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Aidan durmió casi tranquilamente durante lo que quedaba de viaje hasta la isla privada. Despertaba de vez en cuando, como si temiera que _______ lo hubiera abandonado, sin embargo la agarraba con satisfacción por la nuca y se volvía a dormir tan pronto como sentía sus labios abrazando sus testículos, mimándolo.

_______ se preguntó inútilmente por qué seguía arrodillada delante de él, con sus testículos en la boca. Se consoló pensando que no tenía otra elección, pues no quería enfrentar la realidad: había deseado a Aidan Gallagher tan desesperadamente como, por alguna extraña razón, él la deseaba a ella.

El oasis privado de Aidan era aún más hermoso de lo que se había imaginado. Exuberantes palmeras lo invadían todo, el sonido de pájaros exóticos y otros animales flotaba en el aire mientras los empleados se afanaban en supervisar las tierras y los arrendatarios.

La hacienda Gallagher era incluso más magnífica que Chez Ma Coeur, el gran oasis particular en las islas Virgin que había pertenecido a la familia Taylor durante casi un siglo. La mansión isleña de Aidan era colosal, de mármol rosado, un claro ejemplo de influencia española.

_______ había imaginado que se sentiría terriblemente avergonzada al tener que exhibirse desnuda delante de tanta gente, sin embargo, a pesar de sus temores, lo estaba llevando bastante bien. Aunque aún estaba enfadada.

Aidan le había prohibido ponerse la ropa cuando el avión aterrizó, así que había viajado desnuda todo el trayecto en limusina desde la pista de aterrizaje a la mansión.

Sólo con pensar en cómo la había ofendido, le rechinaban los dientes. Cuando había firmado en la línea de puntos, no tenía ni idea de que la humillación iba incluida en la venganza. Menos mal que el par de empleados que la atendían no prestaban atención a su desnudez. Los habían instruido bien en ese aspecto. Y ahora, cinco horas más tarde, ya se había acostumbrado un poco a la falta de ropa. Y a sonrojarse. ¿Pero bañarlo? Las fosas nasales se le ensancharon. Comenzaba a sentirse como una esclava.

-Enjabóname los testículos. - Le ordenó Aidan con arrogancia. Clavó los ojos en sus pezones. Rozó uno con la yema del pulgar y luego lo pellizcó con el índice. - Vas a estar chupándolos constantemente, así que será mejor que uses algo que no te importe saborear. - La cara de _______ se volvió rojo escarlata.

-Sí, señor. - Él no se había dado cuenta de su enfado o la ignoraba a propósito, pensó _______ sombríamente. ¡Maldito! ¿No saldría nada bueno de este hombre?

Aidan cerró los ojos y se recostó hacia atrás en la lujosa bañera, tan grande que parecía una piscina infantil. Apoyó la cabeza en una almohadilla de baño, y se relajó alzando los brazos sobre la cabeza. Metida en el agua hasta las rodillas, _______ lo lavó de pies a cabeza, frotándole la piel con las manos. No le había permitido usar esponja, así que tenía que lavarlo de esta manera, deslizando las manos enjabonadas de arriba a abajo por su pecho, su torso, y sus piernas musculosas. Evitó cuidadosamente su enorme pene, algunas cosas era mejor no molestarlas. Se mordió el labio mientras estudiaba su cuerpo. Si acaso, sólo había mejorado con los años. En el pasado su cuerpo había sido delgado y atlético, ahora en cambio se veía duro y musculoso. En el pasado su facciones habían poseído un encanto juvenil, ahora en cambio estaban claramente definidas, enriquecidas con la experiencia de la madurez. Desvió la mirada, angustiada por la dirección que tomaban sus pensamientos. "Él te odia, idiota. Intenta recordarlo..."

-Quiero que la toques. - Ordenó Aidan con voz ronca. _______ levantó la mirada. Se mordisqueó el labio inferior, notando enseguida de que "la" hablaba. Su mirada descendió a lo largo de su cuerpo, centrándose en la gran erección que sobresalía del agua. - Tócamelo. - Murmuró, entreabriendo sus intensos ojos verdes para mirarla. Con los párpados entrecerrados, el timbre de su voz revelaba su excitación. Sus pechos, relajados hasta el momento, se habían puesto erectos. _______ expulsó el aliento. Era ella quien había provocado su excitación. Considerando las circunstancias de su matrimonio, resultaba difícil no reaccionar al hecho de que ella, la corriente, _______ de siempre, había conseguido que el atractivo y poderoso Aidan se pusiera duro como una roca. Su mano se movió lentamente, bajando poco a poco a lo largo de su cuerpo. Sintió como tensaba los músculos del vientre cuando sus dedos se enredaron sobre su falo, para luego ahuecar la parte inferior de sus testículos. - La polla. - Dijo con voz ronca. - Agárrame la polla. - Ella le apretó los testiculos y luego los soltó, haciéndolo gemir. Animada, ciñó con la mano su grueso pene, y comenzó a masturbarlo lentamente. Podía oír como Aidan respiraba cada vez con más dificultad mientras su mano se movía arriba y abajo recorriendo todo su miembro. - Más fuerte. - Masculló. - Vamos nena, más rápido. -

Le meneó el pene muy rápido, apretándolo tan fuerte como podía. Cualquiera podría pensar que semejante apretón le dolería horriblemente, pero en lo absoluto, justo le había producido el efecto contrario. Segundos después gimió, y su cabeza cayó hacia atrás apoyándose contra la almohadilla, su pecho latiendo desaforadamente.

-¿Te gusta así? - Murmuró ella sintiéndose audaz de repente. Se lo meneó más fuerte y más rápido. Su mano libre recorrió su pecho, apaciguándolo.

-Me encanta. - Dijo roncamente. Golpeó su mano débilmente. - Detente ______, mi amor. Detente antes de que me corra. - Pero por alguna perversa razón, estaba disfrutando con el poder que ________ ejercía sobre él. Así que no obedeció, y decidió sacudirle el pene más fuerte y más rápido. - Oh ______.... - Gimió, apretando la mandíbula.

Él se dio por vencido, y reclinó la cabeza de nuevo contra la almohadilla de baño. Cerró los ojos y gozó del asalto sensual, gimiendo y gruñendo mientras ella lo masturbaba vigorosamente. Mantuvo el ritmo durante dos buenos minutos, mirándolo más fascinada de lo que le gustaría reconocer mientras él se aproximaba cada vez más al orgasmo.

Y la tensión de sus músculos, indicaba que ese momento estaba al caer. Sus dientes apretados, subrayaban este hecho. Pero justo cuando ella se dio cuenta de que iba a correrse, Aidan le agarró la mano para que parara.

-No quiero desaprovechar mi semen. - Dijo con voz entrecortada. - Quiero derramar hasta la más mínima gota dentro de tu cuerpo. -

Y como ya era habitual, sus palabras la excitaron aún más... _______ expulsó el aliento. Se puso de pie, sintiéndose torpe de repente.

-S-Será mejor que te alcance una toalla. - Ella repuso desviando la mirada tímidamente pues no sabía cómo reaccionar ante la atracción innegable que sentía por su marido. - Ehhh, vuelvo enseguida. -

Se escabulló rapidamente de la bañera, mostrándole las nalgas desnudas y se dirigió al estante de las toallas. Se quedó parada ante el estante, aturdida, mientras sus pensamientos y emociones libraban una dura batalla. Lo deseaba y no lo deseaba. Lo amaba y lo odiaba.

"No" pensó pestañeando. Eso no era exactamente correcto. No lo odiaba, era él quien la odiaba a ella.

_______ jadeó cuando sintió unas manos húmedas y calientes que ceñían sus nalgas por detrás y las estrujaban. No lo había oído salir de la bañera.

-Siempre me ha gustado tu trasero. - Dijo Aidan con voz ronca, sorprendiéndola mientras acercaba sus caderas hasta que ella sintió su pene excitado empujando en la carne de su trasero. Sus ojos se abrieron como platos cuando empezó a introducir la punta en la hendidura de su ano.

-N-no sabía que te habías fijado antes… - ______ exhaló.

𝐏𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐏𝐚𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨𝐬 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐. 𝓖.) [✔︎] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora