Extra 1#

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Miré a Aemond por varios minutos, observando cómo su pecho subía y bajaba con cada respiración. La tranquilidad en su rostro me daba la certeza de que estaba profundamente dormido. Sabía que no podía permitirme el lujo de dudar ahora, no cuando todo estaba en marcha. Con una agilidad que había perfeccionado con el tiempo, me deslicé fuera de la cama sin que él se moviera.

Me agaché en silencio, mis dedos apenas rozando el suelo mientras tomaba mis botas. El frío del mármol bajo mis pies descalzos me hizo estremecerme, pero no me detuve. Aún con mi bata puesta, abrí la puerta de nuestra habitación y salí al pasillo. Los guardias a ambos lados de la puerta me miraron con curiosidad, pero no dijeron nada. Seguramente pensaban que iba a ver a mis hijos más pequeños, como hacía en noches como esta, cuando la tormenta golpeaba la Fortaleza Roja con furia. Y, en parte, eso era cierto. Pero esta noche tenía otros planes.

Caminar por los pasillos oscuros y silenciosos me llenaba de una sensación extraña. Sabía que lo que estaba a punto de hacer era peligroso, que si Aemond alguna vez descubría la verdad, podría perderlo todo. Pero no podía retroceder. No ahora.

Cuando llegué a la habitación de Alex, me detuve un momento frente a la puerta, tomando una respiración profunda para calmar el latido acelerado de mi corazón. Empujé la puerta suavemente y lo vi allí, sentado en su pequeño escritorio, la luz tenue apenas iluminando su rostro. Estaba intentando leer, probablemente para distraerse del miedo que la lluvia le causaba. La tormenta siempre lo había inquietado, como si el rugido del cielo lo amenazara directamente. Sabía que no podría dormir, y yo tampoco podría, no hasta que todo estuviera hecho.

Avancé hacia él, haciendo "shh" con un gesto suave de mi mano. Alex levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. "Ven conmigo", le susurré, extendiendo mi mano hacia él.

Sin dudar, Alex la tomó, su pequeña mano temblando un poco dentro de la mía. Lo guié fuera de la habitación, y comenzamos a caminar por los pasillos oscuros. La tormenta rugía afuera, pero dentro de la Fortaleza Roja todo estaba en silencio. Nadie sabía lo que estaba ocurriendo, nadie podría imaginar lo que yo estaba a punto de hacer.

Finalmente, llegamos al jardín. La lluvia golpeaba con fuerza, empapándonos en segundos. Sentí el frío del agua correr por mi cuerpo, pegando mi cabello oscuro y ondulado a mi piel. Alex comenzó a llorar en cuanto salimos al jardín, su cabello rubio heredado de Aemond mojándose rápidamente.

"No", dijo, con un temblor en la voz que me partió el corazón.

Me arrodillé ante él, mi bata empapada arrastrándose por el suelo, y lo miré a los ojos. "Por favor, cariño... hazlo por mí. Ven."

Vi la lucha en sus ojos, el miedo hacia mí. Cuando finalmente se arrojó hacia mí, abrazándome por el cuello, supe que no había vuelta atrás. Lo levanté y comencé a caminar hacia el lugar que había obsesionado mi mente durante tanto tiempo.

Cada paso me acercaba al pozo, a esa entrada a otro mundo que solo yo podía ver. Había pasado años intentando liberar las pesadas rocas que lo cubrían, siempre con el temor de que Aemond descubriera lo que estaba haciendo. Pero esta noche, todo iba a cambiar.

"En mi mundo todo será mejor", murmuré mientras comenzaba a mover las rocas. Sabía que Alex no entendía, no del todo, pero no importaba. Pronto lo comprendería, y todo sería diferente. Todo sería mejor.

"¿Otra vez, Lucerys?"

La voz de Aemond me detuvo en seco. Me volví lentamente y lo vi ahí, de pie bajo la lluvia, con los guardias a su lado y algunos de nuestros hijos detrás de él. Su único ojo, frío y severo, me observaba con diversión. Podía sentir el peso de su juicio, pero lo que realmente me dolía era ver la expresión en los rostros de nuestros hijos. Ellos no entendían, no podían comprender lo que yo veía, lo que yo sabía.

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⏰ Última actualización: Sep 03 ⏰

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Un mundo con dragones y un tuerto loco[Lucemond]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora