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Lo que resta de sus turnos es un poco más llevadero después de ese momento, con Horacio dejando de lado sus miedos y tratando de enfocarse únicamente en el presente, y funciona, al menos por ahora.

Al salir de la sede se marchan juntos, y terminan en la casa de Volkov, o en la de ambos, si el peligris se permite ser un poco soñador con respecto al futuro.

Se siente el ambiente cálido y ninguno puede borrar la sonrisa de sus labios mientras el menor ayuda al ruso a preparar la cena en medio de conversaciones banales y besos robados.

— ...entonces pensaba que podríamos ir a este restaurante del que Alanna no para de hablar, para probarlo ¿sabes? —menciona casual, mientras alcanza los platos donde servirá la cena recién hecha.

— Hablas... ¿como de, una cita o así? —murmura nervioso Horacio, y Volkov finalmente lo mira, reposando sus manos sobre la orilla de la encimera.

— ¿Por qué pareces tan sorprendido? —cuestiona al ver su expresión, un poco confundido. — No es- a ver que- no sería nuestra primera cita ni... nada.

— A ver, no es que- me gusta hablar sobre tú y yo y- y planes a futuro, juntos —aclara con rapidez, haciendo un ademán— es solo... un poco extraño volver a escucharte hablar de esta manera, supongo que- había dejado de creer que veías un futuro para nosotros.

Volkov suelta un bajo suspiro, tomando las manos de Horacio entre las suyas, buscando su total atención antes de hablar.

— No hay manera en que pueda imaginar mi vida sin ti, Horacio —menciona casual, como si no fuera suficiente dichas palabras para acelerar el pulso del menor— no tengo idea de cómo sobreviví cuando terminamos, pero sé que las semanas después del accidente fueron una tortura por no tenerte.

Horacio lo comprende, porque él también se ha sentido miserable al estar separados, aunque, debe admitir, que creyó que sólo él se sentía de esa manera, por lo que, escuchar al mayor admitir en voz alta su sentir ante la situación que vivieron, le quita un peso de encima y le hace sentir que están haciendo lo correcto ahora. No sabe cómo poner en palabras que no sean repetitivas lo que siente, así que termina ignorando el calor en sus mejillas y lleva sus manos al rostro de Volkov, causando que se incline levemente para besarlo.

Ambos sonríen en medio del beso sin poder evitarlo, y Horacio no quiere separarse nunca.

La cena es amena, y todo es tan dulce que parece borrar por esa noche todo lo mal que la han pasado los últimos meses, y ninguno está dispuesto a quejarse al respecto. Han tomado vino, no lo suficiente para terminar ebrios, pero sí para que Horacio suelte esas risitas encantadoras que Volkov ama, y el peligris tenga sus mejillas rojizas. Dejan de lado los trastes de la cena, y terminan acurrucados en el sofa de la sala de estar, con orbes brillantes y besos compartidos que van subiendo de tono cada vez.

Horacio se aferra a las hebras grisáceas del mayor, inclinando su rostro mientras sus lenguas danzan juntas y el aliento se escapa de sus pulmones.

Sus pechos arden a causa de la falta de oxígeno, pero pareciera que ambos quieren remediar todos los besos perdidos en una sola noche, si acaso sus labios inflamados y respiraciones agitadas son un indicio de ese hecho.

— Yo... ¿vas a... pasar la noche acá? —se atreve a preguntar el peligris, acariciando un lado del rostro del menor con una de sus manos, sonriendo cuando este se inclina ante su toque.

— ¿Tú quieres que me quede...? —pregunta de vuelta, en lugar de responder, y ríe bajito cuando escucha el bufido del mayor.

— Yo te quiero siempre-

Horacio no le deja seguir hablando, besándolo rápidamente al tiempo que se coloca sobre su regazo, y Volkov por inercia, coloca sus manos en sus caderas.

 𝙖 𝙗𝙞𝙩 𝙤𝙛 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩𝙨 .*。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora