XXXV

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Narra Gavi

Después de aquella fiebre de Olivia todo estuvo mejor.

Aunque le había dado por ir a comprar comida a todas horas.

Si era cierto que nuestra nevera duraba poco llena.

Aunque era culpa de ambos.

– ¿Cereales? ¿Para qué?– pregunté viéndola meter la caja en el carro.

– Porque me apetecen con leche fresquita.

Me reí y caminé junto a ella.

La gente nos grababa y nos miraban.

Me encantaba ver que Olivia ya pasaba de todos los medios.

Aunque a veces no era a mí a quien grababan, sino a ella.

Y comprensible. Era preciosa. Si yo pudiera la grabaría todos los días de mi vida.

Su sonrisa era vida y el brillo de sus ojos me hacían sentir que todo estaba bien.

Le eché un vistazo y mis ojos se fueron hasta su culo, que estaba embutido en aquellos pantalones vaqueros ajustados.

– Gavi

Salí de mi trance y la miré sonriendo.

– ¿Me estás escuchando?

– Lo siento princesa, pero no.

Se echó a reír.

– Te estaba preguntando si querías comer arroz.

Asentí y la miré fijamente.

– ¿Qué me miras?

– Lo preciosa que eres y lo mucho que me gustas.

La vi ponerse roja y entonces aceleró su paso.

Me reí y caminé detrás de ella.

– Tengo una vista de tu culo... Increíble.

Paró en mitad del pasillo y entonces me miró fijamente.

Llegué hasta ella y sonreí.

– ¿Eres consciente de todos los babosos que están comiéndose con los ojos a mi chica?– susurré acercándome a ella.

Me miró y tragó saliva.

– ¿No crees que tengo que reclamar lo que es mío?

Abrió la boca para hablar pero mi apretón en su culo la hizo cerrarla.

– Vámonos antes de que tenga que discutir con algún que otro baboso.

Empezamos a pasar las cosas por la caja y el dependiente le miró todo el escote.

Me acerqué a ella y le di una botella de Nestea.

– Toma, métela en el carro. Yo pago.

Me puse frente al dependiente y este apartó su mirada de mi chica para después mirarme a mí.

Le di un billete de 100 y después me dio la vuelta.

Vi a Olivia avanzar por el pasillo y llevarse alguna que otra mirada.

Fui hasta ella y me situé detrás suya.

Cuando llegamos al coche abrí el maletero.

– No pienso dejarte venir de compras sola nunca más.– decidí.

– ¿Huh?

– Si no he visto a seis tíos mirándote el culo no he visto a ninguno.

– Cariño, creo que exageras a veces.

𝐒𝐀𝐌𝐄 𝐎𝐋𝐃 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora