Secuestro accidental

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Buck

Miré sobre el rebosante carrito de compras que tenía frente a mí. Diablos, sólo había ido a la tienda por algo de leche. Sabía quién era el responsable de esto.

—Oliver Buckley, trae tu trasero para acá inmediatamente—. Una pequeña ancianita jadeó por mi rudeza. —Lo siento.—

Un pequeño enano con cabello rubio vino corriendo por el pasillo con tantas cajas de cereales como sus diminutos brazos pueden cargar. Ese era mi rompe corazones de siete años. Él de alguna manera me encontró espacio en el carrito para todas las cajas y me sonrío.

—Tengo todo lo de mi lista. Nos podemos ir ahora.—

—Déjame ver esa dichosa lista— repliqué, sosteniendo una mano en el aire frente a él.

—Papá— golpeó su sien con su dedo índice. —Todo está aquí.—

—Maldito sabelotodo— gruñí. Él alzó la mano, sacudiendo sus dedos. Resoplé, saqué un dólar de mi bolsillo y lo solté en su mano. Teníamos una regla de no maldecir que le estaba haciendo una fortuna a mi hijo.

—Gracias, papá— dijo contento.

—Sí, sí. De nada— repliqué. El agudo sonido de un niño llorando se coló en el aire.—Hora de irse— anuncié, empujando el carrito hacia la fila para pagar. Estábamos llegando al final del pasillo cuando alguien chocó su carrito con el mío.

—¿Podrías fijarte por dónde vas?— la perra soltó lo suficientemente alto como para poder escucharlo por encima de los gritos de la pequeña niña en su carrito.

—Que mire por dónde...— puse cara de sorpresa.—¡Oh por Dios! ¡Esa es una idea brillante! ¡Gracias!— Sin necesidad de maldecir el sarcasmo no me costaba nada —Vámonos, Oli —

—¿Disculpa?—la mujer replicó, notoriamente ofendida. Empezó a despotricar en un tono tan alto que dudo que los perros aún lo puedan oír.

Rodé mis ojos y empecé a alejarme, pero mi pequeño parecía tener otros planes. Caminó hacia el carrito de la mujer y le ofreció a la pequeña niña que lloraba una paleta. Él siempre tenía una una o dos a la mano.

—Por favor, no llores.—Ella se detuvo, sólo gimoteando un poco mientras tomaba el caramelo. Mi niño tiene súper poderes.  

—Vamos, Oli— dije suavemente. Esta vez me siguió.—Eres un chico bastante genial, ¿Lo sabías?— Desordené su suave cabello.—Ahora, ayúdame a descargar toda esta chatarra.—

Hicimos un trabajo rápido descargando el carrito, y con deslizar mi tarjeta de crédito, ya estábamos fuera de ahí. Levanté la puerta de la parte posterior de mi camioneta y Oli me ayudó a poner todas las golosinas innecesariamente en la parte de atrás. Entonces lo observé de cerca mientras empujaba el carrito hacia el lugar correspondiente.

—¡Oh por el amor de Dios! ¡¿Te callas?!— Genial, la mujer loca y la pobre niña que lloraba estaban afuera.

—¡No le hables de esa manera!— Un niño más o menos de la edad de Oliver le gritó.

La bestia miró al pequeño niño con fuego en sus ojos. Ella enterró sus garras en el pequeño brazo del niño.— Tu.No.Me.Gritas—

—Déjame— gimió —Me estas lastimando—

Oli se paró junto a mí, sus ojos preocupados mientras veía la escena. —¿Papá?—

—Me importa una mierda. Quiero que tú y la pequeña mocosa se callen y entren al auto—. Ella prácticamente le gritó.

—Entra a la camioneta.— Le dije a mi hijo. Dudó, pero hizo lo que le dije.

—No puedes decirme que hacer. ¡No eres mi madre!—. El otro niño le gritó a la mujer desafiantemente.

Evan Buckley: SecuestradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora