Noche de gala

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Me quedé mirando su figura por unos minutos, no podía creer la sensación que tuve al verlo de nuevo, no hemos cruzado muchas palabras por lo que me resultaba extraño sentir ese tipo de emociones; durante mi vida he visto hombres con su mismo estilo y porte, pero algo en él lo hacía resaltar del resto.

Me adormecí tanto que incluso sentí mi baba en la mano, fue ahí donde me incorporé y la limpié mirando alrededor.

—¡T/n, amiga!, ¿No te prepararás?—me sujetó del brazo—. Anda, se te hará tarde, busquemos un lindo vestido.

Era la última noche en el crucero y tenían preparado un banquete para todos los tripulantes, era una especie de despedida y agradecimiento por parte de los dueños, toda la gente estaría ahí, debía verme presentable.

Nami y su costurera me escogieron un vestido rojo,  muy elegante y hermoso, con un ligero toque de brillo; para completar, optaron por un peinado de pelo agarrado con pinza de diamantes pequeños.

La noche iba de maravilla, bebíamos pero esta vez con moderación, bailabamos y cantábamos despidiendo con honor este fin de semana tan impredecible.

—T/n, me perderé un rato por ahí, disfruta del resto de la noche y si bebes mucho llámame, ¿Te parece?

—Claro, Nami. Disfruta.

Eran pasadas las 11:00 PM y decidí ir a dormir, me sentía un poco cansada así que opté por quitarme los tacones y andar descalza.

Escucho gritos:

—¡Oye Cálmate!

—¿No me empujes, quieres que te deje sin dientes?

—¡Basta, vete de una vez!

No dudé en acercarme y mis ojos no podían creer lo que miraban, era "ese sujeto"; estaba peleando con otros más en uno de los bares, ambos se tenían agarrados del saco listos para tirar golpes. Al mirar más de cerca me di cuenta de que estaban ebrios, casi todos.

«¡Dios mío, qué olor!»

Intervine.

—¡Muchachos basta!, No deberían pelear estando ebrios, atraerán a la gente del baile. —intenté calmarlos para poder irnos.

—Y tú preciosa ¿De qué castillo saliste? —apestaba a alcohol—. ¿No llegó tu príncipe? Porque yo puedo suplirlo y darte hasta media noche.

—Jajajajaja —Todos reían.

—¡Déjala en paz, basura! —decidí llevármelo a la fuerza antes de comenzar otra pelea.

—¿Qué haces? No me arrastres.— renegó todo el camino hasta su habitación.

No pude dejarlo sólo así porque él me tendió la mano estando ebria, me corresponde devolverle el favor.

Comencé desabrochando su saco y la camisa poco a poco, a decir verdad, sentí un cosquilleo en todo el cuerpo hasta que se los quité por completo, le di seguimiento al pantalón y los zapatos; quedó sólo con su ropa interior.

«¿Cómo pudo hacerlo conmigo si esto es tan difícil

Tomé un conjunto que parecía ser su pijama, estaba a punto de ponérsela cuando se levanta de repente, quedando muy cerca uno del otro, dando paso a miradas fijas compartidas, sentarme en su regazo ayudó a dicha acción. Sentía su respiración muy agitada lo cual ocasionó lo mismo con la mía.

No pude soportar más la cercanía y mis emociones se descontrolaron en esa llama que emitían sus ojos oscuros, lo besé con una pasión inigualable. Creí que me rechazaría, pero aceptó el beso y nuestra respiración comenzó a hacerse notar más hasta el punto de que los jadeos eran lo único resonante en la habitación; dirigió sus manos a mi vestido para bajar el cierre trasero que recorría toda mi espalda, despojó mi sostén sobre la alfombra y siguió con mis bragas en un acto sensual y erótico, para este entonces me sentía tan excitada y húmeda, lo miré y tal parece que era mutuo.

Entre jadeos, sudor y nuestra respiración colapsando sostuvo su miembro listo y duro para introducirlo en mí, me sentía ansiosa de poder por fin saciar todo esto que me provocaba desde aquel momento en que lo miré en la barra de bebidas.

Todo iba bien hasta que se detuvo antes de introducirlo:

—Lo siento... no puedo hacerlo.

Ardiente Cómplice +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora