◆4◆

61 9 0
                                    

Por la mañana la joven muchacha se levantó, era el día de hace limpieza, hoy no tenía trabajo, pues con lo que le pagaron podría arreglarselas unos días más, ademas no es como si usarán muchas cosas.

— A levantarse — Movió los pequeños cuerpo de sus hermanos con cuidado — Ya es tarde, y no habrá desayuno.

— 5 minutos más, nee~san... — Murmuro el mayor volviéndose a acomodar para dormir.

La mayor río y acepto sus “5 minutos más”, sabía que no se levantarían en ese tiempo, asi que aprovecharia para poder limpiar y hacer sus cosas.

Salió de la habitación y se remango el Kimono para comenzar con los quehaceres, comenzó a caminar hacia la cocina para preparar el desayuno, pero se detuvo al ver el cuarto al que por mucho tiempo se había negado a entrar. El de su difunto padre.

— No lo e limpiado desde hace meses... — Susurró, mientras lo contemplaba, aún le causaba un escalofrío en la columna, pero tenía que aprender a superarlo, por muy difícil que fuera — Vamos ___, debes ser fuerte...

Al terminar de hablar, se acercó con algunos pasos más a la puerta y se quedó ahí mirándola, suspiro con remordimiento mientras empujaba lentamente la puerta corrediza. Pudo observar como el oscuro cuarto realmente necesitaba una limpieza, había polvo por todos lados.

— Ne-cesita mucha lim-pieza — Comenzó a toser por la falta de higiene en ese lugar — Empezaré por aquí.

La muchacha comenzó a limpiar con un trapo, luego barrió y acomodó las cosas, le llevó algo de tiempo terminar, pero finalmente el lugar había quedado muy limpio, se respiraba aire fresco y puro.

— Ya terminé... — Susurró al contemplar el lugar con una sonrisa — Solo queda acom- ¿Y eso?

La muchacha se percató de un libro en un rincón de la habitación, no lo había visto mientras organizaba las cosas, ¿Estuvo ahí todo ese tiempo?.

— ¿Y esto? — Levantó el libro y lo ojeo por unos instantes, abrió la tapa para comenzar a leerlo pero una voz la interrumpió

— Nee~san, ¿estás aquí? — Preguntó un Akiyā adormilado mientras se acercaba al cuarto — ¿Que haces en el cuarto de papá?

— Necesitaba una limpieza — Respondió saliendo del lugar y cerró la puerta detrás suyo — ¿Shiōko ya se levantó?

— No aún no — El ojiverde abrió mejor los ojos y observó en las manos de su hermana un libro bastante sucio — ¿Y eso?

— Supongo que es de papá — La pelinegra observó unos segundo el libro para luego mirar al menor — Vamos, haré el desayuno antes de que despierte Shiōko.

— ¡Hai! — Exclamó feliz Akiyā corriendo hacia el comedor — ¡Nee~san, has Dangos!

— ¿Otra vez? — Preguntó sonriendo divertida — De acuerdo, con la condición de que está vez tú me ayudarás a hacerlos.

— ¡Está bien! — Exclamó como respuesta el menor con un brillo en los ojos de lo emocionado que estaba — ¡Prepararé Dangos!

La ojiverde solo sonrió acercándose a la cocina, pero se detuvo al escuchar un ruido por atrás, se dió la vuelta y vio como el menor de los tres se acercaba hasta ella.

— ¡Onee~san! — El pequeño Shiōko abrazo a su hermana dándole los buenos días — ¿Y Akiyā-Nii~san?

— En la cocina, vamos — Respondió tomándolo de su pequeña mano y llevarlo a la cocina — Aquí está.

— ¡Shiōko-chan, hoy haré Dangos! — Le dijo mientras abrazaba a su hermanito con una gran sonrisa — ¡Nee~san me enseñara, y yo los haré!

(...)

Luego de enseñarle a Akiyā a hacer Dangos, la joven se dispuso a seguir con sus quehaceres mientras los menores jugaban en el jardín que tenían por delante de la cabaña. Los dejo segura de que no pasara nada pues el jardín tiene cercas que limitan el paso y salida del lugar, además Akiyā y Shiōko eran muy obedientes, no harían algo que molestará a su hermana mayor.

— Terminaré de limpiar — Dijo la chica, tomo una escoba y se puso a barrer — Luego lávare la ropa.

Y tal como dijo, luego de barrer la casa, fue hasta el río para lavar la ropa acompañada de sus hermanos y al regresar antes de ponerse el sol algunas señoras le encargaron arreglar unos kimonos, por lo cual ya tenía trabajo nuevamente.

— Bien, serviré la cena, lavense las manos ¿Si? — Pidió, mientras ingresaban a su cálido hogar — Vayan, dejare esto por allá.

Los menores salieron corriendo a lavarse las manos, mientras ___ dejaba los Kimonos en una mesita para luego comenzar a trabajar en ellos. Comenzó a servir la cena y espero a que sus hermanos llegarán.

— Aquí estamos ___-nee — Dijo el pelinegro al llegar donde su hermana de la mano de Shiōko

— De acuerdo, siéntense — La ojiverde ayudo al menor nuevamente para que pueda comer — ¡A comer!

— ¡Itadakimasu! — Exclamaron ambos y comenzaron a comer, la mayor los miro unos segundo para luego imitarlos.

Al terminar la comida, mando nuevamente a los menores a lavarse y cambiarse para que se acuesten a dormir, sin embargo ellos no querían dormir solos en su cuarto, pues querían estar con la mayor.

— ¡Nee queremos dormir contigo! ¿Verdad Shio-chan? — Pregunto el mayor al único castaño de los tres quien asientio efusivamente con un pequeño puchero — ¡Lo ves!

— Pero yo me quedaré a arreglar los Kimonos — La ojiverde observó como los varones se cruzaban de brazos y hacían pucheros — ¿Seguros que quieres estar aquí?

— ¡Si! — Exclamaron ambos en coro asientiendo con emoción — ¿Nos dejaras?

— Traeré los futōnes — Fue lo único que respondió para traer los futōnes y acomodarlos en la sala del hogar, la cual estaba iluminado por unas cuantas velas — Vengan aquí, ya es hora de dormir.

Ambos asintieron y se acurrucaron en sus respectivos futōnes mientras recibían caricias y un beso de buenas noches de su querida hermana mayor, quien los acaricio hasta que cerraron sus ojos para poder descansar.

— Fiu, menos mal — Suspiró con una sonrisa al ver dormir a los menores — Sueñen bien...

Se levanto del lugar del que estaba y caminó hasta la mesa donde se esncontraban los Kimonos, iba a tomar uno, pero se dió cuenta de que ahí estaba el libro. Lo había dejado olvidado al ir a lavar la ropa.

— ¿Que tendrá? — Se pregunto dejando de lado las prendas de vestir y tomo el libro — ¿Que guardas aquí padre?

Se sentó al lado de unas velas y abrió el libro, de este salió una hoja de papel doblada en dos, era una carta que su padre había dejado para ella.

“Mi querida ___... Lamento que te tengas que enterar de esto de esta manera, pero mi vida está por llegar a su fin, no sabes cuánto quisiera que no fuera así, pero nada puedo hacer... Y no quería irme sin dejar esto para ti. Probablemente aún eres muy joven y no lo comprenderás del todo, pero el mundo en el que vivimos no es seguro... Han habido muchas muertes a causa de seres extraños y malvados, y para contrarrestar eso, se han creado grupos dispuestos a dar su vida por ayudar a la humanidad, estos se llaman cazadores, en este libro encontrarás información que te pueda servir... Espero te ayude... Cuídate mucho, te ama, tu padre.

                          Akitō Kayūmi ”

— Cazadores... — Murmuró la joven al culminar la carta de su padre, para luego comenzar a leer el libro de dónde salió otra carta — Hay más cartas....

■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■○■

▪︎Por Ti▪︎  || Kyōjuro Rengōku Y Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora