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Volkov toma su teléfono al escuchar la notificación que anuncia la llegada de un mensaje nuevo, sin darle mucha importancia.

Al menos hasta que lee el texto de Alanna poniéndolo sobre aviso del regreso del director de cresta a la ciudad.

Mentiría si dijera que su corazón no comenzó a latir desbocado en su pecho ante la noticia, que el cigarro entre sus dedos quedó en el olvido y su respiración se volvió irregular ante la idea de volver a verlo.

Ha pasado un par de días sin saber de él, después de la llamada bajo los efectos del alcohol que realizó noches atrás.

Sus días han transcurrido entre Alanna y Greco poniéndolo al corriente con cotilleos sin importancia (pero que les hace creer que le importan porque, dentro de todo lo que está pasando, le hace sentir un poco mejor saber que no ha hecho las cosas mal con todos a su alrededor, aún si no es suficiente), fingiendo que no le afecta no tener noticias del menor, y que su corazón no duele al volver a un hogar vacío donde antes se llenaba su alma al acurrucarse contra un cuerpo de tez morena.

Sale más temprano de lo planeado a la sede, esperando poder verlo aunque sea de lejos, que la inquietud en su pecho por imaginar que algo malo podría sucederle, desaparezca al verlo bien, a escasos metros de él.

El camino es borroso, tortuoso y sofocante dentro del taxi que pidió tras una llamada. Sus dedos tamborilean sobre su pierna, impaciente; su mirada fija en el paisaje que se muestra a través de la ventana. No habla mucho, ni con el chofer que lo deja en su destino al cabo de unos minutos, ni corresponde a los saludos cordiales que recibe al pasar las puertas del edificio.

Se encuentra a sí mismo de camino a la oficina del director de la sede sin percatarse, sin embargo, se detiene antes de que sus nudillos sean capaces de tocar la puerta.

Maldice por lo bajo, dando media vuelta para regresar por el mismo camino que había marcado con sus pisadas, soltando un pesado suspiro. Tantea en sus bolsillos hasta que da de lleno con su móvil, tomándolo entre sus manos.

"Vamos a patrullar."

"Espérame fuera, me cambio y podemos proceder"

Teclea lo mensajes con agilidad, sin esperar respuesta alguna de parte de Alanna.

Se dirige a los vestidores, refunfuñando por lo bajo el tener que desviar su camino, esperando que las alertas a lo largo de la ciudad sean suficientes para despejar sus pensamientos que retornan en el moreno inevitablemente.

Atraviesa la puerta del lugar en silencio, con una tranquilidad fingida que lo acompaña desde que tiene memoria, pero al elevar la vista del suelo, enmudece por completo. Lo que menos pasó por su mente al dirigirse hacia allí, fue toparse con esa escena, con el menor con su torso desnudo y una camiseta entre sus manos, colocándose su uniforme.

Ambos permanecen inamovibles por un instante.

Volkov desearía no mostrarse tan embobado como lo hace, pero no puede evitar detallar más tiempo del debido su tez, y las cicatrices que se muestran.

No las recuerda; no todas, al menos.

Hay varias nuevas, lo sabe con certeza, puesto que después de tantas veces que recorrió el cuerpo del moreno con sus manos, con sus besos... sería imposible para él no reconocer esas marcas en su piel.

— Eh, ¿Volkov...?

Se sobresalta ante la voz de Horacio al nombrarlo, aclarando su voz para ignorar la angustia que invade su cuerpo, así como la vergüenza que colorea sus mejillas de carmín.

— ¿H? ¿Qué es- cuándo...? —detiene su tartamudeo de inmediato, preocupado y un poco frustrado. No le agrada el sentimiento que lo recorre ante la incertidumbre de sus heridas, aún si se encuentra frente a él justo ahora. — Solo-... déjame-

Horacio enmudece unos segundos, hasta que parece captar las palabras e intenciones del mayor al verlo dar unos pasos en su dirección.

— ¿De qué coño hablas? —menciona tratando de parecer indiferente, volteando de nueva cuenta hacia su taquilla, con el fin del terminar de vestirse— deja de-

Las palabras mueren en su boca al sentir el suave tacto del peligris mientras traza con la yema de sus dedos unas cicatrices que se sitúan en el costado de su torso.

Permanecen en silencio unos segundos, o minutos, realmente ninguno de los dos es consciente del tiempo cuando están junto al otro, y es, probablemente, algo que nunca cambiará a pesar de no estar juntos ahora.

Horacio se estremece, en parte por el frío tacto del mayor, y en parte también por la sensación de familiaridad de su toque. No se aparta, ni siquiera es capaz de molestarse por el imprevisto tacto, puesto que una parte de si se encuentra complacida por la atención y cuidado que presta el peligris a esas marcas que tallan su piel.

— ¿Cuándo-? —tartamudea por lo bajo, sin saber qué decir. Suspira, cerrando sus ojos por unos segundos antes de volver a hablar. — ¿Ocurrió hace mucho? ¿Fue... muy mal?  —murmura finalmente, aún si no es capaz de hilar todas las preguntas que desean escapar de su boca, deteniendo su recorrido, pero sin apartar su mano de la piel de su costado, casi tomándolo por la cintura.

— Uhm... sabes que no le presto mucha atención a eso —trata de sonar indiferente, pero no cree estarlo logrando.

Tampoco cree que sea muy importante justo ahora.

— Alanna me ha contado algo sobre tu... estadía en el hospital, ¿es de... esa vez? —al no obtener respuesta, suspira frustrado, finalmente tomando con firmeza al menor de sus caderas, girándolo hacia sí para mirarlo a los ojos. — Horacio... háblame, por favor.

Su tono es suplicante y Horacio casi no puede soportarlo; no tolera ver el sufrimiento en sus orbes grisáceos, ni la preocupación que muestran sus rasgos al hablarle.

Le duele.

— Es gracioso que ahora te preocupes... no pareció importarte mucho cuando pasó, si no te apareciste por el hospital ni siquiera un día —suelta una leve risa, sin embargo, su expresión no muestra diversión alguna. Suspira, tomando a Volkov de sus muñecas para alejar su toque, tratando de poner distancia entre ambos. -—Ya... hablamos sobre esto, y yo- de verdad que me gustaría decirte que no... que no me duele ¿bien? —aclara su voz un momento antes de continuar, Volkov lo escucha atento— me gustaría contarte todo con detalles, pero, no estoy dispuesto a hacerme más daño dándote detalles que no cambiarán lo que pasó.

Su tono en un inicio estuvo cargado de reproche, Volkov lo nota, sin embargo, acaba de hablar con resignación, como si le pesara soltar cada palabra.

El peligris no es capaz de recordar la gravedad de sus heridas, ni mucho menos, qué se supone que estuvo haciendo que fuera más importante que el bienestar de su novio, y le molesta profundamente no poder justificar sus acciones para eliminar el pesar de esos orbes bicolores.

Se siente abrumado, y de forma inconsciente, lleva una de sus manos al rostro del menor, acunando con su palma la mejilla del moreno, quien sin darse cuenta, se refugia en su toque.

Se permiten por un instante eso.

Sentir la calma que le provee el otro aún sin mediar palabras, el alivio que causa su tacto y esa burbuja que los envuelve al estar juntos.

Volkov acaricia con su pulgar el pómulo del menor con parsimonia, perdiéndose en las pecas que salpican sus mejillas y la manera en que su corazón late acelerado en su pecho; inconscientemente sus rostros se acercan, sintiendo la respiración cálida chocar contra sus labios.

Sus belfos se rozan, a tan solo un impulso de impactar contra sí y poder besarse.

Al menos hasta que la puerta del lugar se abre estrepitosamente, causando que ambos se alejen de inmediato.

Volkov escucha lejana la voz del agente que se disculpa una y otra vez por su abrupta intromisión, pero no le dice nada. No siente rabia hacia él, al menos no justo ahora.

Únicamente lo recorre la sensación de vacío mientras se queda pasmado en su lugar, observando a Horacio irse sin mirar atrás.

Así como el recuerdo fantasmal de sus labios a punto de unirse.

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hola???
necesito q alguien me grite cuando subo en tw para recordarme q acá tamb tengo q actualizar jajs

 𝙖 𝙗𝙞𝙩 𝙤𝙛 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩𝙨 .*。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora