XXVI

17.1K 550 69
                                    

Me desperté por un ruido y me senté en la cama.

Vi a Gavi entrar por la puerta y lo miré fijamente.

No tenía buena cara.

– ¿Qué pasa?– dije mirándole.

– Me duele la espalda.– murmuró mirándome.

Se tiró en la cama y le acaricié los hombros suavemente.

Un rato después, me levanté y salí del hotel.

Me había costado mucho pedir cita para el médico aquí, así que cuando lo conseguí, decidí aprovechar.

Fui hasta la consulta y estuve haciéndome varias pruebas.

El doctor se las llevó para que las revisaran todas y al rato volvió.

Tuve la suerte de que era español.

– Olivia, siéntate, ¿vale?

Me senté y lo miré fijamente.

– Hemos estado revisándote, y tengo que decirte que tienes una salud estupenda.

Asentí mirándole.

– Pero creemos que tienes el cuello uterino corto.

Lo miré sin entender ni una sola palabra.

– Básicamente esto va a darte problemas para quedarte embarazada.

Tragué saliva y lo miré fijamente.

– Puede que tengas problemas en el embarazo si consigues quedarte embarazada, pero aún eres joven para pensar en ello.

Sentí que todo me subía a la garganta, y entonces, cuando acabó, pude salir en dirección al baño y vomitar.

Después salí del médico y cuando volví al hotel, me encontré a los demás volviendo del entrenamiento.

Gavi me miró sonriendo y se acercó a mí.

– ¿Dónde estabas?– preguntó sonriéndome.

– He ido a dar una vuelta.– solté.

Gavi asintió y me pasó un brazo por los hombros.

– Te has perdido el desayuno.

– No tengo mucha hambre.– dije yendo hacia el ascensor.

Cuando entramos a la habitación, Gavi fue a pegarse una ducha, salió, entré yo, me duché y después salí para tumbarme en la cama.

No tenía ganas de nada.

Si era verdad que ahora mismo no quería tener un bebé.

Pero acababan de joderme toda oportunidad e ilusión de poder tenerlos en el futuro.

Gavi empezó a acariciar mi espalda.

Y me sentí horrible.

Tenía tantas ganas de montar una familia conmigo, que ahora iba a decepcionarse conmigo por esto.

Intenté disimularlo todo lo que pude, y cuando se quedó dormido, llamé a Sira para bajar a la cafetería.

Mientras Sira se echaba un café, me senté en una de las mesas.

– ¿Vas a contarme ya qué pasa o qué?

– Sira, no digas ni una palabra de esto a nadie.

Ella asintió y se sentó a mi lado.

– Dime

– Creo que no voy a poder tener hijos.

Ella me miró fijamente y entonces acabé contándole todo lo que el propio médico me había explicado a mí.

𝐒𝐀𝐌𝐄 𝐎𝐋𝐃 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora