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La pelinegra volvía a casa, está vez no habia sol, pero tampoco había oscurecido, simplemente el día estaba nublado y eso significaba que posiblemente los demonios podían salir a hacer de las suyas y también que ella tenía que llegar muy rápido a su casa. Si no quería que pasara una desgracia.

- ¡Demonios, maldito sol! - Exclamó corriendo hasta su hogar, ya había entregado los Kimonos a sus respectivos dueños - Por favor metanse a la casa...

La pelinegra corrió lo más rápido que pudo, intentando llegar rápido a su cabaña. Después de unos minutos ya estaba cerca, por lo cual se detuvo para poder recuperar aire y caminar, pues no veía amenazas por esos lugares. Sin embargo se confío demasiado, al pasar al jardín frontal de su hogar visualizo a sus hermanitos entrando a la cabaña sin percatarse que detrás de ellos había un horripilante ser, acechandolos.

- ¡Akiyā, Shiōko cuidado! - Gritó la mayor, llamando la atención no solo de los niños, sino también del demonio - ¡Metanse a la casa!

- Nee-san... - Murmuró el mayor abrazado al castaño con claro terror en el rostro, pues aquel horrendo ser los estaba viendo, aunque rápidamente volteó a ver a la muchacha.

- ¡Maldita! - Exclamó el demonio con enojo - ¡Los iba a devorar sin que se den cuenta!

- ¡C-callate! - La pelinegra mayor veía con terror al demonio, sin embargo no iba a permitir que les hiciera algo - ¡No dejaré que les hagas nada! ¡Metanse a la casa!

- ¿Y que piensas hacer? - Preguntó con sorna mientras se acercaba a ella a paso lento - No eres más que una mocosa haciéndose la fuerte.

- ¡Eso a ti no te importa! - Exclamó la joven retrocediendo - ¡Tendrás que pasar sobre mi, si les quieres hacer algo!

- ¡Eso no será tan difícil! - Exclamó el demonio corriendo atras de ella - ¡Serás la entrada y ellos el plato principal! ¿Que te parece?

La muchacha no respondió, solo siguio corriendo y no lo hacía por hacer, pero se dió cuenta de que aquel demonio se había enojado tanto que no pensaba bien las cosas, la muchacha lo estaba alejado de ahí, aunque después de eso no sabía que hacer.

- ¡Es inútil que corras! - Exclamó el demonio burlón mientras iba detrás de la joven - ¡De todas formas te devoraré!

- No caigas en su su juego ___ - Se ordenó mientras seguía corriendo y doblaba para un lado - Solo sigue corriendo.

- ¿Sabes? - El demonio saltó quedando en frente de la pelinegra - Me estoy aburriendo de esto, necesito comer. Además la sangre de tus queridos y pequeños hermanos huelen bien.

- ¡N-no te atrevas! - Le Gritó la chica mientras retrocedía - ¡No les harás nada!

- ¡Basta! - Exclamó el demonio enojado - ¡Ya me cansé! ¡Disfrutaré comerte! ¡Y luego iré por esos mocosos y correrán la misma suerte que tú!

La joven ojiverde solo apretó los puños, mientras cerraba los ojos, moría de miedo. Mientras se quedó inmóvil, sentía los pasos del demonio acercarse más a ella, pidió que alguien la salvará, que aquel joven rubio de esa vez apareciera y la ayudará, pero sabía que no iba a pasar, eso era una fantasía, una petición imposible. Apretó más las manos, sintiendo que sus uñas se clavaban en sus palmas, pero no le importo, solo queria salir de ahí.

En los momentos de dificultad absoluta el único consuelo que tenía era el recuerdo de su querido padre y en esta ocasión, también lo imaginó. Imaginó que el estaba con ella, abrazándola, hablándole suavemente; imagino que estaba vivo y que vivía con ellos, sus hermanos felices, ella feliz. Aquel recuerdo fue interrumpido por algo en su interior, algo que quería salir y dejarse ver.

- ¿Que sucede? - Preguntó con burla el demonio al verla con los ojos cerrados - ¿Te resignaste ya? ¿Tan rápido?, Lo suponía, tu espíritu tan cobarde de humano ya te abandono. Los humanos son así, débiles, frágiles, con el más mínimo soplido se destruyen, por eso no es tan difícil acabar con ellos. Así como no será difícil acabar contigo y esos mocosos.

- Cállate... - Murmuró la chica apretando más los puños - Cállate, no digas eso...

- ¿¿Eh?? - Preguntó con sarcasmo el demonio - ¿Que dijiste no te escuché? ¿Puedes repetirlo?, O quieres que yo te repita que me comeré a tus hermanitos.

- ¡Cállate! - La muchacha agarro un palo que había visto tirado por ahí, sentia enojo mucho enojo, y lo quería dejar salir, recordó el libro con aquellas posiciones que podían eliminar demonios, se acordó también de las sonrisas de sus hermanos, de su padre, de una fotografía de su difunta madre y sintió algo en su interior. - ¡Voy a matarte!

- ¡Eh! - El demonio de sorprendió aunte el nuevo aura de la chica. Este era amenazante, sin uns pizca de miedo, sin temor, algo que lo molestaba, ¿En qué momento esa pequeña mocosa se transformó en eso? - Incluso con ese pedazo de madera, se ve imponente...

- ¡Ven aquí! - La muchacha tenía la adrenalina en su máximo nivel, ya no sentia miedo, solo quería acabar con aquel ser que le quiso arrebatar a lo único que tenía en esta vida - ¡Ya la vida me quito a mis padres, no dejaré que una basura como tú me quite a mis hermanos!

Con aquel pensamiento la muchacha le estaba haciendo frente al demonio que la veía con una mezcla de asombro, miedo, enojo y burla.

- ¡Cavaste tu propia tumba! - Exclamó el demonio con burla abalanzandose a la pelinegra - ¡Debiste dejarte comer! ¡No eres una cazadora para matarme! ¡Me comeré a esos mocosos cuando te coma a ti!

- ¡Callate! - La ira nublo los sentidos de la ojiverde, quien entró en una especie de trance que no le permitía ser consiente de sus actos.

(...)

No sabe cuánto tiempo a pasado, sentía su cuerpo pesado, y le dolían las manos. Se levanto del piso y se sacudió la ropa, levantó la vista y quedó sorprendida por lo que vió, el demonio en frente de ella, con ramas, rocas y sangre por todo el cuerpo, pero no estaba muerto.

- ¿Que pasó?... - Preguntó la chica al no recordar lo ocurrido, pero supuso que ella lo hizo sin tener consciencia en sus actos - ¿Fui... yo?

No le causó miedo, porque en un principio era lo que planeaba hacer, aunque conciente.

- Debo ir... Con mis hermanos - La joven retomo su camino, aún con el pequeño trance.

El sol comenzó a hacerse presente en lo alto del cielo, dando por terminada aquella fatídica noche, en la que por primera vez, sintió otra cosa que no era el miedo. Surgió en su cuerpo y mente, las ganas de proteger a los más débiles, y lo único que podía hacer para conseguirlo era volverce cazadora.

- Tengo que aprender del libro de papá... - Murmuró mientras pasaba por un riachuelo, se detuvo y observó sus manos, las cuales estaban llenas de sangre y tierra, al igual que su kimono - No puedo llegar así...

Se acercó al río, arrodillándose frente a el, y metió su manos para lavarlas, enjuagó bien su rostro y limpio un poco su ropa. El brillo había vuelto a sus ojos.

- Tengo que aprender rápido - Se dijo a si misma poniéndose de pie - No puedo esperar a que el mundo me protega.

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▪︎Por Ti▪︎  || Kyōjuro Rengōku Y Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora