de fallar a la gente. No tiene coherencia, lo sé, pero es justo así y no sé que hacer para cambiarlo, y tristemente creo y sé que será así para siempre.
Jamás me cansaré de decirlo a pesar de que jamás lo he dicho, echo de menos lo que jamás llegaremos a vivir.