21 - El Otoño En Zyl [Final]

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La madre de Anunciación se asustó cuando los vio llegar. Estaban sucios de hollin, lastimados, con las ropas desgarradas, los ojos todavía irritados por el humo y el polvo, los pantalones mordidos por los perros. Iván tenia una herida en la cara. La madre de Anunciación lo había visto a Iván alguna vez, pero no lo reconoció hasta que su hija le dijo quién era.


_ ¿Qué pasó? ¿No estabas en la casa de tu amiga? ¿Dónde estuvieron?

_Pasaron muchas cosas dijo Anunciación. Nada es más fastidioso que dar explicaciones.

_Voy a llamar a un médico.

_No, no. Todo sale con agua y jabón.


Mientras Iván se daba un baño, Anunciación le explicó todo a su madre.

_ ¿Cómo pudiste mentirme? Yo te hubiera ayudado.

_No me hubieras creído.


Ya vestido, Iván la defendió:


_Sin ella nunca hubiera podido salir del laberinto.

_Iván Dragó. Me acuerdo que te vi el día en que el colegio Possum se hundió. Y ahora esto. Cada vez que te veo, se hunde un colegio o aparece un laberinto.


Lo dijo en tono tranquilo, no de queja, sino como advirtiendo que no tenía mucho sentido simular que era un chico como los demás, que hacía las travesuras de los otros. Lo dijo como si Iván fuera el representante de todo lo que la vida tiene de inesperado e incomprensible.

La madre le dio a Iván una bolsa de dormir, para que se acostara en el sillón del living.

Recién el martes por la mañana volvió a correr el tren que iba a Zyl. Se levantaron temprano, y en el desayuno hablaron como si pudieran verse todos los dias: los dos disimulaban que se estaban despidiendo. Después Anunciación lo acompañó hasta la estación. La terminal estaba llena de gente que corria en todas direcciones. Caminaron hasta el último andén, de donde salía el tren que iba para Zyl. Se dieron un abrazo. Estuvieron un rato unidos, prometiéndose cosas al oído. Después Iván entró en el destartalado vagón y tomó su mano desde la ventanilla. Anunciación tenía lágrimas los ojos y, a causa de las lágrimas, que son como  lentes de aumento, veía todas las cosas gigantescas. La bocina del tren de Zyl sonó dos veces, inaudible en medio del fragor de las locomotoras y las voces de la gente.


_ ¿Me vas a llamar? -preguntó ella-. ¿Me vas a escribir?

_Voy a venir en las vacaciones de invierno. O tal vez te dejen visitar Zyl.

_Me gustó que le dijeras a mamá que pudiste salir del laberinto gracias a mí...

_Bueno. Solo habría podido salir igual.


Anunciación se puso seria un instante.


_Mentira -dijo Iván Sin vos, todavía seguiría perdido, encerrado en alguna manzana.O hipnotizado. O preso por romper payasos y elefantes de cristal.


Anunciación vio cómo el trencito se perdia entre los grandes trenes plateados, como un juguete entre cosas de verdad.


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El Juego Del Laberinto (Libro 2/Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora