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Horacio no ha aceptado verbalmente tratarse como amigos.

Pero tampoco se ha negado.

Volkov no ha podido dejar de darle vueltas en su mente al tema, demasiado ansioso al respecto, a lo que puede o no ser, y se detesta un poco (mucho) por ello.

Desde que despertó del dichoso accidente, o más bien, desde que se enteró de la situación actual de su vida, nada parece sentirse correcto.

Su casa es un lugar vacío, aún cuando trató de llenar el silencio con música suave al cocinar unos días tras su salida del hospital... no salió muy bien.

Su memoria lo llevó por un mar de recuerdos de cierto moreno danzando suavemente a través de la casa, y terminó sintiéndose peor.

Ha intentado enfocarse en el trabajo, pero aún teniendo la fiel compañía de Alanna al patrullar, le es inevitable no rememorar sus días con Horacio a su lado.

Los miles de recuerdos que su mente almacena son, en su gran mayoría, los culpables de su actual desdicha, y siendo sincero, a veces tiene la sensación de que ha pasado años tratando de sentirse como sí mismo nuevamente, aún si no ha pasado más que unas cuantas semanas tratando de adaptarse a los cambios a su alrededor.

Supone que es un conjunto de todas sus dudas e incógnitas la razón por la cual se le hace tan difícil tomar a la ligera el saludo que Horacio le brindó el día siguiente de su plática en la oficina, cuando iba pasando a su lado en medio pasillo, puesto que quedó petrificado sin tan siquiera poder dejar salir su voz para responder sus buenos días.

Que el menor le dirija la palabra por voluntad propia debería significar algo, ¿no...?

Tal vez es por ello que se siente tan nervioso de camino a esa oficina, con el desayuno que consiguió para el director entre sus manos. Maldice por lo bajo en su lengua natal ante el leve temblor en sus extremidades al levantar su puño izquierdo para tocar con sus nudillos la puerta, y no tarda en escuchar la voz del menor al otro lado otorgándole el permiso a entrar.

A Horacio le sorprende un poco verlo, puesto que creyó que, debido a su falta de respuesta, Volkov tal vez optaría por mantenerse al margen, sin embargo, agradece haberse equivocado. Después de sobre pensar lo dicho por el peligris, al menor no le quedó de otra que aceptar que quería tenerlo cerca, por más que haya tratado de negarse a la idea, aunque ahora no sabe cómo volver a sacar el tema a colación.

Quiere que su relación mejore, y está decidido a ignorar el daño que puede llevarse su ya herido corazón en el proceso.

Porque extraña lo que fueron, porque es imposible borrar toda su historia como si no significara nada, y porque es dulcemente doloroso ver a Volkov comportándose con él tal cual era al inicio de su relación.

Es por ello que está permitiéndose dejar a Volkov acercarse, dejar de estar a la defensiva en su presencia y tratar de empatizar con él.

Solo implora no estar tomando la decisión equivocada.

No puede negar que se siente nervioso de cómo puedan resultar las cosas, y espera que tal nerviosismo no sea visible para el mayor.

Volkov nota de inmediato al menor, y  una vez más, Horacio está rodeado de un desorden de carpetas y papeles. El peligris no puede pasar por alto la pequeña sonrisa dibujada en los carnosos labios del moreno, dejándole sin aliento, causando que deba tomar un respiro (pensando que ojalá y no sea muy obvio) antes de hablar.

— Uhm, ¿café? —murmura aparentando tranquilidad, mientras su vista se pasea nerviosamente por la oficina.

— Por favor —lo escucha soltar un suspiro, causando que su mirada se enfoque nuevamente en él, mientras lleva un par de dedos hacia el puente de su nariz, presionando la zona por unos segundos antes de dirigirle su mirada bicolor.

 𝙖 𝙗𝙞𝙩 𝙤𝙛 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙝𝙚𝙖𝙧𝙩𝙨 .*。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora