La visita de Aurora fue un respiro de alivio para mí.
Gavi tenía que marcharse con el equipo para jugar unos partidos fuera.
Estaba cerrando la maleta y yo estaba a punto de llorar.
No se había ido todavía y ya estaba echándole de menos.
Sira iba a quedarse conmigo en Barcelona, aunque no era lo mismo.
Mi madre me había llamado aquella mañana para preguntarme que tal nos iba, y Aurora lo hizo por la tarde.
Aurora había empezado llamando a su hijo, pero todos sabíamos como era él; si le agobiabas un poco de mandaba al carajo.
Así que Aurora me llamaba a mí para no tentar a la suerte.– Llámame cuando llegues, ¿vale?– pregunté mirándole.
– ¿Vas a echarme de menos?– preguntó sonriendo.
Asentí haciendo un puchero y me dio un besito.
– ¿Debería despedirme mejor?
Me reí y negué.
La noche nos había cundido bastante.
– Ten cuidado ¿vale?
Asintió y después de darme otro beso se fue.
Suspiré y me tumbé en el sofá.
Esto iba a ser un infierno.
Llevaba tres semanas sin verle.
Habían ido ganando y solo les quedaba un partido para poder volver.
Sira y yo habíamos estado yendo a la playa, a tomar un café, al cine, a jugar a los bolos...
Cuando llegaba a casa y me quedaba sola normalmente llamaba a Gavi, que me contaba un poco su día y después de colgar me atiborraba a dulces.
Aunque ese día no me apetecía demasiado levantarme de la cama.
Sira me llamaba al teléfono como las últimas dos veces, así que tras resoplar un poco me levanté y bajé para abrirle.
– ¿Qué te pasa?
– No sé, estoy en modo vagueza.
– ¿No quieres ir de compras?
Levanté la cabeza y la miré.
Sira me llevaba de un lado a otro por el centro comercial.
No sabía si era por la calor o por las vueltas que estábamos dando, pero me estaba empezando a marear.
Entonces no pude más y fui al baño corriendo.
Sira vino detrás de mí y me agarró el pelo en cuanto me vio vomitar.
– Chiquilla, ¿qué pasa?
– Agua, Sira, agua.
Me pasó su botella de agua y bebí.
Después de mojarme un poco la nuca salimos para que pudiera sentarme un poco.
– Venga, vamos a casa anda.
Lo agradecí mentalmente y entonces nos montamos en su coche para volver a mi casa.
Cuando llegamos me dejó en la puerta de casa y asegurándole que iba a estar bien entré en casa.
Dejé las cosas tiradas en la puerta y subí.
Abrí la puerta y entonces me encontré a Gavi en la cama.
– ¿Qué?
– Sorpresa.– dijo sonriendo.
Sonreí y fui hasta él para abrazarle.
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𝐒𝐀𝐌𝐄 𝐎𝐋𝐃 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo Gavi
Novela JuvenilOlivia y Gavi se conocen prácticamente desde que llevan pañales, pero ¿qué puede cambiar en cuanto Gavi se va a Barcelona?