Capítulo 24. No hay nada que puedas hacer

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Narra Freen.

Maldita sea, justo delante de ella y mi voluntad se estaba debilitando. Estuve a dos segundos de arrastrarla fuera, estilo mujer de las cavernas, para hacerla decirme lo que estaba en su mente cuando cortó conmigo. La auténtica sorpresa de Becky al verme me dijo que Irin mintió. Maldición. No podía creer que creyera en la mentira de que Becky era una miserable sin mí. No parecía miserable, ella se veía preciosa. Tanto es así, que fue como una patada en el estómago, rasgando el aire formado en mis pulmones.

Pero el escuchar la amargura en sus palabras, el ver la furia evidente en sus ojos fue como una dura advertencia de mantenerme alejada de ella. Lástima que yo no podía. Su ausencia dejó un agujero de dolor en mí y no tenía miedo de admitirlo. Ahora, si tan sólo pudiera pensar en una manera de convencerla de que yo valía la pena su tiempo. ¿Pero llegaría a confiar en mí otra vez? La mirada muerta que me lanzó en el bar, me dijo que iba a tener una batalla cuesta arriba. Pero ella valía la pena. Lo era todo.

Maldita sea, sonaba como una tonta enamorada. Mientras la veía desaparecer en el baño, mi mente brevemente registró que sus Jeans están lo suficientemente bajos como para dejar al descubierto una franja de su piel en la parte baja de su espalda, y la tela abrazaba sus curvas. Me dirigí al baño detrás de ella. Me recordé que ella había sido la que se marchó esa mañana, dudé que algo de lo que pudiera haber dicho hubieran hecho una diferencia, pero esta noche ella huía otra vez y yo tenía que intentarlo. Abrí la puerta de la habitación de damas para encontrarla vacía. Pero podía oír suaves sollozos procedentes de la cabina al final de la fila.

—¿Bec? —Toqué suavemente a la puerta—. ¿Podemos empezar de nuevo? ¿Hablar de esa mañana que te fuiste?— Ella sorbió.

—No hay nada de qué hablar, Freen. El daño está hecho. —Mis hombros se hundieron. ¿Podría esta cosa entre nosotras realmente estar tan dañada que no había posibilidades de sanar? Dios, esperaba que no. Un grupo de chicas se abrieron paso en el interior del baño, riendo y charlando.

Llamé a la puerta de Becky con más insistencia. —Vamos, déjame entrar. —Silencio. —¿Princesa? —rogué, mi voz suave. La cerradura giró.

No esperé a que ella abriera la puerta. La empujé a un lado y de pronto estaba cara a cara con ella en la minúscula cabina. Los círculos oscuros bajo sus ojos me dijeron que no podría estarle yendo tan bien como ella dejaba ver. Pasé un solo dedo sobre el hueco debajo de su ojo.

—¿Estás segura de que has estado bien?— Tragó saliva, poniéndose rígida bajo mi tacto.

—No puedo hacer esto de nuevo, lo siento.

—Yo también. —Ahuequé su mandíbula, inclinándome más cerca para colocar un beso suave en su boca. Ella dejó escapar un pequeño gemido, y un pulso de deseo bajó por mi espina dorsal. Dios, ¿por qué tenía que follar con ella? Era perfecta. Todavía no me había alejado, así que me incliné de nuevo y encontré su boca, esta vez separando sus labios para probarla. Mi lengua buscó la suya, no satisfecha hasta que ella me devolvió el beso. Podría haber estado enojada conmigo, pero su cuerpo todavía respondía como yo recordaba, sensual y necesitado. Joder, yo ya estaba excitada. Empujé mis caderas hacia las suyas, sujetándola contra la pared y rozando mi erección contra su vientre. Llevó sus manos a mi pecho y me empujó hacia atrás.

—No puedo. —Su voz era débil, pero sus ojos eran determinados. Quería empujarla, y sabía que probablemente podría. Pero ella probablemente me odiaría aún más por la mañana si yo hacía eso.

—¿Qué puedo hacer? —Le pregunté.

—No hay nada que puedas hacer. —Me rodeó y salió de la cabina, dejándome excitada y muy decepcionada al verla alejarse de mí una vez más.

***

Por qué mi cama de repente se sentía tan fría y vacía sin Becky, estaba más allá de mí. Normalmente no tenía problemas para dormir, por lo general caía exhausta en la cama cada noche y dormía profundamente hasta la mañana. Ahora estaba en la cama, mirando las hojas de mi ventilador de techo girar, preguntándome si había hecho lo correcto en dejarla alejarse. No sabía si ella habría escuchado si hubiera intentado detenerla. Y demonios, poniéndome en sus zapatos, yo no estaría de acuerdo con ella filmando porno.

Desde que Becky se había ido, la comida había perdido su sabor. Días mezclados en semanas. Y se sentía como si no pudiera hacer ya más una sola cosa bien cuando se trataba de Darlene. No tenía ni idea de qué fuera tan difícil hacer albóndigas, pero Darlene se aseguró de señalar que yo lo estaba haciendo mal, que así no era como lo hacía Bec, con eso, y con otras cosas también.

Mi único intento, de dejar saber a Becky que todavía estaba pensando en ella, fue recibido con silencio. La idea me golpeó cuando pasé por esa panadería que a ella y a Darlene les gustaba. Yo había comprado un solo cake, cubierto con una gruesa capa de glaseado rosa, y lo había envuelto para regalo y entregado a ella. En la tarjeta se había leído simplemente, te echo de menos, princesa.

Mi casa se sentía vacía y fría sin ella. Darlene lo notó también, yo sé que ella lo hizo, pero ambas seguimos adelante, a pesar del aplastante peso de la pérdida de Becky. Yo alternaba mi tiempo entre el trabajo y el gimnasio, necesitando un escape de mi propia casa después de que Darlene se iba a la cama. Los recuerdos de estar con Becky, después de poner a mi hermanita en la cama, eran demasiados. Apenas podía mirar mi maldito sofá sin recordar todas las cosas traviesas que le había hecho a ella en ese mismo lugar.

La actividad sin sentido de empujar mis músculos al límite disipaba los pensamientos arremolinados de ella, aunque sólo por un rato. Tan pronto como yo estaba sola en la silenciosa ducha, después de mi entrenamiento, volvía a mi mente. El dulce aroma de ella, sus ojos claros, su pícara sonrisa torcida. Mi princesa. Dejé que el rocío fuerte del agua golpeara mi espalda, y agarré la barra de jabón. Lavé debajo de mis brazos y mi estómago, antes de que mis manos viajaran más abajo.

Con pensamientos de Becky ocupando mi cerebro, mi polla saltó a la vida. No lo hagas, mujer, advertí. Yo no quería masturbarme recordándola, deslizándose sobre sus rodillas y chasqueando su pequeña lengua traviesa para probarme antes de chuparme profundamente en la caverna de su boca caliente. El recuerdo era demasiado. Pero no podía evitarlo. Me imaginé su cara dulce, esa boca llena y la forma en que ella gemía cada vez que yo le hacía una caricia sucia. Mi mano jabonosa encontró mi eje y comenzó a bombear. Duro y rápido, necesitando liberación de los recuerdos inquietantes de ella. Apoyé una mano contra la pared de la ducha, el chorro de agua golpeando contra mi columna vertebral, y cerré los ojos.

— Bec —susurré mientras los chorros de agua caliente brotaban de mí y caían al suelo de baldosas.

Pornstar | Freenbecky (G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora