O4 ── ゚: 。

71 19 0
                                    

El sol ha comenzado a esconderse para cuando Volkov siente que ha encontrado un poco de paz en medio del jardín, y una vez se ha calmado lo suficiente, sin lágrimas recorriendo su rostro y cuando su respiración ha dejado de sonar acelerada, se pone de pie en silencio, para finalmente dirigirse a la puerta.

Su mano tiembla levemente mientras introduce la llave en la cerradura, sin embargo, lo ignora, ingresando al que se supone que es su hogar (aunque tal vez muy en su interior, reconoce su hogar como un par de brazos morenos envueltos a su alrededor).

No le lleva mucho pensar en lo poco que ha cambiado el lugar, tal vez las únicas diferencia que encuentra, son las mismas que confirman la falta del moreno de cresta en la vivienda. Cosas sencillas y a las cuales se acostumbró con demasiada premura, tales como sus prendas tiradas por diferentes rincones de la casa, puesto que Horacio amaba hacerlo rabiar aún cuando no conseguía que se quejara sobre ello al notar un nuevo desorden; o la falta de su maquillaje en el baño, el mismo que Volkov cuidaba de no dejar caer al suelo, luego de que accidentalmente quebró uno de los labiales favoritos de Horacio, y se encontró en medio centro comercial tratando de adivinar el mismo tono para que su novio dejara de estar triste.

Se encuentra recorriendo cada rincón, desde la cocina, hasta su propio closet.

Nota que no ha renovado mucho su guardarropa, puesto que reconoce varias de las prendas colgadas en el ropero, así como sus demás pertenencias en una de las gavetas. No halla nada en demasía extraño, ni que le haga comprender qué ha sido de su vida los meses que no recuerda, pero le alivia encontrar que la camisa color vino, esa que permanecía guardada en el fondo de su ropa, intacta y sin arrugas por saber lo que provocaba en el menor al usarla, y que utilizaba sólo en ocasiones especiales, aún se encuentra allí.

Al entrar en su habitación, la misma parece intacta, reconoce para sí mismo, como si ni siquiera se tomara la molestia de descansar allí, con los muebles ordenados y la cama tendida.

Es el primer instante donde siente que puede entender un poco lo que ha ocurrido, porque justo ahora, tampoco se imagina durmiendo solo en esa cama, después de tantas noches conciliando el sueño entre los brazos de Horacio.

Termina regresando a la sala de estar luego de pasar por la cocina a tomar un vaso de agua e ingerir su medicina, ansiando no verse atacado una vez más por el molesto dolor de cabeza, tomando asiento en uno de los sofás, abrumado por el silencio que recorre la instancia, y le lastima lo vacía que se ha vuelto su vida. Ni siquiera puede compararlo al vacío de años atrás, cuando no tenía un motivo real para despertar cada mañana, cuando aún no tenía a Horacio en su vida, porque esa inmensidad que nota justo ahora, es precisamente por haber conocido lo que era tenerlo, estar junto a él.

Y no se refiere únicamente a estar en una relación con el moreno, sino a... todo.

Desde verlo cada día, poder escuchar su voz contándole alguna anécdota, ser completo espectador de su risa, sentir su corazón acelerarse solo por el hecho de verlo caminar hacia él, sentir su mirada bicolor y apartarla en el momento en que sus orbes chocaban.

Desde antes de aceptar sus sentimientos por él, antes de confesarlo en voz alta, antes siquiera de aceptar para sí mismo, lo enamorado que se encontraba de Horacio Pérez.

Y justo ahora, no sabe cómo continuar, siendo nada más que dos extraños que un día lo fueron todo.

Para su suerte, termina cayendo en los brazos de morfeo ahí mismo, sentado incómodo en el sofá, sin haber cambiado su ropa, y con el mismo dolor en su pecho que horas atrás.

.

Despierta por el sonido de alguien tocando la puerta, exaltado. Su cuerpo duele, seguramente por la posición en la que cayó dormido, sin embargo, no le presta mucha atención mientras suelta un bostezo de camino a la puerta.

Su vista arde tratando de acostumbrarse a la luz del sol que golpea su rostro al abrir la puerta, su mirada entrecerrada tratando de enfocar a la persona que se muestra delante de él.

— ¿Nikolai? —no le sorprende mucho verlo realmente, aunque una pequeña parte de él mantenía la leve esperanza de que se tratara de otra persona, una con cresta lila y orbes bicolores.

Se hace a un lado, permitiendo que pase. Caminan en un silencio cómodo hacia la cocina donde su amigo deja caer sobre la encimera una bolsa de papel con una sonrisa suave en su rostro.

— Lamento no haber podido traerte a casa cuando te dieron el alta.

— No te preocupes, eh- Horacio me trajo sin problemas.

— Espero que hayas tomado tu medicina a tiempo —menciona mientras saca unos envases con el desayuno que pasó a comprar antes de llegar y los coloca en la superficie. — Por cierto, me alegra que me hayas dejado pasar.

Suena como un comentario inofensivo, pero de igual forma, a Volkov le extraña que mencione algo al respecto, cuando siempre ha disfrutado pasar tiempo con él.

— ¿Por qué lo dices? Nunca ha sido un problema juntarnos.

— Te habías... alejado un poco, los últimos meses —menciona tras removerse un poco en su asiento.

— ¿Te refieres a... después de todo lo que pasó? ¿Entre Horacio y yo?

— Sí, supongo que necesitabas tu espacio, y no me mal entiendas, sabes que no me gusta insistir si no deseas charlar —aclara, sonriendo suavemente—, pero me costaba saber de ti.

Viktor se queda en silencio, procesando sus palabras.

— ¿Cómo fue? —nota su mirada curiosa, y aclara su voz antes de explicarse. — Yo... no recuerdo qué ocurrió —señala lo obvio, tartamudeando. — Y Horacio no parece querer hablar al respecto tampoco, así que sólo sé que terminamos, y no de la mejor manera.

— Quieres detalles que no puedo darte, porque yo tampoco sé por completo qué ocurrió —responde suavemente, comprensivo. — Un día simplemente todo comenzó a cambiar entre ustedes, y no quisiste hablar sobre ello. Luego, cuando me di cuenta, ya habían terminado, y tú no me contestabas el móvil ni me abrías la puerta, tan siquiera para saludar.

Le parece extraño, pero prefiere no mencionar nada al respecto. Se siente protagonista en una película en la cual olvidó el guión, simplemente existiendo como supone que debe hacerlo.

Termina pasando la mañana tratando de fingir una normalidad que no siente, y una vez Nikolai se marcha, permanece en la estancia ignorando la sensación de asfixia que le provoca estar entre las paredes de un hogar vacío, buscando refugio entre los recuerdos que hacen latir su fragmentado corazón.

 𝙖 𝙗𝙞𝙩 𝙤𝙛 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩𝙨 .*。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora