XI

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Narra Gavi

El partido estaba a punto de empezar y vi a Eric llegar con una sonrisa y animándonos a todos.

– Eric, acércate un momento.– dije mirándole.

– Dime bro.

– ¿Te has enrollado con Olivia?

Él me miró y empezó a negar con la cabeza.

Cabrona. Me había mentido.

Salimos a calentar y busqué a mis padres entre las gradas.

Aunque acabé encontrándola a ella.

Y creo que iba a ponerme duro.

Llevaba una de mis camisetas con el dorsal 30 y le quedaba como un guante.

Estaba guapísima y ni siquiera había tenido la necesidad de arreglarse demasiado.

Su pelo castaño caía liso sobre sus hombros y bajaba. Creo que debía cortarse un poco el pelo.

Llevaba un pintalabios rojo que ya tenía ganas de borrarle.

Y sonreía.

Me saludó con una de sus manitas y le di una sonrisa.

Tenía que estar a tope.

Xavi nos ordenó volver a entrar y entonces me cambié de ropa.

– No te distraigas con esa morena guapa que hay por ahí viéndote.– bromeó Pedri terminando de subirse los calcetines.

– No seas estúpido, Pedri. No me distraigo tan fácilmente.

Le escuché reír. Ambos sabíamos que era mentira.

Cuando volvimos a salir al campo intenté fingir que no estaba allí.

Que no la tenía en las gradas animando y dejándose la voz para que nuestro equipo ganara, tal y como hacía antes de mi marcha.

El pitido sonó y entonces empecé a correr en busca del balón.

Estábamos a mitad del partido cuando vi el balón bajar después de un remate.

Bajé la cabeza en un intento de agarrarlo y entonces recibí un golpe.

El árbitro pitó y me senté en el suelo palpándome el ojo.

Me empecé a sentir un poco mareado y entonces me tumbé en el césped.

Me tapé la cara con mi brazo e intenté centrarme.

Pero mi cabeza daba vueltas y entonces las asistencias médicas tuvieron que entrar.

Me levantaron y entonces me llevaron a enfermería.

Estaba cabreado.

Tenía una herida cercana al ojo y encima estaba perdiéndome el partido.

Los médicos me dejaron a solas unos segundos y empecé a despotricar y maldecir.

Entonces vi a alguien entrar.

Olivia estaba allí, de pie, delante de mí.

– Dios mío.– dijo acercándose rápidamente hasta mí.

La miré fijamente.

– ¿Te duele mucho?– preguntó mirándome la herida y con un puchero en sus preciosos labios.

– Sí, me cuesta cerrar el ojo.– dije mirándola.

Uno de sus dedos pasó suavemente por la herida y cerré el ojo un poco adolorido.

𝐒𝐀𝐌𝐄 𝐎𝐋𝐃 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora