MEMORIAS 5

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En alerta tomó del brazo a su hermano llevándolo al cuarto para que le explicara. Hubo un debate entre los diferentes puntos de vistas al recordar lo que sería una escena del crimen, cuando en realidad la verdad fue la que el otro dedujo. Su hermano no lograba verlo igual, para él las cosas habían sido al revés, algo que le causó a su hermano menor una duda. Prometió en vano que tendría cuidado, se quedó despierto pensando en porqué Haruken la acusaba.
No se creía el cuento que estaba dormido. Con un falso “voy al baño”, le encerró pues tendría que dar el paso al frente. Huyó, eso no era fácil descifrarlo al no verla encima de la cama y la ventana abierta. Con su espada en la mano se le aproximó al salir de la casa. Muñeca volteó de frente a quién le apuntaba. Sorprendentemente Haruken era más cobarde cuando se trataba de tratar con criminales. Por los temblores de su mano al verla con la venda en el rostro, se le ocurrió la idea que sus entrenamientos fueran diferentes. No perdería el tiempo con estorbos, al diablo si le guardaba rencor.
Sus llamados no parecían susurros, por su culpa iba a ser descubierta. Pensó en utilizar su broche, pero sería demasiada violencia y no quería otra pelea. Cansada de ignorarle, le empujó para que entendiera que no regresaría. Los cuidados de su familia fueron necesarios, pero volvía a tener las manos atadas.

– ¿Sois idiota para no entender que no le quiero cerca? –cruzó sus brazos por no saber cómo conseguir estar sola.

– ¿Acostumbra a salir de las casas donde se le da cobijo a mitad de la noche?

–De acuerdo. Volveré y si matan a tu familia la responsabilidad no será mía. ¿Qué queréis? No vino a decirme que regrese.

–Alejarse de mi hermano.

–Decírselo a él, a mí no.

–Cuando saltaste mi hermano se volvió loco. Nunca había visto ese comportamiento. De no detenerlo hubiera matado a Ren.

–Favor que me hace si lo hubiera matado.

– ¿Es consciente de tus palabras? Matar es un crimen.

–Veremos si opinas lo mismo cuando estéis en una guerra. Se perfectamente que matar es un delito, yo mato a personas.

– ¿Y lo dice tan tranquila?–tragó en seco.

–Mejor retiraos de las tropas, no tenéis sangre fría en sus venas–se río.

– ¿A dónde se dirige?

–A matar.

Haruken la miró sin pestañar. La siguió con la vista, seguía sin entender su actitud. La profundidad del bosque no le asustó hasta ver como los lobos o los osos se llevaban la carne podrida. El olor a descompuesto podía sentirse desde donde estaban, no quería ver a los gusanos o los líquidos del cuerpo salirse. Gracias a Dios ese no era su camino, Muñeca dió media vuelta en otra dirección. Su acompañante se abrazaba a si mismo por el frío viento que le erizaba la piel. Seguía sus pasos, pero no veía un destino. La cabaña del frente la conocía, era un refugio de juego de sus amigos del barrio. Aquella noche descubrió la segunda cara de esa casa. Frente a la puerta Muñeca hizo sonar su tacón contra el camino rocoso de la entrada.

– ¿Qué hace? –por si acaso vigilaba que nadie viniera.

Volvió a sonarlo un poco más fuerte marcando un ritmo. Al ver lo nervioso que se ponía el soldadito seguía un poco más fuerte. La puerta sonó, eso los hizo ponerse en alerta. Muñeca asustó a Haruken y éste soltó un gritillo que le causó risa incluso a quién estaba detrás de la puerta. Abrió con cuidado, pues no sabría si estaba muy abajo o al inicio. Bajó unos pocos escalones para ayudar a Raciro que agitado se alegraba de verla.

–Ya está todo bien–le acostó en el suelo para inspeccionar sus heridas–Puedo ver que no la pasó muy bien.

– ¿Bromeais? Yo fui quién se divirtió–Raciro le señalaba a las escaleras.

LA NIEVE SIN VIDA LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora