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Los días después de la presentación fueron un martirio total. El ambiente se sentía especialmente incómodo y tanto Suga como Oikawa parecían estar más distantes que nunca.

Un muro de hielo se empezó a construir entre los dos y la distancia acrecentaba formando un abismo que muy difícilmente alguno de ellos se atrevería a traspasar, el silencio era tan abrumador, sin embargo, ninguno se atrevía a contestar más de monosílabos cuando era necesario o la oportunidad se presentaba.

Dolía, dolía mucho ver como todo se había hecho trizas en un momento en el que se sintió con la confianza de confesarse porque se sentía estúpidamente correspondido.

Que iluso, era un idiota ¿Por qué había visto amor en donde sólo había afecto?

Que pasarán años juntos no significaba que en el algún momento su maldito manager sintiera algo distinto, que todas esas atenciones eran por pura amabilidad y cortesía. Se sentía tan frustrado y molesto con él mismo, tanto que ni siquiera sentía como la calidez del tequila raspaba su garganta.

Quería olvidarlo y ahogar sus penas, pero... ¿Cómo lo iba hacer si llevaba años enamorado? ¿Cómo si durante todo ese tiempo las mariposas en su estómago fueron alimentadas por tiernos pensamientos?

Dios... ¿Por qué todo era tan complicado?

Volvió a beber de golpe otro caballito de tequila y cuando una de las tantas canciones del lugar empezó a sonar a todo volumen, su mente nublada lo llevó a la pista donde robó más de un suspiro.

El movimiento de sus caderas eran hipnótico y lleno de sensualidad, sus manos recorrían desde su cuello hasta su cintura mientras cada poro de su piel suplicaba por sentir la calidez de alguien más.

Quería olvidarlo...

Quería... qué todo volviera a lo que alguna vez fue, donde compartía noches de destrampe junto a él y no tenia miedo de bailar cerca suyo porque se sentía especial y emocionado. La sensación de su corazón acelerado cuando sus manos rozaban discretamente su cintura mientras su aliento golpeaba con la parte trasera de su nuca coloreando sus mejillas...

De tan solo recordar esos días en el pasado podía sentir como su piel se erizaba y su embriagada mente empezaba a jugarle chueco.

Quería olvidarlo y por eso estaba esa noche ahí, dispuesto a ahogarse en el alcohol hasta que dejara de pensarlo y su alma ya no pidiera por él. No recordaba cuánto licor ya había consumido, pero seguro era lo suficiente como para ya no ser consciente de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

Sintió unos fuertes brazos rodearlo por detrás y una palma lo empujó hacia atrás chocando contra el pecho de alguien más. Sugawara recargó su cabeza mientras su imaginación le traía la imagen de Oikawa a su presente.

Siguió moviéndose al ritmo de la música y cuando sintió un toque húmedo sobre su cuello se alejó, como si de pronto cayera en cuenta de lo que estaba haciendo. Quiso alejarse, pero el hombre lo sostuvo del antebrazo y se lo impidió.

—¿A dónde vas? Primero te me acercas como una zorra y me coqueteas como si nada y... ¿Ya te quieres ir?—

—N...no, yo— Koushi parpadeó varias veces tratando de entender y se jaloneo para zafarse del agarre —Hubo una equivocación, yo lo siento mucho. Pero...

—¿Una equivocación?— cuestionó mientras se acercaba aún más encendiendo los sentidos de alerta en el peligris. —Aquí no hay equivocaciones —

Lo tomó de la cintura con brusquedad y el vocalista cerró los ojos con fuerza pidiendo ayuda en su interior. No quería armar un escándalo, pero para esas alturas parecía que no tenía otra opción. Sin embargo, antes de que actuará sintió como el agarre se aflojó y de pronto todo el lugar quedó en silencio.

Abrió los ojos con cuidado y trato de no perder el equilibrio por lo precipitado y espontáneo que fue todo. Volteó a observar a su agresor y lo vio sobandose la quijada.

¿Qué había pasado?

—Dijo que fue un accidente— su voz lo estremeció y de manera automática Sugawara volteó a ver al dueño, solo para llevarse la sorpresa de encontrarse al dueño de su mal de amores realmente furioso y con el puño fuertemente apretado.

—Tooru...— susurró

—¿Acaso eres un puto animal para no entender lo que alguien dice?— el castaño se acercó y lo tomó del cuello de la playera de forma amenazante.

—¿Quién te crees que eres para interferir? ¿Eres su guardián? —se burló ante los reclamos del manager y eso sólo encendió más su cólera.

—Te importa una mierda quien sea, no quiero que en tu puta y mísera vida vuelvas a ponerle una mano encima—

El peligris estaba desconcertado, no entendía lo que estaba pasando o por qué Oikawa estaba ahí en primer lugar. Pero debía admitir que en todos sus años de conocerlo nunca lo había visto tan molesto y furioso.

La rabia era perfectamente visible en aquellas iris chocolate y todas sus facciones se habían descompuesto.

—¿Y si no quiero que? Tu bien sabes que él volverá aquí y yo me terminaré acostando con él, quizás esas expresiones tan bonitas se vean mucho mejor cuando le abra las piernas—

Y entonces todo pasó demasiado rápido, Oikawa se abalanzó sin piedad sobre el hombre y lo golpeó hasta que sus nudillos se abrieron de toda la fuerza que había utilizado, no le importó ser el centro de atención o que todo el mundo lo estuviera viendo y grabando para transmitirlo en sus redes sociales, todos eran testigos de esa brutal paliza que ese verdugo le estaba propinando a un hombre que ni siquiera tenía tiempo de defenderse.

—Tooru— Sugawara se acercó, pero ante el llamado no hubo necesidad de dar otro paso más, pues el mencionado dejó en paz por fin al hombre y se acercó al peligris para ponerle su saco encima cubriéndole hasta la cabeza

—No hables— ordenó y lo sacó con rapidez de ahí.

Pero... ¿Qué había pasado?

Rosa PastelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora