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Volkov despierta al sentir el vacío que debería ocupar Horacio en la cama, parpadeando perezosamente y soltando un bajo bostezo, refregando sus ojos para despejar el sueño que parece aferrarse a su sistema.

Horacio no está en la habitación, es lo primero que parece captar después de analizar con la mirada el lugar, sin embargo, le tranquiliza el murmullo de la ducha, por lo que una sonrisa se posa en sus labios inconscientemente al tiempo que decide levantarse, dispuesto a dirigirse a la cocina para preparar algo para desayunar. Nota que es bien entrada la mañana, pero la satisfacción en su cuerpo le impide preocuparse por la hora, o por cualquier cosa que no sea la nube de amor que parece estar rodeándolo desde el día anterior.

Se siente todo tan doméstico, él buscando algo rápido para comer porque sabe que si prepara un plato muy fuerte, Horacio no comerá para el almuerzo; los leves murmullos del menor terminando de vestirse en la habitación y el bajo sonido de la radio llenando la estancia.

Escucha un par de pasos y dirige su mirada hacia Horacio una vez que lo ve aparecer en la cocina, vestido con ropa casual, su cresta húmeda por la reciente ducha, y el aroma del perfume del peligris.

— Buenos días.

— Casi buenas tardes —se queja el moreno, al tiempo que camina los pocos pasos que lo separan del mayor y deposita un suave beso en sus labios.

— Ya, pequeños detalles —le resta importancia Volkov, sonriendo ante la risa que suelta el menor. — Siéntate, ya casi termino con el desayuno.

— Vik... —su tono es afligido, frunciendo el ceño— debo irme, no creo poder quedarme a desayunar, ¿por qué no cenamos juntos hoy?

Volkov detiene su acción, la fruta dejada de lado, sus manos apoyadas en la encimera al tiempo que voltea a ver al menor con expresión confundida.

— ¿Por qué te vas tan pronto...? —murmura por lo bajo, sin poder evitar el tono quejumbroso en su voz.

— Debo ir a la sede, Vik —responde con resignación, deteniéndose un momento ante los alimentos colocados en la encimera, pronto a ser servidos. — Lamento no poder quedarme al desayuno, pero tendría que haber estado allí hace más de 1 hora y Maia va a matarme si no aparezco pronto —explica, soltando un resoplido— no he querido ni siquiera encender mi teléfono para ignorarla en lo que llego.

La expresión en el rostro del peligris se suaviza, soltando un bajo suspiro, se acerca al menor, tomando con una de sus manos la contraria, rozando sus nudillos con su pulgar.

— H, que le den a tu hermana —se queja en broma y trata de ocultar su sonrisa para mantener su expresión cuando lo escucha reír en respuesta; quiere insistir un poco, a ver si resulta, así que da un suave apretón al agarre de sus manos y las palabras escapan de su boca antes de poder pensarlo. — No te vayas... no me dejes.

Y una vez las palabras escapan de su boca, las piezas comienzan a calzar.

— Vik, sabes que no-

Horacio corta sus propias palabras al notar al mayor ponerse tenso, el agarre sobre su mano se afloja, y el moreno no entiende qué está ocurriendo tan repentinamente.

— ¿Volkov...? —lo llama, preocupado— ¿estás bien? ¿qué ocurre?

Volkov parece mirar todo a su alrededor con extrañeza, como si fuera la primera vez que realmente nota hasta la mínima cosa que llena el lugar, parpadeando lentamente y con una expresión indescriptible surcando su rostro. Parecen interminables minutos, sin embargo, probablemente se trataron de escasos segundos, antes de que la mirada del peligris se centre en la unión de sus manos.

— "No te vayas... no me dejes" —repite por lo bajo, con el rostro en blanco antes de elevar sus ojos atormentados hacia el menor, para luego pronunciar con voz rota— ¿no fue acaso lo mismo que dije... la primera vez que me dejaste?

— ¿Volkov? ¿Qué es-

Horacio no sabe qué mierda se supone que debe decir, y la desesperación comienza a invadirlo rápidamente cuando Volkov suelta la unión de sus manos y se aparta rápidamente antes de que pueda evitarlo. Luce herido como un cachorro, como si Horacio hubiera hecho algo atroz, y definitivamente nada lo hubiera preparado para la expresión de sufrimiento que demuestra su rostro.

— Todo este tiempo... —su voz es temblorosa— todo se trató de ti, nunca te ha importado cómo me siento...

— Vik, sabes que no- eso no es-

— ¿No es cierto? ¿que es una mentira? —Volkov no es capaz de controlar el resentimiento en su voz, demasiado herido por los recuerdos que invaden su mente y caen como piezas del rompecabezas de forma abrumante, chocando entre sí, como para preocuparse por la expresión del menor. — Entonces, ¿por qué fuiste capaz de terminar con lo nuestro tan fácil? —Horacio intenta acercarse, pero Volkov continúa alejándose— ¿No te pedí acaso que lo intentáramos? ¿mis palabras no valen nada para ti?

— N-No lo entiendes yo-

— Tú más que nadie sabe lo que me costó declararme —su tono es acusatorio, y en algún punto de la disputa, sus lágrimas parecen haber comenzado a recorrer sus mejillas sin que él pudiera evitarlo— como para que dudaras de mi amor en un momento difícil.

— Volkov- no nos hagas esto, por favor- no te alejes, hablemos y-

— No lo entiendes —ríe sin humor, y su voz suena gangosa por las lágrimas— aún después de todo, ¿no lo ves? —niega, tomando un suspiro. — El problema nunca fue como te sentirías al recuperar mis recuerdos, sino que nunca pensaste en los mios.

— Es que no me entiendes —la desesperación en la voz de Horacio es evidente, se siente frustrado de la lejanía que Volkov se empeña en mantener entre ambos. — Yo intenté estar ahí, intenté hacerte ver que podíamos estar bien de nuevo y no me permitiste acercarme.

— Yo solo te necesitaba a ti, Horacio —admite derrotado, vacío, como si sus palabras fueran en ese momento más una carga que un motivo de orgullo— mi amor por ti estaba intacto, pero aún asi te fuiste.

— Vik-

— ¿Sabes lo peor? —cuestiona, aún asi continúa, sin darle tiempo al menor a responder— que si hubieras sido tú el que me lo hubiera pedido, yo jamás podría haberte dejado, Horacio.

Su voz suena tan derrotada, y Horacio siente un dolor tan profundo en su pecho, ni siquiera es capaz de continuar intentando detener al mayor, quien se da la vuelta y desaparece de la habitación, demasiado perdido en lo que acaba de pasar. No sabe cómo afrontarlo, no está acostumbrado a ver a Volkov así, escucharlo hablarle de esa forma, ver tal dolor  en sus ojos provocado por él.

"...mi amor por ti estaba intacto..."

Su mente parece recrear una y otra vez sus palabras, como una mala broma del destino, haciendo énfasis en el verbo en pretérito que utilizó el peligris, destrozando su corazón tras cada vez que recae en ello.

La incertidumbre por el futuro comienza a carcomerlo, y las escenas del pasado se reproducen como una cinta sin fin, y es jodidamente abrumadora la sensación. Cuando pensaba en el mayor recuperando su memoria, una escena así jamás se le cruzó por la mente, porque al parecer, aún asocia erróneamente a Volkov con la imágen de hombre de hielo con la cual lo conoció, aún si es consciente de la calidez que emana.

No nota que sus propias lágrimas habían comenzado a recorrer sus mejillas en algún momento, antes o después de que el peligris dejara la cocina, y parece que es incapaz de moverse de su posición.

Justo cuando todo comenzaba a parecer brillante, la realidad cayó como peso muerto sobre un futuro prometedor.

Y Horacio no fue capaz de esquivarlo ni aunque lo hubiera intentado.

 𝙖 𝙗𝙞𝙩 𝙤𝙛 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩𝙨 .*。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora