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El show de talentos estaba a punto de comenzar y un platinado estaba muy nervioso, demasiado, mucho. Arg... esto era una mala idea ¿por qué demonios había aceptado?

La puerta se abrió y observo como la sonrisa traviesa de cierto castaño se aparecía en su campo de visión dándole la respuesta a su pregunta.

Había sido por él...

La preparatoria había organizado un pequeño concurso donde los alumnos pudieran mostrar cada uno de sus talentos y por supuesto que la influencia de Oikawa tuvo mucho que ver en su decisión. No se consideraba alguien talentoso, pero después de compartir unas cuantas canciones junto a él y ser atrapado tarareando y cantando fueron suficientes para no quitarse a Tooru de encima quién no perdía oportunidad para recordarle que cantaba muy bonito y que tenía todo para volverse famoso.

El calor se apoderó de sus mejillas y sintió su corazón brincar de emoción al recordar la efusión con lo que lo había abrazado.

Tardes de helados, llamadas de estudio hasta muy entrada la noche, mensajes en las madrugadas y el compartir las canciones favoritas de ambos habían alimentado ese vínculo que era innegable entre los dos. Sus miradas gritaban por la presencia del otro, pero sus corazones callaban en una dolorosa tortura e incertidumbre.

Se gustaban, estaba claro. Sin embargo... no pasaban de ahí, quizás por la sencilla razón de que no querían arruinar su amistad si todo en el agua punto se llegase a torcer así que, para protegerse mutuamente decidieron conformarse con migajas de amor.

Oh... si tan solo supieran que su pequeño sacrificio no sirvió.

—¿Estás listo?— Oikawa se acercó con un ramo de flores entre manos y aquel gesto le robo el aliento al peligris quien únicamente desvío la mirada para evitar colorear sus mejillas.

—No...— se sinceró —Estoy tan nervioso que podría vomitar— admitió y en respuesta Tooru tomó sus manos dándole las flores en el proceso.

—Hey, lo harás precioso. Suga-chan...— lo llamó con suavidad y ante esto le dirigió la mirada perdiéndose en la intensidad de ese chocolate —Eres increíblemente talentoso, confía en mi—

Las palabras no sólo le endulzaron los oídos, sino que le encantaron la razón y sintió calidez en su pecho. Las lágrimas amenazaron con salir y negó con la cabeza para espantarlas.

Siempre era lo mismo. Oikawa siempre sabía que decir en el momento indicado.

—¿Las flores no van a último?— cuestionó divertido y el contrario soltó una risa

—Quiero darte flores en cada presentación, así que esta sólo será la primera de muchas— asintió con suavidad para darle más credibilidad a sus palabras —Ahora rompete una pierna—

Ambos soltaron una carcajada y por las bocinas se escuchó el nombre de Suga, al parecer era el siguiente en pasar.

El mencionado soltó una bocanada de aire y le dedicó una suave sonrisa a Tooru que fue devuelta con esa misma intensidad, casi era un susurro donde confesaban lo que sentían de una forma inocente y jasta infantil.

Salió y el castaño lo siguió hasta quedarse tras bambalinas, Koushi tomó el micrófono y trató de no centrar su mirada en el público o en caso contrario iba a sucumbir ante el pánico escénico.

La música empezó a sonar por todo el recinto y todos los momentos que había compartido con el castaño empezaron a invadir sus memorias, sabía que la canción era para él, la había elegido deliberadamente para ese momento porque sin él, no estaría ahí.

—Lo nuestro no es un juego, lo puedo descifrar. En la ruleta del amor hay que ganar— empezó a cantar y a medida que la canción avanzaba empezaba a tomar más confianza y sus movimientos se empezaban a volver más sueltos. El publico se empezó a unir y aplaudían al ritmo de la melodía mientras el peligris se paseaba por el escenario —Baila mi corazón, baila para los dos. Sé que es amor—

La letra empezó a golpear de otra forma al castaño y sintió como su esternón se apretujaba con dolor. No sólo se habia dado cuenta de que era correspondido sino que también Suga brillaba igual que una estrella y que daría lo que sea con tal de mantener ese brillo incluso si eso implicaba apagar el suyo.

—Sé que es amor...

***

Lo era. Era tanto amor que se sentía morir, lo adoraba y aún así... Lo estaba lastimando con sus acciones, lo hería al negarle lo que le pedía y se estaba hiriendo a él mismo. Pero ¿qué otra cosa podría hacer? Sí las cosas terminaban mal jamás podría acercarse de nuevo a él y ni siquiera podría admirar ese brillo a la distancia.

Lo amaba tanto, mierda. Lo había amado desde hace años y aún así sabía que el amor no era suficiente para mantenerse.

Realmente esperaba que algún día lo perdonara por todo lo que le había hecho. No era su intención.

Soltó un suspiro y saco una cajetilla de cigarros para encender uno. Semi se acercó y rodeo su cuello de manera juguetona.

—¿Por qué el guapo manager está tan pensativo?— cuestionó en tono coqueto y Oikawa no dijo ni una sola palabra. Pero esa mirada lastimero era suficiente para saber que era lo que anhelaba en ese momento.

Claro que saberlo le hería el orgullo al guitarrista, no obstante, él había aceptado todas las condiciones desde que propuso el trato. Así que bajo la mirada soportando su propio dolor y pegó su cuerpo al ajeno.

—Puedes hacerlo— murmuró —Usame si te duele verlo—

Tooru alzó ambas cejas y se retiró el cigarro de los labios.

—Semi, no creo que nuestra relación sea lo mejor. Yo creo que...

—No— interrumpió —Yo fui quien lo propuso, yo fui quien te dijo que podrías amarlo mientras me acariciabas, así que hazlo. Sólo... no digas su nombre en esta ocasión, mantenlo en tus pensamientos e imagina que soy él en silencio—

—Yo...—

Semi se separó y lo tomó de la mano para guiarlo hacia los camerinos

—Esta bien. Hazlo.

Era amor... lo era y dolía como el infierno.

Rosa PastelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora