XXXIV

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La visita de Aurora fue un respiro de alivio para mí.

Gavi tenía que marcharse con el equipo para jugar unos partidos fuera.

Estaba cerrando la maleta y yo estaba a punto de llorar.

No se había ido todavía y ya estaba echándole de menos.

Sira iba a quedarse conmigo en Barcelona, aunque no era lo mismo.

Mi madre me había llamado aquella mañana para preguntarme que tal nos iba, y Aurora lo hizo por la tarde.

Aurora había empezado llamando a su hijo, pero todos sabíamos como era él; si le agobiabas un poco de mandaba al carajo.
Así que Aurora me llamaba a mí para no tentar a la suerte.

– Llámame cuando llegues, ¿vale?– pregunté mirándole.

– ¿Vas a echarme de menos?– preguntó sonriendo.

Asentí haciendo un puchero y me dio un besito.

– ¿Debería despedirme mejor?

Me reí y negué.

La noche nos había cundido bastante.

– Ten cuidado ¿vale?

Asintió y después de darme otro beso se fue.

Suspiré y me tumbé en el sofá.

Esto iba a ser un infierno.

Llevaba tres semanas sin verle.

Habían ido ganando y solo les quedaba un partido para poder volver.

Sira y yo habíamos estado yendo a la playa, a tomar un café, al cine, a jugar a los bolos...

Cuando llegaba a casa y me quedaba sola normalmente llamaba a Gavi, que me contaba un poco su día y después de colgar me atiborraba a dulces.

Aunque ese día no me apetecía demasiado levantarme de la cama.

Sira me llamaba al teléfono como las últimas dos veces, así que tras resoplar un poco me levanté y bajé para abrirle.

– ¿Qué te pasa?

– No sé, estoy en modo vagueza.

– ¿No quieres ir de compras?

Levanté la cabeza y la miré.

Sira me llevaba de un lado a otro por el centro comercial.

No sabía si era por la calor o por las vueltas que estábamos dando, pero me estaba empezando a marear.

Entonces no pude más y fui al baño corriendo.

Sira vino detrás de mí y me agarró el pelo en cuanto me vio vomitar.

– Chiquilla, ¿qué pasa?

– Agua, Sira, agua.

Me pasó su botella de agua y bebí.

Después de mojarme un poco la nuca salimos para que pudiera sentarme un poco.

– Venga, vamos a casa anda.

Lo agradecí mentalmente y entonces nos montamos en su coche para volver a mi casa.

Cuando llegamos me dejó en la puerta de casa y asegurándole que iba a estar bien entré en casa.

Dejé las cosas tiradas en la puerta y subí.

Abrí la puerta y entonces me encontré a Gavi en la cama.

– ¿Qué?

– Sorpresa.– dijo sonriendo.

Sonreí y fui hasta él para abrazarle.

𝐒𝐀𝐌𝐄 𝐎𝐋𝐃 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora