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Ambos se han convertido en expertos en el arte de fingir que nada ha ocurrido, al parecer, puesto que al día siguiente ninguno de los dos se atrevió a sacar el tema a relucir al verse durante sus turnos, siguiendo con la misma rutina de los últimos días.

A pesar de que la barrera invisible de su contacto físico parece haberse fracturado después de esa noche.

Volkov siente que ha estado viviendo en un túnel de emociones últimamente, y no ayuda el hecho de necesitar la cercanía de Horacio a toda hora. El hecho de que el menor parece estar sufriendo lo mismo no es precisamente reconfortante, pero definitivamente le ayuda a sobrellevarlo de alguna manera.

Sus miradas se encuentran constantemente, y las veces que sus manos se han rozado de forma aparentemente inocente ha ido en aumento con el paso de los días, hasta convertirse nuevamente en parte de su rutina.

Todo caricias fantasmales al compartir archivos, roces en la parte baja de la espalda al abrir la puerta de la oficina, invadir el espacio personal del otro al cuestionar algún documento y sus miradas sin poder separarse de la contraria por lo que parecen horas.

Y, siendo honesto, Volkov presiente la explosión inminente de la tensión que se ha ido construyendo entre ambos.

Aunque no sabe cuál será el resultado de dicha colisión.

De todas formas, no le queda de otra que esperar a que el momento llegue, porque, ciertamente, no está haciendo nada para evitarlo.

Suelta un suspiro, dejando salir el humo tras haberle dado una calada a su cigarrillo, sacudiendo su rostro levemente para despejar su mente. Se toma unos minutos más, sintiendo la brisa chocar contra su rostro tras cada calada, con la mirada en los rayos del sol ocultándose en la costa.

— ¿Fumando de nuevo?

La voz a su derecha lo hace salir de su ensoñación, sintiendo un cosquilleo en su piel al ver al causante de su actual delirio. Hace una leve mueca, exhalando mientras deja caer la colilla al suelo, pisándola con su pie.

— Es difícil no caer en viejas costumbres... —sobre todo al no tenerte, piensa para sí.

Lo escucha chasquear la lengua, provocando en el mayor una leve risa. Horacio se debe contener de soltar toda una charla al respecto, consciente de que ya no es nadie para interferir en esos aspectos en la vida del peligris.

— Entonces... ¿te ha invitado Greco también? —decide cambiar a un tema más banal, colocando sus manos en los bolsillos de su chaqueta, escuchando el tarareo afirmativo del mayor.

— Ha insistido mucho, ya sabes cómo es —murmura suavemente, rodando los ojos con un deje de cariño— no creí conocer a nadie más que a él acá, es agradable saber que al menos habrán dos rostros conocidos.

El moreno sonríe, ladeando levemente su rostro, y debe recordarse a sí mismo el apartar la mirada embobada del peligris, por más encantadora que sea la escena de sus rasgos siendo bañados suavemente por el cálido atardecer.

Ambos ingresan al local sin mediar más palabras, ubicando rápidamente al grupo de personas al que se deben dirigir, Greco siendo el primero en notar su llegada.

— ¡Eh, al fin llegan! —exclama, sonriendo notoriamente, elevando la jarra llena de cerveza que sostenía con su mano.

— No es que hayas dejado mucha opción para negar la invitación —refunfuña por lo bajo el peligris, causando que Horacio ría a su lado, antes de dirigirse al gentío.

Reconoce varios rostros, para su sorpresa; aunque no por el hecho de tener sus recuerdos de vuelta, sino porque ha trabajado en el pasado con varios de los agentes en el lugar, y otros de ellos, porque los ha conocido durante las últimas semanas de patrullaje y operativos.

 𝙖 𝙗𝙞𝙩 𝙤𝙛 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩𝙨 .*。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora