Los adultos se echaron a reír divertidos de la sinceridad del pequeño. Allen se relajó bajándose de su asiento por un libro que le pareció interesante. Era natural que a veces los matrimonios políticos se forjaran desde pequeños, pero la propuesta del rey ocasionó un asombro en padre e hijo. Sin dudar dijo que sí, más no midió sus palabras y se le escapó la vez que le apuntó, aunque no llegó a mencionar el arma. Allen siguió con el libro en manos feliz de que preguntaran, lo que podía ser un error, podía convertirse en una oportunidad. Detestaba el cinismo con que le hablaba el rey, pero más odiaba que su padre no se percatara. Le pareció curioso que dijera eso, ya sabía por dónde venía la propuesta. Ubicó el libro en la estantería, se sentó jugando con la pluma del escritorio.
– ¿Con que te apunta hijo? –A su padre le preocupó el arma que le vió en las manos a la princesa, aunque la escondiera.
–Con su dedo. Apunta con el dedo y ofende como si fuese tan educada. ¿He dicho algo que no haya mencionado cuando veníamos mi rey?
–No. Solo lo de ser apuntado.
– ¿Puedo retirarme o me quiere proponer algo más?
–Hablaba con su padre para ir hacerle la visita. Esa niña no está bien Allen, y lo sé porque has mentido desde que hablamos. Puede que no haya visto cuando salió del palacio, pero dime lo que sepas sobre sus heridas. Entiendo que te sientas en compromisos porque hayas visto o quizás te dijo que no dijeras nada. Tiene miedo y estoy seguro que no quieres perjudicarle. Necesitamos de tu ayuda para salvarla. ¿Puede contarnos lo que sabes?
Cabizbajo pensaba en que decir, había sido descubierto y sus esfuerzos por no desviar la mirada fue en vano. Su pequeña mente de niño decidió confiar lo que sabía para poder responder las preguntas de su hermano. Tan buenas eran sus intenciones, pero las consecuencias fueron pésimas. Confesó lo que sabía. El diablo que se escondía tras una sincera confesión adoró desde las sombra jugar con las marionetas. Lloró del dolor que abrazó a su padre por consuelo. Con el rostro enterrado en el uniforme de su padre sonreía con maldad. Ren debió de haberle dicho algo, pues a través del rey haría su justicia.
– ¿No podría traerla a vivir con nosotros? –Allen limpió sus mejillas. Deseaba con sus fuerzas mostrarle como era una vida normal.
–No se puede, el rey Federico no le permitirá; sin embargo, nosotros hemos firmado un acuerdo de paz. No tengo herederos, sería bonito si los niños pasarán un tiempo juntos.
–Mi rey, con todo respeto le pido que abandone esa idea. Si nos descubren podemos provocar una guerra–el coronel por ninguna circunstancia iba a exponer a su hijo a un peligro innecesario.
No soportaría su madre ver a su hijo y esposo morir. Allen callado pensaba mucho en la sonrisa que Muñeca tenía en su rostro y como se comportó en la noche. Ella estaba esperando por él, no podía romper esa promesa. Pediría disculpas por haberle fallado a Raciro, pero no podía fallarle a ella. Levantándose de su silla adoptando su postura de soldado en fila dijo lo que pensaba. Tras presentarse, aceptó la oferta por encima del grito de su padre que le sentó a la fuerza. Lleno de valor le dijo que quería salvarla y que le esperaba, aunque después cubrió su cara con sus manos. No sabía tratar con la vergüenza y menos con un corazón que se aceleraba.
Aquello dio risa, con la retirada del niño por el hambre la plática se volvió más seria. Las locuras de un niño y un amor infantil no contaban como respuestas a decisiones tan importantes como lo era el matrimonio. Discutieron el asunto por largo rato, Robert seguía oponiéndose y esto presentaba al rey un problema. Siempre que hablaba con él encontraba razones suficientes para sus decisiones, aunque esta vez le veía actuar más como padre que como coronel. Cansado de tratar con una persona terca decidió sacar su carta escondida para terminar de una buena vez el tema. Se levantó del trono, paseó un poco por la oficina abriendo una ventana pequeña.–Coronel Robert, su hijo Allen…
–Perdona que le interrumpa, pero no consigo entender porque tiene tanta afinación con Allen. ¿Le creerá a un niño de diez años? Todos tenemos un amor de infancia y nos preocupamos por un amigo cuando conocemos sus problemas. Los niños son inocentes, por mucho que quiera parecer fuerte confían en uno sin tener noción del peligro que presentan.
– ¿Entonces por qué su hijo nos puso a prueba? Los niños son inteligentes, perciben cosas que nosotros no vemos y tienen una memoria excelente. Son capaces de recordar muchas cosas y no creo que lo que siente Allen por Rebeca es solo amistad. ¿Usted no ha visto como su hijo pelea en los entrenamientos? Se toma el combate muy en serio y cada día que pasa mejora.
–Practica con su hermano todos los días, aunque no creo que deba mostrar debilidad si su oponente es siempre Ren.
–Es cierto. ¿Usted conoce que su hijo baja a los calabozos a hablar con los prisioneros?
El rostro del padre se volvió pálido, no supo que decir. El rey volteó a verle con orgullo de su brillante mente. Sonrió para sus adentros sacando unos documentos del primer cajón. En esos documentos estaban las conversaciones escritas que el niño había establecido con los criminales. Leía desesperado por querer acusarlo de mentiroso. En cada oración las preguntas iniciaban con un “porque”. Dejó los papeles encima de la mesa, se sintió humillado, por eso quería ir todos los días al cuartel.
–Con esto le quiero decir que tiene facilidad y encanto para hablar y recibir información. Hasta ahora he entendido su papel de padre, pero no se olvide que la vida de una niña inocente está en juego.
El rey le habló un poco sobre la charla con Federico para que entendiera su objetivo. Reveló que su visitante recién marchado quería convertir a su hija en una asesina despiadada. Mencionó sobre la inyección para no recibir dolor para cuando fuera torturada. Federico planeaba asesinarlo y culpar a su hija porque el rey descubrió al asesino de la abuela de Rebeca y a su padre. Verdad trágica que daban origen al fanatismo que tenía Federico por su tercera hija.
El nudo se ató más fuerte al saber que esa niña era la nieta del rey. Los sentimientos que expresaban de lo que deseaba mostrarle eran puras serpientes saliendo de una madriguera en la tierra. Rebeca no solo recibía torturas, sino que era violada por su por su propio padre y en esos hombres extras, el rey se incluía. Tenía razón al decir que ese hombre merecía la muerta y ella la salvación.–Cuando la vi creí que sería difícil tratar con ella, así fue. Hago hincapié en su hijo porque le demostró que no todos son iguales. Puede ayudarla a salir de ese trauma.
Por fin decía que la boda sería una fachada, aunque tenía razón en decir que confiaría ciegamente en su hijo.
–Tengo pensado en enviar a mi consejero y al comandante Mentia para que sirvan de apoyo si ocurre algún imprevisto. Piense de nuevo en lo que le propongo, yo mismo puedo asegurarle que nadie los va a lastimar.
Afuera de la biblioteca se reunió con su hijo que miraba la comida y comía un poco. Su mirada perdida en el plato llevando la cuchara a su boca para saciar sus tripas fue inusual a quién devoraba los alimentos con rapidez sin tomar agua. Se sentó a la mesa con deseos de preguntarle sobre sus conversaciones, pero no tuvo el valor de hacerlo.
– ¿Qué pasa hijo? ¿No está buena la comida? ¿Le echaron muchas verduras?
–Me preguntaba si Muñeca ya comió. Estaba tan delgada que creo que podría enfermarse por no comer lo suficiente y más si es invierno. Si se hubiera llevado a Tito tendría a quién abrazar.
Las lágrimas que cayeron de sus ojos fueron el impulsor a que aceptara la misión. Habló con el rey y ambos llegaron al acuerdo que la boda se celebraría cuando ambos niños cumplieran la mayoría de edad. Robert quitó a Allen de las tropas por su propia seguridad, pero se mantendría en secreto y se le permitiría tener acceso al palacio. En el puerto, la familia se despedía con la promesa de regresar.
Haruken le regaló a su hermano su boina negra que compró en el mercado y su amuleto de la buena suerte. Era el collar que ya de adulto Allen seguía usando como único recuerdo que le quedaba de su hermano. Un hermoso barco de velas azules con el escudo de Saruka, barco donde regresaría a esa misma tierra para reclamar su trono, partió con rumbo a otro reino lejos de mar abierto. La vida de Allen Saiya y Rebeca acaba de comenzar.
ESTÁS LEYENDO
LA NIEVE SIN VIDA LIBRO 1
ActionLa golondrina es un ave libre, y esa libertad es la que desean estos niños. ¿Por qué los adultos fueron crueles en robarles su infancia para criarlos como ellos no querían ser? ¿Habrá salvación?