¡Copas arriba!

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Me encuentro muy desanimada en una de las habitaciones del crucero, llevaba tiempo sin conseguir un buen trabajo a pesar de tener buenas recomendaciones en mis referencias, después de haberme preparado para un buen puesto en recursos humanos, seguía sin la suerte de alguna llamada de una empresa.

El aire fresco y con olor a sal me enriquecía las cosas nasales, mientras mi cabello lacio era desordenado. El tiempo era irrelevante en estos momentos, sólo me concentré en esas olas ligeras que movían tal transporte.

Se me escapó un suspiro denso cuando mi mejor amiga Nami se acerca a paso seguro.

—Anda t/n, ya verás que pronto estarás dentro de alguna. —Sobaba mi espalda y me ofrecía una copa—. Ten, es tiempo de relajarte.

La familia de Nami era dueña de una cadena de cruceros turísticos reconocida; hoy darían un banquete mientras los pasajeros disfrutaban de una estadía placentera todo el fin de semana. Fue un gesto lindo de su parte, pues, verme tan presionada al quedarme sin empleo la motivaron a hacerlo.

—Tienes razón, ya pensaré en algo después. —Al tomarlo, sentí cómo recorría por mi garganta un sabor agridulce, pero fascinante.

Solté un jadeo.

—Es delicioso, ¿Qué marca es? Iré por otro. —Me fui bailando un poco la pista rítmica que el DJ dejaba para todos los presentes.

—¡Adelante, siéntete en casa! —gritó.

Este festejo estaba siendo muy divertido. Todos los invitados y huéspedes intentaban darle pasos a los sonidos de la pista. Las bebidas no podían faltar; en las barras hacían una fila enorme por obtener una copa del champagne anfitrión. Y la vista al mar... era lo mejor de la noche. Ese reflejo brillante que dejaba la luna debajo de ella era un placer visual irremplazable.

Perdí la cuenta de cuantas copas llevaba en mi sistema, me había dejado guiar por la relajación inmediata que obtenía en cada sorbo, pero eso no me detenía a seguir pidiendo más rondas sin ser consciente de que mi estado ya se encontraba desequilibrado.

—Es usted muy buena bebedora señorita —decía el barman, mientras limpiaba unas cuantas copas.

Hice un mohín infantil al ver qué mi copa ya estaba vacía.

—Cuando se tiene el corazón roto no hay pena que ahogue el dolor.

—¿No me digas? ¿Acaso rompió con su galán? —Mostró interés en mi respuesta.

—Novio, trabajo, éxito... Todo se reduce a cero cuando sólo lo ves pasar ante tus ojos. —Noté cómo arqueó una ceja al no comprender mi respuesta.

Lo más probable que haya pasado por esa cabeza repleta de pedidos día y noche es que estuviera diciendo incoherencias.

Quedarme sin trabajo suponía una gran decepción para mí porque no me podía dar el lujo de quedarme sin generar ingresos. Había decidido independizarme hace tiempo en la ciudad Elena, y al hacerlo evidentemente todo el gasto de la casa recaía en mí. Nunca supuso un problema, ya que me administré con responsabilidad, pero cuando me despidieron todo se vino a bajo.

Negaba con la cabeza, mientras bebía nuevamente de otra copa. Cómo si fuera agua.

—Recuerda que las bebidas son para todos —Al escuchar esto, miré a mi espalda, vi cómo una figura alta y muy fornida se acercaba. Mis fosas nasales captaron un aroma exquisito que muy probablemente provenía de ese hombre.

—No se mueven de aquí, tú debes acercarte a ellas... ¡hip! —Ya se me estaba presentando el hipo.

—Al parecer alguien ya no tiene uso de razón —dijo, me sujetó del brazo para darme soporte al bajarme del banco. El pie se me había resbalado y casi caigo.

—No se preocupe joven Portgas, ordenaré que la lleven a su habitación —dijo, el barman.

🔥...


Abrí un poco los ojos y me encontraba en el suelo—algo extraño, de hecho—pude notar que a mí alrededor había dos tipos muy ansiosos y hablando entre sí.

—Vamos, tú sujeta sus manos. Aun duerme, no se dará cuenta de nada.

El razonamiento recién comenzaba a ponerse a trabajar dentro de mi cabeza que me fue imposible reaccionar a tiempo cuando uno de ellos subió a mis piernas e intento bajar el cierre frontal de mi vestido. Pronto, dirige su mano rasposa a mi muslo y lo aprieta con descaro. Abrí los ojos esta vez con rapidez... Comencé a asustarme.

—¡Déjame!¡Que les p... —interrumpió mi llamado al tapar mi boca.

—No te muevas, seré rápido a menos que me pidas más —soltó una risa tan espeluznante.

Lucho con todas mis fuerzas, pero el estar ebria me imposibilitaba lograr un poco de esa fuerza si quiera. Así que comencé a llorar imaginando por lo que estaba a punto de pasar.

Pudo quitar mis bragas, desabrochó su pantalón y estaría a punto de sacar su entrepierna con ese semblante lujurioso asqueroso y repugnante.

«¿Por qué yo?»

Un sonoro portazo interrumpe el momento y salva un alma. Mi alma.

Ardiente Cómplice +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora