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Jungkook sentía que su corazón latía con ansia al pensar en que tal vez se había metido en un problema muy grande por llamar la atención de un humano. Su madre le había dicho que aún no tenía la edad suficiente para interactuar con uno de ellos porque aún no era capaz de comprender lo que eso podía ocasionar, pero ahí estaba, vigilando en el límite de su territorio por si aquel niño regresaba.

Había rogado para sus adentros que no lo hiciera porque alguien de su familia podía pasar por la zona y enterarse, sin duda lo castigarían por desobedecer las más sencillas reglas que sus primos y hermanos sí seguían. Jungkook no pensaba cometer el mismo error dos veces y por eso se mantuvo alejado del lugar en el que lo conoció. Lo intentó, pero después de un rato, pensó que si el niño volvía a buscarlo y alguien más que no fuera él lo encontraba, entonces su secreto correría riesgo de ser descubierto.

Por eso volvió, solo por eso.

Jungkook interceptó un ciervo andando apresurado en su dirección tras el canto de los pájaros que cuidaban la muralla, y no necesitó acercarse más porque pronto escuchó una pequeña voz a varios metros de distancia.

—Esta vez no voy a cruzar, solo vine a traerte algo. Un regalo.

Ese niño... ¿Con quién estaba hablando? ¿Se había atrevido a traer a alguien más después de lo que vio?

Jungkook dio una suave caricia en la frente del pequeño ciervo que le miraba atento, y en cuanto lo vio retirarse con calma, emitió un pequeño silbido para tranquilizar también a todas las aves de la zona que guardaron silencio ante su presencia. Los pasos del cervatillo le sirvieron de distracción para poder disfrazar los suyos, y rápidamente se escondió tras uno de los tantos árboles que lo rodeaban, cerrando sus párpados para poder agudizar sus oídos, esforzándose lo suficiente como para poder percibir hasta la respiración del niño.

Sonaba... tranquilo.

Inofensivo.

—Lo siento mucho por mirar hacia atrás cuando me dijiste que no lo hiciera, yo no... No sabía.

Jungkook realmente no sintió que su presencia fuera una amenaza porque ni siquiera se estaba acercando, estaba respetando la frontera separada por la valla y... ¿Era posible que estuviera intentando hablar con él?

—Te traje unas galletas como agradecimiento por salvarme esa vez. Es lo único y lo mejor que pude conseguir en mi casa, así que solo las dejaré aquí y si te gustan te traeré más.

¿Galletas? No recordaba la última vez que había probado una, tal vez hace un par de años.

Su tío humano había llevado un paquete durante su última visita para que sus primos más pequeños las probaran, pero él ni siquiera había alcanzado a comer una entera. Solo recordaba que eran dulces.

Jungkook amaba lo dulce.

—Solo... Las dejaré aquí y me iré. No miraré atrás esta vez, te lo prometo.

Oh.

¿Será que ese niño se arrepentía de haberlo visto? Sonaba apenado.

Jungkook pensó en que quizá podría sacar ventaja del hecho de que solo lo había mirado durante un segundo y que no lo había visto bien. Eventualmente el niño iba a olvidarlo si no le respondía, así que no debía alarmarse o intervenir.

Tal vez incluso podría llegar a creer que lo había imaginado si se quedaba escondido, así como él pensó cuando despertó por la mañana.

—Está bien... Supongo que no puedes salir. Nos vemos, ángel.

¿Acababa de llamarlo... ángel? ¿Ese niño creía que él era uno?

Aunque si lo pensaba un poco, era mejor para él que creyera eso. Significaba que no sabía bien qué era, por lo que tampoco debía preocuparse por que supiera algo sobre su familia. Era más seguro.

Jungkook contuvo la respiración al percibir el crujido del suelo junto a unos pasos lentos y sigilosos, pero sus latidos agitados volvieron rápidamente a la normalidad cuando notó que era porque el niño se estaba alejando, estaba haciendo lo dijo que haría.

Lo vio tomar un pequeño morral que se colgó en la espalda, y Jungkook se asomó de su escondite cuando lo escuchó detenerse por un momento para mover su cabeza ligeramente a un lado, como si hubiera percibido algo, pero no volteó lo suficiente para poder verlo.

¿Realmente no vas a girar? ¿No vas a mirarme?

El niño suspiró antes de retomar su camino y Jungkook avanzó hasta la muralla cuando vio su silueta perdiéndose entre los árboles altos. Se arrodilló en el suelo para ver lo que había dejado para él y sus ojos brillaron al notar que era un pequeño tarro repleto con galletas, los granos de azúcar amontonándose en el fondo del frasco.

Oh.

No tenía planeado tomar ninguna de ellas porque el niño dijo que volvería, sería demasiado arriesgado dejar cualquier tipo de señal sobre su presencia por más mínima que fuera. Lo mejor sería dejarlo así, intacto para que creyera que nadie lo había encontrado.

Eso fue lo que la parte más lógica de Jungkook le dictó hacer, pero tan solo con darle una segunda mirada al postre que olía delicioso incluso dentro del cristal, pensó que tal vez tomar solo una no haría una gran diferencia.

Dudaba que las hubiera contado, ¿verdad?

Desenroscó la cubierta metálica con un poco de ansia y la boca se le hizo agua ante la intriga de su sabor dulce. Atrajo el frasco para ver las galletas de cerca y se dio cuenta de que dentro había un pequeño papel con una caligrafía desordenada y difícil de leer que sacó con sus dedos delgados.

Pequeño ángel,

Perdóname por haberte mirado cuando dijiste que no lo hiciera. Perdóname por haberle contado a mi hermano que te vi aunque quizás no quieres que nadie sepa. Él no me creyó de todas formas, pero te prometo que ya no insistiré y tampoco se lo contaré a nadie más. Lo siento, no te molestes conmigo, por favor.

Gracias por haberme salvado de los niños que me molestaban y del lobo que quería comerme. Jamás lo olvidaré. Estoy agradecido.

Pd. Espero que te gusten las galletas :)

Atentamente, Kim Taehyung.

Ese era su nombre.

—Kim Taehyung —Jungkook murmuró con el ceño fruncido al dejar la nota de vuelta en donde estaba, intentando colocarla en la misma posición en que la encontró—. En serio espero que no vuelvas.

Y no tendría razones para hacerlo, porque ni siquiera sabría que Jungkook había estado ahí.

Solo iba a tomar una galleta. Solo haría eso y más pronto que tarde se convertiría en parte de la imaginación de un niño humano que lo olvidaría.

Nada más.

The Forest | TKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora