10-La promesa de Narcissa

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Severus Snape era el hombre más feliz del mundo. Jamás habría imaginado que llegaría a estar junto a una mujer como Rose, y sin embargo, estaba saliendo con ella.

Ambos intentaban llevar su relación con discreción. Por un lado, los dos eran personas celosas de su intimidad, y no les gustaba ser el centro de atención debido a sus asuntos personales. Pero la razón más importante era lord Vóldemort.

Aunque Rose estaba siendo protegida por los hechizos de Dumbledore, la joven no sabía hasta qué punto era efectiva tal protección. Severus y ella temían que Rose pudiera convertirse en un objetivo de los mortífagos si no tenían cuidado.

A veces, de forma esporádica, se atrevían a rozarse las manos si se cruzaban por el pasillo, o compartían un beso furtivo si no había nadie más cerca. Pero el único lugar donde se sentían completamente seguros era la mazmorra número tres, donde ya no hacían pociones, sino que practicaban Oclumancia, hechizos y maldiciones, o simplemente, pasaban tiempo juntos. Cada día se les hacía más difícil resistir la tentación de pasar toda la tarde simplemente besándose, y mantener cada vez más sus atrevidas caricias bajo control.

Todo fue relativamente bien hasta que una mañana de abril las cosas se complicaron.

Severus acababa de entrar en su sala común después de haber pasado toda una tarde practicando Oclumancia con Rose. El hechizo aún se le resistía, pero había conseguido que ella sólo pudiese ver de forma poco clara un fugaz recuerdo de su infancia, y Rose le había premiado con una hermosa sonrisa y un gran beso.

Severus estaba feliz, y no sólo por el beso. Si seguía mejorando, dentro de poco podría impedir que Rose entrase en su mente.
Ya sabía que no era lo mismo que evitar la Legeremancia de Vóldemort, pero al menos no estaba completamente desprotegido, y eso le daba seguridad.

Estaba tan contento que no vio el nuevo cartel que colgaba del corcho. Cuando al fin se dio cuenta de su presencia, apartó a los alumnos de primero que estaban delante y leyó lo que ponía. Al instante se quedó de piedra.

Alumnos de Slytherin! ¡Se acabó la mezcla de sangre! Os convocamos para acabar con la plaga de los impuros que ensucian el nombre de los magos.

Una nueva era va a nacer, libre de aquellos que pretenden igualarse a los puros.

Uníos a nosotros y venceréis.

¡Fin a los mestizos! ¡Muerte a los sangre-sucia!"

La nota estaba firmada con el dibujo de una Marca Tenebrosa.

Severus tardó un momento en leer la nota tres veces, y luego se dirigió como un autómata hacia un sillón, al lado de Lucius.

–¿Te ha gustado la nota?

–¿La has escrito tú? –preguntó a su vez Severus.

–¿Quién si no? Alguien tenía que dar el primer paso.

–¿Y no has pensado en lo que podría pasar si entrase aquí Slughorn? ¿O Dumbledore?

–Ese cabeza hueca de Slughorn no entraría aquí por nada del mundo –contestó Lucius–. En cuanto al viejo del director, no hará nada si nadie le dice nada, y nadie lo hará –entonces miró a Severus fijamente–. ¿Qué te pasa? ¿Acaso estás de parte de esos sucios mestizos?

–Te olvidas de que yo también soy mestizo –dijo Severus con frialdad.

–¿Otra vez estás con eso? Tú eres de los nuestros –replicó Lucius, algo molesto–. Tienes la Marca ¿no? Eres de Slytherin ¿no? Entonces ¿cuál es el problema? –Severus se limitó a fulminar a su compañero sin decir nada–. Deja de preocuparte, o darás la impresión equivocada –Lucius se tumbó en el sillón y miró de reojo a su compañero–. Mañana verás la sorpresita que les espera a esos mestizos –añadió, con una sonrisa fría que a Severus no le gustó nada.

La serpiente y el león (Severus x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora