-FBI-
Cuando México llego al parque, se me asignó ser su enfermero personal.
Yo, un asesino entrenado, enfermero de una niña... maravilloso.Llegue a la palapa que había hecho Estados Unidos para ella. Llevaba sueros, medicamentos y un kit básico de emergencia.
La vi sentada en el suelo, echa bolita viendo al frente.
Mi primera impresión, fue que estaba desnutrida hasta los huesos.- Knock knock - anuncié mi llegada.
Giró la cabeza hacia mi, su cabello cayendo en sus hombros, sus ojos verdes brillando con la poca luz que entraba del techo.
- ¿Qué haces aquí? - me hablo con la voz rasposa, seguro no había tomado agua en bastante tiempo.
- Vengo a hacerla de niñero - me acerqué dejando los medicamentos en el suelo a lado de ella.
- ¿No se supone tu eres un... asesino? - me levantó una ceja burlona.
Muy chistosita y sarcástica tenía que ser.
- Se supone - vociferé enojado, podría estar haciendo cosas mejores que cuidar a la princesita Azteca.
Saque las jeringas, colocando el suero para inyectárselo poco a poco en el brazo.
- No tienes por que ayudarme - me susurró.
Gire los ojos con una mueca; queriéndose hacer a la fuerte, típico. ¿Por que no solo puede aceptar que necesita ayuda y ya?.
- Estás anoréxica y anémica - saqué otras jeringas para inyectarle hierro - Que horrible debe de ser vivir en un cuerpo que no puede hacer nada.
Levante la jeringa, que estaba bastante grande en comparación a la otra, viendo una mueca de miedo en la cara de México.
- Tengo que inyectarlo en el glúteo... - le señale a que se gire.
- ¿Es necesario? - tartamudeo nerviosa.
- No me hagas perder el tiempo - junte las cejas, mi paciencia se estaba agotando y si ella no cooperaba iba a tener que hacerlo por las malas.
Se recostó en el suelo boca abajo, viendo hacia abajo con los brazos alrededor de su cabeza.
Moví un poco la tela que le cubría el glúteo y le inyecté la jeringa sin darle tiempo para reacción, solo soltó un chillido y saltó, para después relajarse.- Con esto, unas pastillas y tres comidas al día, debes de regresar a cómo estabas antes - saque la jeringa y la guarde.
- Gracias - murmullo todavía cubriéndose la cabeza.
Suspire, sentándome a su lado, viendo hacia abajo
- ¿Que estabas pensando? - la regañe - Matando a tu gente, a tu presidente, ¿sabes lo que dicen de ti?.
Levantó la cabeza hacia mi, arrugando la nariz enojada
- No mate a los estudiantes - me dijo con seriedad.
- ¿Y al presidente? - recalque.
Ella miró abajo y se cubrió la cabeza de nuevo avergonzada.
- ONU cree que estas muerta, pero piensa que quizás tu cuerpo está en estado vegetativo y por eso tu país no se hace añicos - seguí hablando aunque a ella no le interese - Estados Unidos está vuelto loco pagando todo este terreno para que tú vivas.
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Un tango de rivales
Fiksi PenggemarEn un mundo donde los países caminan a la par de los humanos, México, una mujer con un pasado trágico, intenta volver a encajar en una sociedad que le dio la espalda hace tiempo. Mientras tanto, Rusia, un soldado retirado, se entera de varios secre...