Capítulo 17

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Aquello ojos cansados observaba el paisaje mientras el auto avanzaba, nadie decía nada y era mejor así, paso sus dedos por el cinturón de seguridad mirando algunos autos ir y venir, soltó un suspiro recargando su cabeza en la ventanilla, observó a su madre de reojo quien estaba en el asiento del copiloto mirando por la ventana miro enfrente observando a su padre quien tenia la vista enfrente, cerro los ojos un minuto, se sentia tan cansado.

Miranda apretaba una de sus manos mirando por la ventana la incomodidad que sentia aún lado de su hijo y esposo no podía explicarla, tenía la necesidad de decir algo más las palabras se atoraban en su garganta no debió haber ido al hospital eso era lo que se repetía una y otra vez.

Mientras tanto Lancé apretaba el volante mirando de vez en cuando por el retrovisor para mirar a su hijo, estaba demasiado preocupado con el, tenía en claro que necesitaba ayuda pero sabía cómo era por más que la necesitará Viktor no aceptaría esa ayuda, necesitaba hacer algo para convencerlo, pero ¿que cosa lo haría aceptar ayuda otra vez? Observó el retrovisor mirando a su hijo quien miraba la ventana con tristeza, carraspeo un poco llamando la atención de su esposa y hijo.

— ¿Que les parece pasar por un helado antes de llegar a casa? — comento con un tono muy tranquilo mirando enfrente comenzando a manejar.

Viktor apretó el cinturón aún mirando la ventanilla, Miranda apretó sus manos abriendo sus labios.

— No creo que Viktor qui- — corto sus palabras cuando la voz sería de su hijo resonó en el auto.

— Me parece bien — comento apenas, Lancé abrió sus labios y con un tono tranquilo.

— Muy bien conozco el lugar correcto — comento un poco más animado, comenzando a manejar hacia el lugar.

Habían llegado al lugar era un pequeño local color rosa, con adornos muy bonitos en forma de helado o algunas frutas, las mesas eran de color aqua estaban esparcidas alrededor del local incluso afuera de este, todos los empleados usaban uniforme rosado con un mandil negro con el nombre del lugar en letras rosadas en el centro de este, entrecerró los ojos al ver el lugar, para luego mirar a su padre.

—¿Cómo conociste este lugar? No es un lugar donde tú irías  —comento casi en susurro, Lance observo a su primogénito.

— Bueno aquí nos conocimos tu madre y yo — comento melancólico, Viktor miro a su madre quien giró su cabeza a otro lado, volviendo a ver el lugar.

— Que cursi —  camino hasta una de las mesas para sentarse mientras Lance observaba a su esposa quien camino hasta la mesa donde Viktor estaba.

Soltó un suspiro solo deseaba que esto no saliera mal de verdad lo deseaba, caminando hacia una joven para pedir lo que iban a consumir.

Después de un par de minutos llegó un eufórico joven de cabellos lilas, con ojos onix y una piel blanca con la sonrisa más brillante que vio ese dia, dejando los helados, Viktor observó como era dejado frente suyo una copa de helado enorme casi quedó boquiabierto al ver la cantidad de helado que tenía que comer, el joven al terminar de dejar las demás copas sonrió con entusiasmo abriendo sus labios.

— Que lo disfruten mucho, ¡son especialmente para ustedes! — comento eufórico sin borrar aquella dulce sonrisa.

— Gracias — murmuro Viktor mirando al joven, quien poso su mirada onix hacia el de orbes azules sonriendo con dulzura.

— De nada~ — canturreo con alegría guiñándole un ojo para después irse, Viktor lo miro confundido volteando a ver a su progenitor que sonrió.

Después de unos minutos y ciertas miradas de aquel chico de cabellos lilas, Viktor tomo un respiro y estaba experimentando incómodidad no por aquellas miradas si no por las de su propio padre y su intento de "aligerar" el ambiente, ni siquiera supo el porque le dijo que si al escuchar la sugerencia del helado sabía por dónde iba esa situación la misma que había estado ocurriendo los últimos años no podía sentirse más jodido de lo que estaba, tomo la cuchara entre sus dedos observando el helado derritiéndose, tomo una buen porción con la cuchara y la llevo a su boca, el delicioso sabor de la vainilla y fresa inundó su paladar deleitándolo con el dulce y cremoso sabor de los helados, por un minuto olvidó sus preocupaciones y se dedicó a comer aquel delicioso helado como un niño pequeño, sin importarle que sus padres estuvieran a un minuto de irse por el incómodo ambiente que formaban ambos.

Un jodido día más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora