FINAL

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(Tres días después)

Aidan suspiró y su mirada recorrió la mansión de tipo medieval que había mandado construír hacía un año. Él era la única persona adinerada e influyente de Atlanta que no poseía un hogar de diseño victoriano o con influencia de preguerra. Se había decidido por el estilo barroco porque Lorenzo había mencionado una vez que era el favorito de ________.

Se sirvió un brandy y se sentó en una silla delante de la gran chimenea de estilo antiguo. Había sido un estúpido dejando que ________ se fuera, decidió. Quizás habría podido vivir tomándola por la fuerza si ésa era la única forma de tenerla. Verdaderamente era un infierno estar sin ella.

Perdido en sus pensamientos, miró abstraído hacia la inmensa silla situada en la parte más alejada de la biblioteca. Bebió un trago de brandy y miró de nuevo hacia la chimenea, entonces, tuvo que mirar dos veces.

_________. Estaba aquí. Desnuda, sentada en la inmensa silla, con las piernas abiertas de par en par, reposando de los reposabrazos.

Aidan posó rápidamente el brandy para no derramarlo.

-No fue nada valiente por tu parte retractarte de nuestro acuerdo. - _______ dijo, y con la mano derecha se acarició perezosamente ese exquisito y depilado coño. - ¿Ninguna de esas ocho mil cláusulas tuyas contempla qué le sucede al marido incorregible cuando abandona a su esposa? -

Durante un momento, él se quedó allí sentado, sin hacer otra cosa que mirarla fijamente.

-No.... - Dijo por fin, levantándose de su silla. Su polla estaba tan hinchada que le dolía. - No lo contempla. - _______ irguió una ceja.

-Entonces quiero que firmes un nuevo acuerdo mañana. Porque si me abandonas de nuevo... -

-Yo no te abandoné. Pensé que no me querías. -

-Porque si me abandonas de nuevo entonces me reservo el derecho de........bien, no tengo muy claro qué derecho quiero exactamente. Tendré que pensarlo. - Esa magnífica ceja suya volvió a arquearse. - Podemos añadir la cláusula tropecientos mil nueve. - Aidan reprimió una sonrisa.

-¿Por qué estás aquí? - Susurró.

Ella suspiró como si fuera una mártir representando a toda la raza femenina y él el varón descerebrado del bando contrario. Para su sorpresa, sacó de detrás de ella una fotocopia de su acuerdo matrimonial y la agarró con fuerza.

-Según la cláusula 76, yo, la abajo firmante, me presto a ofrecer mi cuerpo como receptáculo del esperma de mi marido dos veces diarias, todos los días, mientras vivamos. - Aidan se estremeció al escuchar las insensibles palabras del documento. Apartó la mirada y carraspeó. - Hace tres días que no me he ofrecido como receptáculo de tu esperma. Eso significa que te debo seis orgasmos. Para nada soy como Lorenzo. Yo siempre cumplo mi parte del trato. - Su intensa mirada encontró la suya.

-¿Entonces eso es todo? - Murmuró. - ¿Simplemente cumplir tu palabra...? - Lo miró con ternura.

-Por supuesto que no. - Susurró, y se puso seria. Se levantó de la inmensa silla y se paró delante de él.

-¿Entonces qué está pasando? - Ella sonrió suavemente.

-Te amo, Aidan. - Murmuró. - Te he amado desde que era una niña y seguiré amandote durante todo el resto de mi vida. - Sus ojos escudriñaron su cara buscando la verdad. - Si me hubieras dado tiempo para recuperarme del shock más grande de mi vida antes de salir pitando para Atlanta como la heroína trágica de una novela gótica, te habría dicho estas palabras hace tres días. - Él sonrió abiertamente. Sus miradas chocaron y se entralazaron.

-Han sido los peores tres días de mi vida. - Admitió.

-Los míos también. - Ella sonrió. - Pero olvidemos el pasado. Todo él. - Dijo ella significativamente. Ladeó la cabeza. - ¿De acuerdo? - Por toda respuesta, él la besó. Y, en un momento, pasó de estar de pie a encontrarse cautiva entre los brazos de su marido, moviendo desesperadamente la lengua contra la suya, mientras él la conducía hasta la alfombra situada ante la chimenea. Se arrodilló y la colocó delante de él, gruñendo dentro de su boca mientras se despojaba febrilmente de la ropa. - Te deseo tanto.... - Susurró con voz ahogada y separó sus labios hinchados de los de él. - Cuando era una niña, por las noches me tumbaba en la cama y fantaseaba con la idea de estar entre tus brazos, en tu pecho. -

Esta confesión inflamó su corazón, detestándola y adorándola a un tiempo. La detestó porque se suponía que a los hombres no les afectaban palabras como esas y en cambio a él lo habían conmovido. La adoró porque significaba que este momento era real y que finalmente era toda suya.

Y no por la fuerza.

Aidan colocó a su esposa en el suelo, le separó las piernas y se posó sobre ella. Desesperado por estar en su interior, empaló su polla hinchada en su vagina, metiéndosela hasta el fondo.

-Seguro que no te interesa saber.... - Jadeó él. - Cuántas veces has sido la protagonista en mis fantasías de masturbación. - Ella sonrió abiertamente, claramente encantada con esa confesión. Él rotó sus caderas y volvió a estrellarse de golpe contra su cuerpo. Su sonrisa desapareció mientras comenzaba a gimotear. _______ alzó los pechos y se los ofreció.

-Me encanta que me chupes los pezones mientras me la metes. - Admitió casi sin resuello. - Por favor, ¿Lo harías de nuevo? -

¿Si lo haría? Casi no había pensado en otra maldita cosa los últimos tres días con sus noches.

Aidan hundió la cara en sus pechos con un gruñido y rodeó uno de sus erguidos pezones con la lengua. Luego lo chupó vigorosamente mientras la penetraba, sus caderas oscilaban adelante y atrás mientras enterraba el pene en su interior una y otra vez.

Justo así es como siempre había querido estar. Justo como estaba ahora.

Los pecados de Lorenzo habían completado su círculo...

Mientras su pene erecto se hundía una y otra vez en la deliciosa vagina de su esposa, Aidan pensó que había conseguido algo mucho más significativo que colarse en la preciosa compañía de Lorenzo, algo mucho más poderoso que colarse en la preciosa línea sanguínea del muy bastardo: Se las había arreglado para encontrar la felicidad con su hija. Se había colado en el corazón de ________ y ella en el suyo. Finalmente todo era como tenía que ser.

Aidan le sonrió a su esposa mientras le hacía el amor, y todos los recuerdos del pasado quedaron relegados definitivamente al rincón más apartado de su memoria.

𝐏𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐏𝐚𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨𝐬 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐. 𝓖.) [✔︎] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora