9: salieron de San Isidro

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Franco

El rodeo estaba en la parte final de pueblo, una enorme explanada de tierra rojiza donde estaba situada una pequeña feria con variadas tiendas y juegos, nada exagerando ni de otro mundo, pero que aún así se encontraba repleto de personas, todos los habitantes de Heinz 57 estaban allí, disfrutando de un miércoles por la noche en familia.

En algún punto del lugar tocaba una banda música country y la melodía de los instrumentos sonaba en todas partes por unos anticuados altavoces.

—Vengan, por aquí.

La rubia casamentera tomo mi mano, y sus labios rosados formaron una sonrisa al arrastrarme entre el tumulto de personas.

—Prometiste que aprenderias a divertirte— dijo Cata en voz alta por el ruido, con su brazo alrededor del de Palermo le dio una mirada tierna al ladrón.

Él se limito en responderle con una exageranda exhalación, y sin rechistar se dejó llevar detrás de nosotros, con un Chungui revoltoso y feliz que no se despegaba de nuestros pasos.
Nos adentramos por el estrecho pasillo de tiendas, encima de nuestras cabezas banderines silbaban al ser golpeados por el viento, y el rostro rosáceo de Virginia se baño por los colores vibrantes de las luces que decoraban la feria. El tul de su pomposo vestido blanco brillo por el contraste, brillo tanto como su mirada verde y su sonrisa risueña.

—¿Estas ferias las hacen todo el tiempo?—pregunté unos minutos después, sintiéndome como un intruso, las personas empezaban a notar que no eramos de allí y no dejaban de mirarnos.

Cata y Palermo venían unos metros atrás, ella señalando todo lo que le parecía bonito y diciendole que lo quería. El siempre decía que no, pero ella seguía insistiendo en el puesto de al lado.

—Una vez al mes, siempre solía escaparme para venir.

Continuamos caminando uno al lado del otro, nuestras manos seguían unidas, y desee internamente que no me soltará por un rato más, me gustaba la sensación de seguridad que sentía.

—¿Aquí conociste a Freud?

Ella asintió.

—Descubrió que no era de aquí, pero me dejó quedarme un rato más y venir cuando quisiera por que le caí bien.

—¿Y luego se enamoraron?—supusé.

—A primera vista—su sonrisa flaqueo—. Aunque aveces me pregunto si el amor a primera vista en verdad existe, ¿tu que crees?

—Creo que si—respondí de inmediato, mirándola a los ojos y el rubor en sus mejillas de intensificó.

—Yo también creo que si, pero depende de ciertos factores—la sonrisa se avivó, todo en ella tenía tanta energía, como un sol que te calienta la piel en la mañana, era luz, desde la punta del cabello rubio hasta las suelas de las zapatillas rosadas.

—¿Y cuales son esos factores?

—El escenario, es el más importante. La primera escena que recordarán por el resto de sus vidas debe ser perfecta. La vestimenta, otro gran punto.

—Creo que en eso fallamos—alce una ceja, echandole una mirada divertida a nuestros atuendos y sacándole una carcajada.

—No damos una buena impresión, pero si un gran susto.

La banda del perro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora