MEMORIAS 13

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Donato se contenía las ganas de tomar su espada y matar a su amigo por lo que había hecho. Enfrentarse en una pelea limpia contra una mujer nunca fue problema para él, pero si pensaba un poco de que mujer se hablaba, era obvio que se retractaría. Su enemiga número uno, pero también su amante en sus mejores sueños. Con las piernas temblando del frío frente a la fogata pensaba en como entrar a los subterráneos. Ya llevaban varios días y por suerte pudieron correr antes de ser vistos. Eran una vergüenza en esos momentos. Cansado de tanto infantilismo a quién arrebató vidas con la mejor mirada asesina que pudiera verse en la oscuridad, se levantó a calentar su cuerpo.
Una pelea limpia entre amigos servía para eliminar el hielo de las manos. Con la fatiga se creaba un calor perfecto para ese clima. El Maestro Inglés le dió toda la razón, pero no pensaba en la mujer. Esa respuesta le sorprendió a Donato, por la profundidad del recuerdo creyó que sí. Estaba sorprendido de escuchar a su amigo hablar sobre querer adoptar a Muñeca. ¿Había escuchado bien? No era necesario adoptar cuando podía tener un hijo con su mujer.

–No estoy ajeno a su vida, pero piensa que ella quizás no quiera ser cuidada por alguien–Donato le daba una razón fuerte para arruinar ese plan– ¿Te gustaría tenerla como una hija porque es una niña asesina? Es normal querer que nuestros hijos sean como nosotros.

–Puede ser. La veo y me pregunto si podré salvarla.

–Ya piensas como Allen. ¿No será que no quieres llegar a los cincuenta sin saber que se siente ser padre?

–Perdona que hable de estos temas.

–No me importa. Conozco donde está mi hijo y a diferencia de ti, tengo las manos más atadas. Darte mi apoyo es lo único que puedo hacer como tu amigo. Además, Muñeca va a necesitar de una cirugía para cerrar esas profundas heridas.

–Gracias Donato.

– ¿Has pensado en cómo entrar?

–Sí. Nuestros errores provienen que queremos entrar, pero serán los niños quienes salgan. Debemos de enviar un mensaje a los niños para que puedan indicarnos por donde entrar.

–Son inteligentes, pero con el grado de trauma que tienen, no creo que puedan entender el mensaje.

–Lo harán. Si tienen algo bueno esos niños, es que no se rinden.











–Tengo una idea para escapar–Allen le decía entusiasmado después de mirar horas y horas el pasillo– ¿Sabes abrir cerraduras? Podremos abrir la celda y aparentar que hemos escapado mientras usamos la oscuridad para escapar.

–Dispararan a todos los lugares e iluminaran la celda con una linterna. Ya lo he intentado. Pronto vendrán por mí, como siempre quédate aquí y no dejes que te lleven.

–Dejé de seguir tus órdenes. Tengamos un duelo ahora mismo cuando vengan buscarte–sabía que eso la sorprendería–Cumpliré con su petición mientras me quede fuerza todavía. Dije que eras demasiado ingenua, tú me traicionaste, me toca matar a mis traidores.

Allen desvainó su espada con la misma mirada que siempre les dedicó a sus enemigos recientemente. La atacó de sorpresa, apenas pudo esquivarlo por el dolor en su espalda.

¿La iba a matar en serio?

Se erguía bajo la resistencia que le daba la calma. Se enfocó tanto en que Allen no perdiera la chispa de la vida, pero no se percató que ya la había perdido hace mucho tiempo. Si era con él no le importaba morir, era el precio por sus crímenes. Recordando las palabras de su madre, moriría con dignidad. Se levantó erguida, pero la debilidad la hizo arrodillarse en el suelo fatigada. La espalda le dolía, no tenía fuerzas para levantarse.

– ¿Qué pasa? ¿Era mentira de que esos latigazos eran como un masaje para ti? –la desafío.

–No digas eso. Perdóname, por favor–estaba devastada ante su presencia.

Allen la volvió a atacar, un rasguño en su brazo la hizo caer a un lado sentada sobre sus piernas. Levantó con la punta de su espada el rostro de su enemiga cuya sonrisa dibujaban sus labios. La levantó a la fuerza con las manos sobre sus brazos para que si le iba a doler la espalda como para no pelear, entonces le dolería en serio. Con su fuerza bruta la pegó contra los barrotes donde Muñeca sintió por primera vez que su cuerpo se abría a la mitad.
Los soldados que la iban a llevar con la jefa presenciaron como la apuñalaba y como Muñeca caía al suelo. Sus gritos por sentir algo filoso en su cuerpo retumbaron más que cuando el hierro tocó a Allen. Le hicieron recordar a la primera vez de cada tortura y las veces que lloró y entre sollozos como pedía que se detuviera.
Donato y el Maestro inglés escucharon ese grito. Dejaron el campamento para desvainar sus espadas, ya era hora de volver a la acción. La dura ventisca que caía avisó que una tormenta se aproximaba. Los soldados que no pudieron visualizar a sus enemigos sufrieron el doble de los que sí lo hicieron. Podían ser cadáveres sin vida, para ellos representaban la llave a la entrada. Si la sangre se escurría en algún sitio por allí entrarían. Con pañuelos de tela limpiaron la sangre de sus rostros pues iban a entrar sin ser invitados.

–Los esperaba–la propia jefa con sus piernas cruzadas lo recibió–Buen trabajo, ambos son unas mentes maestras.

–Lo siento–Donato golpeó a la chica que le iba a atacar por la espalda usándola como escudo por la reciente bala que se disparó–No trato bien a las mujeres. Esta chica ya murió–dejó el cadáver delante de sus pies.

– ¿Tengo que matarte para que me entregues a los niños? –su compañero no soportaría bromitas.

–Allen ya ha matado a Muñeca. Tu misión de rescate fracasó. 

LA NIEVE SIN VIDA LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora