2O ── ゚: 。

76 13 5
                                    

Su cabeza duele, siente sus sienes punzar con tal ímpetu que termina cayendo al suelo por la abrumante sensación. Siente su espalda chocar con la superficie plana de la pared que evita que se desarme por completo, y está seguro que si alguien llegara a verlo en este momento, pensaría en lo ridículo que se ve tratando de hacerse un ovillo con sus largas extremidades.

Duele, su cuerpo, su pecho, su alma; no solo por la falta de aire que parece incapaz de inhalar que le genera ese ardor insoportable en su pecho, sino por su corazón con heridas abiertas por los recuerdos que caen cual bomba uno tras otro y lo dejan cada vez más moribundo.

Su mirada se encuentra perdida, y su mente parece difusa entre lo que ocurrió en un pasado y su presente, por lo que opta por cerrar sus ojos en un intento de que la marea de pensamientos se calme y las náuseas que lo invaden disminuyan aunque sea un poco.

No puede parar de pensar en lo descubierto, en esa frase que detonó todo y arruinó el mundo ficticio que comenzaban a crear juntos, o que él se empeñaba en reconstruir aún cuando ninguna pieza calzaba.

El recuerdo parece esclarecerse conforme su agonía aumenta, y el momento comienza a reproducirse en su memoria como si fuera la cinta de una película.

𝑀𝑒𝑠𝑒𝑠 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠...

Puede verse a sí mismo en su oficina, antes de que la puerta de la misma se abriera estrepitosamente ante un Horacio que luce una mueca molesta en su rostro, la forma en que aprieta sus puños a ambos lados de su cuerpo, es inverosímil la sensación tan lejana pero tan propia del agobio que le causa la aparición del menor.

— ¿Ha ocurrido algo, Horacio...?

Lo escucha soltar un suspiro, como si llevara reteniendo el aliento desde antes de llegar, y no puede hacer otra cosa que acomodarse en su lugar, incómodo. Se siente extraño, porque las cosas entre ambos lo están, pero Volkov no tiene idea de cómo derrumbar la pared que parece estarse formando en medio de ellos.

— ....¿estás al menos escuchando lo que te digo? —se escucha molesto, y Volkov tararea en un intento de no verse tan disperso como se encuentra, pero tal parece que solo arruina todo últimamente, porque Horacio explota. — ¡A esto me refiero, Volkov! ¡Hasta ellos lo notan!

— No sé de qué estás hablando —no miente, puesto que está realmente confundido por haberse perdido en sus pensamientos y no escuchar lo que el menor llegó a decir desde un principio.

— Has estado actuando extraño, ¡y está bien! —exclama, haciendo ademanes con sus manos que demuestran su adrenalina— no necesitas decirme absolutamente todo, ¡pero estamos juntos! —aclara su voz, intentando no quebrarse— se supone que confíes en mí.

Volkov no está seguro de qué se supone que debe responder, porque ni siquiera sabe qué ha hecho para arruinarlo está vez, así que opta por evitar esa mirada bicolor que seguramente lo mira con un resentimiento que no es capaz de soportar, y finge continuar su papeleo aunque su mente no sea capaz de leer ni siquiera una palabra del archivo frente a el.

— ¡¿Puedes por un demonio prestarme atención aunque sea un instante?!

El peligris suspira, frustrado, y detesta la forma en que su voz sale de forma grotesca de su boca, a la defensiva.

— ¿Qué quieres que te diga?

— ¿Que acaso no me estás escuchando?

— Lo hago. Pero no entiendo cuál es el problema —su respuesta es rápida, porque al parecer, es más fácil lidiar con la frustración que con la sensación devastadora de ser un perdedor.

— Tú —dice Horacio furioso, y Volkov debe hacer acopio de todo su esfuerzo para fingir que no lo derrumba con solo una sílaba. — Tú eres el maldito problema con esa actitud de mierda, ¿qué cojones te pasa?

— No me pasa nada, Horacio. No sé de qué estás hablando.

Volkov sabe que lo está hiriendo, pero no puede detenerse, y menos su forma de reaccionar ante las palabras llenas de rencor que el menor suelta. Tal vez si finge que no es tan importante como el menor lo hace ver, las cosas se calmen y-

— ¿Sabes qué? Jódete —el peligris nota como hace un esfuerzo para que no se le quiebre su voz al decirlo, y su mirada es brillante por lágrimas retenidas al mirarlo y soltar por lo bajo— estoy cansado de todo esto.

El mayor finalmente se pone de pie, preocupado por su tono, y su máscara de indiferencia se quiebra al verlo, acercándose al menor, quien se aleja de su toque y únicamente es capaz de tomar su mano, pero el toque es desesperado y frágil, volátil, como ambos en ese instante.

— ¿A qué... te refieres?

— Si tan poco te importa lo que pase con lo nuestro... es porque no merece la pena que sigamos estando juntos, Volkov...

Horacio intenta soltar el agarre de sus manos, sin embargo, Volkov no lo permite, tomándolo con firmeza, sintiendo su cuerpo gélido e inmóvil.

— Horacio, no- —las palabras se enredan en su boca, su lengua pesa y ni siquiera está seguro de ser capaz de pronunciar correctamente, siendo casi doloroso la fuerza de voluntad que ejerce para lograr hablar ante su estupor— N-No te vayas... no me dejes...

Ni siquiera sabe si Horacio ha sido capaz de oírle, o de entenderle, pero se siente sin rumbo y su única ancla es el contacto de sus manos que pierde fuerza tras cada respiración agitada del menor conteniendo el llanto.

— Estoy cansado de tratar de mantener a flote esto, Volkov —admite, tratando de parecer que no está a punto de derrumbarse, ni que su voz tiembla al hablar— y no deseo que lo que fuimos se convierta solamente en malos recuerdos por nuestras peleas.

— Pero-

— Míranos —lo interrumpe, logrando finalmente soltarse de su agarre, haciendo un ademán con su mano a su alrededor— ¿puedes acaso recordar la última vez que no terminamos en una pelea...? —Horacio observa al mayor boquear intentando decir algo, pero termina presionando sus labios sin mencionar palabra alguna, por lo que supone que eso es todo. — Yo... éramos un equipo, Volkov —musita decepcionado, asintiendo castamente tras aclarar su voz para no terminar de romperse— y a este punto, no puedo recordar tan siquiera cómo llegamos a serlo.

Sus palabras son como dagas afiladas que apuñalan a sangre fría el corazón del peligris, quien permanece en su posición reteniendo el aliento, con sus manos haciendo un puño a ambos lados de su cuerpo, sus uñas lastimando la piel de sus palmas.

Esa fue la primer ocasión en que Volkov no fue detrás de él después de una discusión, demasiado ensimismado por la sensación devastadora y agridulce del resultado de su intercambio de palabras, herido por los reclamos de Horacio, puesto que Volkov lo ama, profunda y locamente, y a pesar de los días difíciles que han llevado, a él nunca le pasó tan siquiera por la mente el terminar lo que tanto les costó construir, como si no significara nada, como si solo fuera un estorbo.

Escuchar a Horacio decir esas palabras sin mayor costo es como una herida sin cicatrizar que sangra lenta y continuamente, como si hubiera clavado un puñal en su alma al romperla, haciendo la herida más profunda conforme su mente repite la escena una y otra vez.

Para Volkov, quien aprendió a entregar su corazón a causa de encantadoras sonrisas y crestas multicolores, la ruptura parece un acantilado al que cae sin oponer resistencia, y no cree hallar una forma de resurgir después de su caída.

。: ゚────── 🤍 ──────  ゚: 。

hola hola <3
¿opiniones? ¿teorías?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 01 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

 𝙖 𝙗𝙞𝙩 𝙤𝙛 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩𝙨 .*。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora