Epílogo

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Luego de sumergir su rostro en el agua del lavabo, Lucerys sacó la cabeza y se miró en el espejo. Sus ojos azules, normalmente hermosos, estaban ahora marcados por profundas ojeras, evidencia del agotamiento y el estrés que había experimentado. Además, su cabello rubio teñido, que en su momento había sido un intento de cambio de look para liberarse de los recuerdos de Aemond, ahora parecía desastroso. Lucerys se lamentó de que aquella decisión hubiera sido la peor de su vida.

Decidido a seguir adelante, Lucerys regresó a su vida normal en la ciudad. Retomó sus actividades diarias, asistiendo a la escuela y pasando tiempo con sus amigos. Intentaba no pensar en el otro mundo en el que había estado ni en las cosas terribles que Aemond le había hecho. Ya no importaba, o al menos eso intentaba convencerse.

Por suerte, el destino le tenía preparado un respiro. Lucerys se uniría a un viaje escolar que había sido programado para ese mismo día. Su madre le recordó que este viaje sería una oportunidad para despejar su mente y disfrutar de nuevas experiencias. Sin embargo, Lucerys se sentía abrumado por la tristeza, especialmente debido a la lluvia que caía fuera, lo que parecía reflejar su estado de ánimo.

"Lucerys, ¿ya estás vestido?" preguntó su madre, interrumpiendo sus pensamientos. Era importante que estuvieran temprano en el aeropuerto, ya que Lucerys se había quedado dormido.

"Ya voy", respondió Lucerys mientras se colocaba una camisa y unos pantalones cómodos. Abrió la puerta de su habitación y se encontró con su madre, quien le besó las mejillas en un gesto de cariño.

"Eres hermoso", le dijo su madre, lo que hizo que una sonrisa se dibujara en el rostro de Lucerys. Tomó sus maletas y mochila.

"Déjame que te ayude", dijo su padre mientras tomaba la maleta y las llevaba al auto. Desde lo ocurrido con Aemond, su padre se había vuelto más sobreprotector, lo cual a veces resultaba un poco molesto para Lucerys.

"Gracias, papá", agradecido Lucerys mientras entregaba su maleta a su padre y se dirigía hacia el auto. Acomodó sus pertenencias en el asiento trasero y se sentó en el lugar del copiloto.

Antes de arrancar, Rhaenyra sugirió: "Deberías dormir un poco. El viaje será largo y necesitas descansar". Lucerys asintió y se colocó sus audífonos, buscando la música que lo ayudaría a relajarse. Cerró los ojos y rápidamente se sumergió en un sueño reparador.

El sonido de la lluvia golpeando el techo del automóvil y la música suave en sus oídos se mezclaban en una sinfonía tranquila.

Poco a poco, mientras Lucerys se sumergía en un sueño profundo, comenzó a revivir un recuerdo doloroso de sus días con Aemond....

Lucerys se encontraba en la cama, acariciando su mano vendada. Aún podía sentir la daga que Aemond había unido a su mano.

La puerta se abrió y Lucerys cerró los ojos, sintiendo cómo la cama se hundía a su lado. Aemond se recostó muy cerca, oliendo su cuello y dejando un beso incómodo.

"Lucerys, ¿sabes cuánto tiempo he deseado tenerte a mi lado?" susurró Aemond. Lucerys sintió una mano en su cintura y su piel se erizó. Aemond estaba loco, obsesionado con él de una manera que iba más allá...de lo que Lucerys creía antes.

El joven fingio estar adormilado e intentó apartarse, pero Aemond lo sujetó con fuerza. "Eres mío, Lucerys. Siempre lo has sido y siempre lo serás." Lucerys sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Aemond continuó susurrando palabras tenebrosas a Lucerys, quien se esforzaba por mantener los ojos cerrados y fingir estar dormido. El corazón de Lucerys latía con fuerza mientras Aemond acariciaba su cabello y susurraba promesas siniestras.

Un mundo con dragones y un tuerto loco[Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora