01

227 37 11
                                    

Entre sus tantas memorias perdidas en la monotonía de su vida diaria, Jungkook podía olvidar muchas cosas con el pasar de los años que empezaban a tornarse repetitivos.

Sus días se habían convertido en una rutina que fue emocionante durante sus primeros años debido a la libertad que tenía para explorar el bosque. Su madre siempre le dejaba a ir o hacer lo que quisiera mientras tuviera cuidado de no dañarse y respetara la única regla inquebrantable que había en su familia, aquello que se le tenía prohibido irrespetar:

No cruzar la barrera que los separaba de los humanos, y por nada del mundo, nunca, jamás, salir del bosque.

Su mamá se lo había estado repitiendo cada vez que podía durante los últimos meses, como nunca antes había hecho en sus trece años de vida, y Jungkook se hacía una pequeña idea del porqué.

No sabía si era porque estaba entrando a una nueva etapa de crecimiento, o si había algo más allá que estaba cambiando, pero últimamente, todas las cosas que antes le gustaban y que conseguían llenar sus días de una emoción, dejaban de hacerlo.

Poco a poco se estaba quedando sin algo que lo llenara de emoción y el tiempo se sentía correr a un ritmo diferente. Su interés en las cosas era distinto a cuando era más pequeño o simplemente se esfumaba, casi tan rápido como el aleteo de las mariposas que volaban fuera de su hogar por las mañanas.

Sus primos y hermanos eran demasiado pequeños para hablar sobre las cosas que empezaban a interesarle y siempre querían jugar a lo mismo, por lo que Jungkook entendía que su mamá se preocupara por los cambios en su comportamiento, pero no era para tanto.

Es decir, sí... estaba cambiando, pero Jungkook aún encontraba la emoción que tenía su vida en el inmenso río en el que se perdía todas las mañanas cuando el sol recién salía, el que lo recibía como si fuera parte de sí mismo y que le presentaba todo el bosque cuando se animaba a seguirlo. Nunca había tenido razones para querer cruzar la barrera si tenía todo eso para explorar.

O al menos así había sido hasta que Jungkook conoció a alguien.

Su padres toda su vida le habían contado sobre lo peligrosas que eran las personas más allá de la barrera y la forma en que habían asesinado al abuelo de su madre hace muchos años atrás, quien solo había intentado protegerlos y alejarlos de la malicia que aseguraba que podía caer sobre ellos si el mundo los descubría.

Jungkook en algunas ocasiones había espiado en los límites para comprobar si lo que decía su familia era cierto. Había encontrado a los humanos con utensilios de metal, rompiendo y matando todo a su paso, a los tantos animales que no eran obedientes como él y rebasaban los límites que los protegían. Siempre iban y asesinaban a los venados que no lograban mantenerse en la seguridad del bosque.

Las personas que veía eran malas y Jungkook no había encontrado alguna razón para querer acercarse a ellas.

Hasta ese día.

El clima empezaba a vestirse de otros calores con la llegada del otoño y Jungkook se había alejado un rato de casa para seguir la llegada de la lluvia, las gotas frescas resbalando en las altas hojas en un largo camino hasta impactar contra su rostro, con el aroma a pino en cada una de ellas acumulándose hasta impregnarse en su piel tersa, la misma que se le erizó en terror cuando escuchó gritos agudos a la acercándose rápidamente, de inmediato agudizando sus oídos hasta percibir detalladamente una respiración agitada que lo puso en alerta entre más se aproximaba.

Las personas no solían acercarse tanto a la valla.

—Ven aquí, pequeño idiota. No seas cobarde —una voz demasiado aguda se escuchó junto al resto de respiraciones que se acercaban, cansadas y jadeantes por recaudar el aire que faltaba en sus pulmones—. Atrévete a repetir eso ahora que estamos solo nosotros. No creas que lo olvidaré ni lo dejaré pasar.

The Forest | TKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora