0: ojalá me lleve el diablo

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Unas semanas atrás había decido retirarme de mi profesión como ladrón

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Unas semanas atrás había decido retirarme de mi profesión como ladrón. ¿El motivo? Estaba harto de todo.

Desde hacía años deseaba saber que era vivir una vida tranquila, tener amistades normales que no fueran sicarios, ladrones o estafadores. Trabajar algo decente, normal, donde no tuviera que ir oculto y con dobles intenciones. Confiar en las personas y se alguien de confianza. Quería mudarme de aquella enorme casa que era más una cárcel que un hogar e irme a un lugar cerca de la playa, relajarme bajo el sol mientras escuchaba el mar y me bebía una piña colada.

Un cambio de ambiente. Un nuevo inicio. Empezar desde cero lejos del circulo toxico y vicioso donde fui criado. Ser una nueva persona, una versión distinta a la huraña y poco habladora que me había convertido al entrar en aquel mundo.

Mi familia de repleta de delincuentes se negó a mi jubilación tan repentina. Para ellos fue inaceptable un retiro cuando me encontraba en la cúspide de mi carrera, y las amenazas de matarme y no dejar huella de mi paso por el mundo, y otras amenazas desagradables, no tardaron en llegar. Ir contra los ancianos Palmisano era una condena al infierno.

Y el fuego me quemaba los tobillos, sin duda.

Transcurrieron días oscuros en la familia, hasta que fui convocado a una reunión en el despacho de mi abuelo. Dentro de las paredes forradas de estantes llenos libros y una colección de escopetas, lo acompañaban sus hermanos y mi madre.

Sus expresiones me hicieron sentir que sería sentenciado a pena de muerte.

No hablaron mucho. Su única condición para aceptar mi retiro fue simple; debía robar un maletín lleno de joyas que sería guardado pronto en las bóvedas de un banco.

Sencillo, pensé, y aceptar al instante fue mi error.

―Pero debes hacerlo a mano armada, a plena mañana cuando el banco abra―agrego mi madre. Sentí que el mundo se desmoronó sobre mis pies―. Si tantos trucos ni estrategias, lo harás de frente.

Uno de mis tíos movió su bigote de lado a lado, contento por la decisión.

―Como en nuestros inicios.

―Ese no es mi estilo…

El abuelo rechisto, encendiéndose un tabaco y arrugue la cara en desagrado. Odiaba el humo del tabaco.

―Un verdadero ladrón no necesita de estilos para hacer su trabajo.

Respire profundo, masajeándome las cienes.

―Me refiero a que no es mi método. Ni cuando adolescente hice atracos de ese tipo, no sé cómo hacerlos, no me saldrá bien. Pídanme robar otra cosa, en el país más lejano con la seguridad mas cojonuda, pero no entrar a un maldito banco armado y solo.

―Ese es el trato, si no lo aceptas tienes tres opciones―hablo mi madre, cuando se trataba de la organización era ella la más cruda con las condiciones―. Uno, seguir en el trabajo familiar. Dos, fugarte y que mandemos a un matón por ti. Y tres, no seguir en el trabajo familiar pero no volverás a salir de esta casa.

Sonreí incrédulo, debía estar bromeando.

―Tengo veinticinco años, no me traten como un niño.

―Exacto, tienes veinticinco años, y aun no has robado con una puta pistola en la mano―reprocho otro de mis tíos.

A veces los odiaba a todos. Esa era una de esas veces.

― ¿Quién hizo el encargo?

Pocas de las cosas que robaba eran para nosotros, algunas las llevamos a subastas ilegales y otras eran encargos hecho por personas de gran poder, ¿Quiénes eran? Ni idea, el abuelo solo nos daba una carpeta con la información; ubicación, el objeto a robar y de quien debía cuidarme, el resto era mi trabajo investigarlo para armar un buen plan.

Esa vez quería saber quién era el cliente y los cuatro ancianos esbozaron sonrisas maliciosas, como cuando tenía catorce años y llegué de realizar mi primer robo.

―Nadie. Si lo robas será para ti, para que vivas plenamente tu retiro.

Que carajos...

―Para que no creas que no nos preocupamos por ti―dijo, con una dulzura maternal falsa―. Esa será tu liquidación.

Negando me levante de la silla, no podía seguir escuchándolos. Eran tan cínicos.

―Esto va salir muy mal.

―Te daré un consejo, de abuelo a nieto―me señalo con el tabaco y exhalo el humo―. Lo difícil no será robar el maletín, lo difícil será huir sin que te atrapen. De eso trata todo. Ten eso en cuenta y todo saldrá a la perfección, tanto como te gusta.

―Huir es lo más complicado. Si logras huir victorioso serás un orgullo para toda la familia, y tu retiro estaría entre los más honorables.

―Nunca me ha perseguido la policía.

―Es muy emocionante―mi abuelo sonrió al recordar su juventud.

―Y divertido.

―Debes experimentarlo por una vez en tu vida. La sensación es fantástica.

Los ancianos asintieron felices, su muchacho estaría en una persecución policial por primera vez.

―Intenta no morir de un balazo, sería una vergüenza―mi madre miro con disgusto a la ventana, pareciéndole más interesante el exterior―. Y por favor, no regreses a esta casa.

No me sorprendió su actitud, solía ser manipuladora y hacia lo que le venía en gana con todos. Mi abuelo era el líder, pero ella tomaba las decisiones importantes.
Exiliarme con un gran porcentaje de fracaso y de muerte, fue su venganza por llevarle la contraria.

―Descuida madre, no me pasara nada, y tampoco volverás a verme, jamás―temblando, recogí la carpeta que el abuelo me ofrecía―. Con su permiso, debo planear mi último robo.

Me iba llevar el diablo.

El sonido de la puerta cerrándose con fuerza y la voz de mi madre diciendo “ingrato” seguiría retumbado en mi mente un par de días después.

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