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Sugawara apretó el celular demasiado fuerte, sintió cierta inquietud en el pecho y negó con la cabeza. Algo en ese mensaje no le daba buena espina, pero... no tenía porqué dudar.

Semi dijo que Oikawa lo estaba esperando en su camerino porque quería hablar con él los horarios de las próximas entrevistas y aunque le cayó de variedad el hecho de que fuera el peligris quien le pasara el recado aceptó de manera rápida la petición.

La razón de que fuera de esa forma quizás era más simple de lo que parecía. Estaban distanciados desde hace un buen tiempo que dirigirse la palabra de forma directa les lastimaba sin saberlo y aún así... estaba dispuesto a ir a buscarlo sin con ello podría conseguir una mirada más por parte del castaño. No sólo había sido rechazado, sino que estaba perdiendo a su mejor amigo y quien lo había acompañado desde que iban juntos a la escuela.

Si tan sólo pudiera regresar el tiempo se callaría sus sentimientos un rato más, no hablaría, no diría nada. Lo seguiría amando en silencio si con ello lograba perdurar la compañía contraria por toda la eternidad.

Lo amaba tanto que se conformaría con simplemente ser amigos aunque eso le hiciera trizas el corazón y le quebrara el alma en mil pedazos porque por lo menos de esa forma aun mantendría su mirada un poco más.

Así que sí, lo iría a ver porque aún no aprendía la lección y porque aún quedaba un rayo de esperanza en ese frágil espíritu de anhelar lo que no se puede tener.

Oikawa arrinconó a Semi con brusquedad y lo besó sin delicadeza alguna, las cosas que había en ese pequeño tocador terminaron en el suelo causando bastante ruido. El peligris empujó sus caderas con las contrarias y continuo con el fogoso beso mientras sus manos se metían a la camisa del castaño para empezar a acariciar su cuerpo.

—Oi...— gimió —Oikawa...

El sonido estremeció al mencionado de pies a cabeza pues estaba claro que esa no era la voz que quería escuchar.

Sus labios empezaron a marcar un camino desde su mandíbula hasta su cuello dejando varias marcas rojizas en el transcurso. Semi desabrocho el cinturón ajeno y con gran maestría lo retiro a la par que introducía una de sus manos para empezar a acariciar su virilidad.

—Su... Suga— apretó la mandíbula y después ejerció una suave mordida en su hombro blanquecino mientras se iba despojando de todas las ropas del menor.

—Shhh...— besó sus labios aguantando el dolor de escuchar un nombre que no era suyo —Recuerda mi petición — mordió el labio inferior y empezó a empujar a Tooru hasta sentarlo en un sillón que daba de espaldas a la puerta.

Semi echó un vistazo hacia la entrada que no se había molestado en cerrar y después se subió en el regazo de su pareja para volver a fundir sus labios con los del más alto. Restrego su trasero contra el prominente bulto debajo suyo y soltó un gemido casi angelical.

Retiró lo último que le quedaba de ropa y quedó a merced de Tooru, la temperatura seguía subiendo y sus manos fueron a dar a sus caderas mientras se introducía por primera vez.

Soltó un gruñido y cerró los ojos, dejó caer su cabeza en el hombro de Semi y empezó con el vaivén lento, suave, enloquecedor. Cualquiera que los viera pensaría que eran excelentes amantes, Eita jadeaba con sus mejillas sonrojadas y el sudor empezaba a aperlar su cuerpo de forma casi artística y bella resaltando cada una de sus curvas y delicadeza de su piel.

Sus labios entreabiertos eran sinónimo de tentación total y esos gemidos eran música para quien sea que los escuchara. Pero... en la imaginación de Oikawa solo estaba la presencia de Koushi, sus manos recorrían la piel de su amigo fiel y gozaba del interior de ese ángel que le había robado el corazón desde la secundaria.

Suga...

No lo dejaba de pensar y aún así tenía tanto miedo de amarlo y arruinarlo. Ignoraba la obviedad del asunto, esa donde ya estaba todo destrozado y solo era cuestión de tiempo para que se viniera abajo todo y ya no hubiese marcha atrás.

Suga...

Cuanto quería pronunciar su nombre y mirar sus ojos avellana, cuanto quería besar sus lunares y decirle lo mucho que lo amaba.

Moría por hacerlo y en vez de eso se conformaba con las migajas de un trato poco honroso que lo hería aún más.

—Oikawa...— Semi canturreo y elevo una plegaria cuando sintió sus paredes estrecharse alrededor de su falo llevándolo a puntos inimaginables de placer. Se envolvían en aquella pecaminosa danza y cuando no se podía poner peor...

El objetivo malicioso de Eita se cumplió.

La puerta se abrió despacio, casi con timidez y en aquella pequeña abertura pudo deslumbrar la mirada dolida de Koushi, pudo ver como se llevaba las manos al pecho y duda si permanecer inmóvil o largarse una vez de ahí.

¿Por que? ¿Eso era lo que quería Oikawa? ¿Ver como se revolcaba con Semi? El pecho le dolía, sintió como los restos de su corazón se terminaban de hacer trizas y esa sonrisa triunfadora en el peligris le enfermaba, le revolvía el estómago y lo hacía sentir repulsión.

Ese hijo de puta...

Ese hijo de... las lágrimas poblaron sus ojos y sintió perder las fuerzas en sus piernas. El esternón se le estrujo de forma tan lamentable que ardía, sintió un nudo en la garganta y las gotas saladas por fin bañaron sus mejillas en un llanto silencio.

"No eres aquel que prometió ser mi superheroe"

Rosa PastelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora