Un mundo con dragones y un tuerto loco[Lucemond]

Capitulo 1:No soy Lucerys

Aemond se quedó allí, inmóvil, observando cada detalle de Lucerys con asombro y una mezcla de emociones que no podía describir. Su sobrino, su pequeño sobrino, estaba vivo. No podía creerlo, pero allí estaba, ante sus propios ojos.

Los guardias de Harrenhal habían permitido que la gente se escondiera, sabiendo que el príncipe Aemond no prestaría atención a nadie más que a Lucerys Velaryon, el encantador omega. Era un secreto a voces que Aemond había deseado a Lucerys desde hace mucho tiempo. Incluso había rumores de que había intentado aprovecharse de él el día que el joven omega fue a reclamar su derecho como señor de Driftmark.

Aemond tomó a Lucerys y lo condujo hacia el interior del castillo. Lucerys se resistía desesperadamente, pero su fuerza no era rival para la de Aemond. Lo llevó a una habitación y lo arrojó a la cama. Lucerys se retorcía, pero Aemond no mostró ninguna señal de ceder.

Con un movimiento lento y deliberado, Aemond comenzó a quitarse la armadura. Cada pieza caía al suelo con un eco que resonaba en la habitación vacía. Lucerys se cubrió los ojos cuando vio que Aemond se había desnudado completamente. Escuchó el sonido del agua y cuando abrió los ojos, vio a Aemond en una tina. El agua se tiñó de rojo con la sangre de Aemond, que claramente no era suya.

"¡¿Cómo puedes desnudarte frente a tu sobrino?!" Lucerys gritó, agradecido de no haber visto nada. Aemond solo sonrió de lado, su cabello mojado caía como una cascada. Su sonrisa era una mezcla de triunfo y desafío, como si estuviera disfrutando de la reacción de Lucerys.

La tensión entre ellos era palpable, pero Aemond no parecía tener prisa. Parecía disfrutar del juego, de la lucha de voluntades. Pero Lucerys no iba a ceder tan fácilmente. Estaba decidido a resistir, a luchar, a no dejarse vencer por el príncipe Aemond.

Aemond se quedó en la tina, su cuerpo sumergido en el agua teñida de rojo. Su sonrisa se ensanchó aún más, revelando una fila de dientes blancos. Sus ojos brillaban con una luz extraña, una chispa de locura que Lucerys no había notado antes.

"¿Sabes, Lucerys?" comenzó Aemond, su voz sonaba extrañamente suave en el silencio de la habitación. "Siempre he pensado que las estrellas son como los dragones. Brillantes, hermosas y lejanas. Pero tú... tú eres como una estrella que ha caído a la tierra. Brillante, hermoso y mío".

Lucerys se puso rígido, las palabras de Aemond le provocaron un escalofrío. Eran coquetas, sí, pero también eran perturbadoras. Había algo en la forma en que Aemond las decía, algo en su tono, que le decía que Aemond no estaba del todo bien.

Aemond se rió, un sonido bajo y gutural que parecía resonar en la habitación. "¿Te incomoda, Lucerys?" preguntó con diversión. "¿Te incomoda que te desee?".

Aemond salió de la tina, el agua goteaba de su cuerpo y se mezclaba con la sangre en el suelo de piedra. Lucerys apartó la mirada, sintiéndose incómodo e indefenso. No podía soportar ver a Aemond así, desnudo y desinhibido.

Aemond se acercó a Lucerys, sus pasos resonaban en la habitación. Lucerys podía sentir su presencia, podía sentir su calor incluso antes de que Aemond estuviera cerca de él. Trató de alejarse, pero Aemond fue más rápido.

En un instante, Aemond estaba frente a él, su cuerpo desnudo a solo unos centímetros del suyo. Lucerys trató de retroceder, pero Aemond lo agarró por la cintura y lo atrajo hacia él.

Antes de que Lucerys pudiera protestar, Aemond lo besó. Fue un beso rudo, dominante. Aemond no le dio a Lucerys la oportunidad de resistirse. Su mano se enredó en el cabello de Lucerys, manteniendo su cabeza en su lugar mientras profundizaba el beso.

Lucerys se retorció, tratando de liberarse, pero Aemond solo apretó su agarre. El beso se volvió más intenso, más apasionado. Aemond mordió el labio inferior de Lucerys, arrancándole un gemido de dolor.